Hoja y cruz: el legado

Capítulo II | Parte 2

Imasha Oakgray.

Permitió que su mente reiterara el nombre durante los siguientes minutos, aunque sabía de sobra lo imposible que era que se le olvidara. Se había quedado marcado en su mente, y presentía que más adelante, cuanto todo esto acabase, le recordaría a toda la mierda que esta ciudad le había mostrado.

Tampoco es como si lo viera como un hecho inminente, no se fiaba demasiado en la información, le pareció demasiado accesible a comparación de los sacrificios que tuvo que hacer antes a cambio de inservibles migajas. Daba igual, no tenía nada que perder.

Nesh hizo su única parada para orientarse antes de dirigirse a la ubicación que le había señalado la mujer, que si bien, era demasiado vaga, era mucho a comparación a lo que tenía.

Atravesando el río quizá estaría lo que había estado buscando con tanto estrés las últimas semanas, se quitaría ese peso de la espalda y podría al fin deshacerse de esa sensación de inutilidad. Con ese pensamiento ignoró las quejas de su cuerpo y se encaminó por el sendero de espinosos árboles y cuestas empinadas. Se topó con algunas viviendas destartaladas, además de cúmulos y más cúmulos de basura. Nada particularmente interesante.

Cuando logró llegar al río y cruzarlo con bastante precaución (lo que terminó costándole casi media hora), se topó con un barrio bajo. Las calles estaban menos solitarias; incluso se encontró con un trío de niños jugando unas calles más adelante. Había más actividad que en cualquier otro lugar que había visto en esa maldecida ciudad, y eso que no debían ser más de las cuatro de la madrugada.

—Niño —llamó al primero con el que cruzó la mirada y acortó la distancia—, busco a una persona.

El niño levantó la mirada, no parecía pasar los 9 años de edad, se acercó lentamente; los otros dos le siguieron por atrás con movimientos cautelosos.

—Oye, oye, ¿qué es eso? —El primero de ellos dirigió su mano al cuerno que había arrancado de la nuca de la bestia, que colgaba de su cinturón. Nesh le dio un manotazo antes de que lo tocara.

—No toques, maleducado.

El niño entrecerró los ojos, pero se encogió de hombros.

—Parece un pene.

—No...

—Ouh, que sucio—exclamó, interrumpiéndole antes de que lograra terminar—, ¿no se lo habrás arrancado a un elefante solo por vanidad, verdad?

Nesh tosió un poco. No recordaba la última vez que había interactuado con alguien mucho menor que él, quizá fue la razón por la que aquella conversación le pareció absurda, aunque eso no evitó que se preguntara qué clase de educación había recibido aquel niño.

—Buscó a alguien —repitió.

El mocoso puso una mano en su cintura y se llevó la otra alrededor de su oreja.

—¿Qué buscas qué? El prostíbulo está por allá. —Señaló un callejón a la derecha, haciendo al hechicero palidecer.

—Busco a una mujer, escuché que vivía en esta parte de la ciudad. Una mujer con don antiguo. Su nombre es Imasha Oakgray.

Esta vez, el infante le hizo una examinada detenida. Era castaño, de piel morena y cuerpo magro. Sus ojos dorados se abrieron con desconfianza, lo que sea que estuviera pensando no lo dijo por lo que parieron largos segundos.

—¿Qué te fumaste?

Nesh llegó a la conclusión de que no llegaría a nada con aquella conversación y, reacio a darse por vencido, se dirigió a otro de los niños. Este estaba abrazándose a sí mismo, parecía más tranquilo y normal que los otros dos. Sus ojos aceitunados lo miraron suplicantes.

—¿Tú sabes algo, no?

—N-no.

—¿Seguro?

Lo miró intensamente, haciendo al ingenuo individuo estremecer. El pequeño no resistió ni un minuto antes de comenzar a balbucear.

—Z-Zokah —declaró de forma atropellada—, en la casa de Zokah, la bruja de la casa de la esquina en la siguiente calle. Salvó a mi mamá cuando le...

El niño se calló cuando el primero de ellos le propinó un codazo. Lo que sea que parecían esconder le pareció poca cosa, pues la cuestión importante ya había sido respondida.

—Cierro el pico, idiota. Imasha te romperá la boca.

Nesh se enderezó con asentimiento, debía meterle velocidad sin no quería que alguien se adelantase. Como esos hechiceros con los que se había encontrado, habían dicho algo como que esa tal Oakgray era alguien solicitada. Estaba tan cerca y se rehusaba a retroceder tan pronto.

—Gracias por la información.

Intentó caminar al frente, pero no pudo dar más de tres pasos antes de que algo lo detuviera.

—¡Dragón!

Estaba a unos pasos de distancia cuando una nube de humo surgió del aire, moviéndose en círculos; atrayente y profunda como si rodeara un pozo de oscuridad. Alertado por la presencia de magia, Nesh rápidamente se tensó y se puso en posición defensiva.

Reparó que la figura de humo se fue tornando nítida, formando lo que parecía ser una silueta del doble de su tamaño y apariencia fantasiosa. Sus ojos contemplaron lo que era una gran criatura colmilluda y colorida, con patas cortas, cuerpo largo y alas que parecían tocar el cielo. Se quedó observando la ilusión con atención, luego se relajó al dar con el causante de aquello.




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