Hoja y cruz: el legado

Capítulo III

—Debe ser lo que estaba buscando.

Imasha se quedó muda ante la intensidad de aquella oración, tenía la boca abierta y parpadeó bobamente un par de veces. Probablemente, en otra vida, con otro cuerpo y en otras circunstancias, esa frase hubiera sido algo aterradora y sospechosa viniendo de un desconocido. Seguro hubiera sentido horror, ¿la que estaba buscando? ¿Qué clase de revelación obsesiva era aquella?

Pero bueno, vivía en un mundo donde muchos la buscaban, sería tonto sorprenderse; aunque era demasiado pronto para no actuar con precaución. No olvidaría que estaba atada y que un desconocido que había inmovilizado a casi veinte sujetos al mismo tiempo estaba frente a ella.

Sospechoso, aquel tipo era turbio y sospechoso.

—Uhm... lo siento. —Imasha hizo un mohín y se removió en el asiento—, pero no eres mi tipo.

Le costaba saber cómo actuar, ¿debía agradecerle que la sacara del apuro con los hechiceros de Dumdark? No le pareció una idea justa ni sensata. ¿Y dónde era que estaban? ¿Acaso aquel lugar era un edificio en ruinas?

Luchó para que las preguntas no brotaran de su boca y en su lugar puso a su cerebro a trabajar, sabía que, si se esforzaba, algún plan tenía que surgir.

El chico la miró mal, lucía demacrado, estaba despeinado y el extraño uniforme que portaba estaba arrugado. Uno de sus ojos era de un azul oscuro, parecido al cielo nocturno; el otro, del color de un bonito día soleado. Su pelo de tonalidad azabache estaba despeinado en un ángulo raro, como si lo hubiera atacado un huracán no hace mucho tiempo. Imasha ladeó la cabeza, quizá podría ser su tipo si quitaba esa expresión fastidiosa de su cara. Y no la mantuviera atada, desde luego.

Sin decir nada, el chico se incorporó con pereza del piso e introdujo una de sus manos en los bolsillos de su pantalón, Imasha se alarmó, pero se calmó por completo cuando notó que sacaba un móvil. Lo vio darle unos cuantos toques en la pantalla y se llevó el aparato al oído. No se alejó, lo que la hizo suponer que quería que escuchara la siguiente conversación.

—La tengo frente a mí —declaró a quien sea quien fuera que estuviera al otro lado de la línea. Alguien mefistofélico con un plan macabro, eso era seguro—. Yo en perfecto estado, gracias por preguntar. No, no es una anciana. No puedo hacer eso. —Una pequeña pausa atravesó la conversación, supuso que el receptor se encontraba hablando—. No. —Otra pequeña pausa—. No.

Imasha se movió cuando una abeja le pasó por un costado, le empezó a soplar con la boca mientras escuchaba la conversación de fondo.

—Dejando a un lado su estolidez y falta de seriedad, profesor... No estoy en buenas condiciones. —Nesh le echó un vistazo, Imasha se retorcía por las cosquillas que le causaba la abeja cuando caminaba por su antebrazo con sus patas pequeñas—. Ella... Ella no parece ser capaz de matar una mosca y las cosas en la ciudad se han puesto difíciles. Resulta que los de Dumdark estaban mucho más adelantados y seguro que han advertido mi presencia.

Oh, claro que lo han hecho, pensó, recordando lo que había pasado antes de caer inconsciente; su cabeza aún palpitaba para mantener reciente el suceso. Luego de un rato, un dato se deslizó por su mente: el desconocido había mencionado a un profesor. Imasha frunció el ceño meditando la situación. Ese niño pijo seguro venía de esas academias a las que tanto detestaba. Observó su uniforme, era negro con algunos remates blancos. No le pareció haberlo visto antes.

—Haré lo que pueda. —Nesh asintió después de unos minutos en silencio. Colgó la llamada, su expresión fastidiada había aumentado e hizo que Imasha se encogiera cuando se topó de nuevo con ese ojo oscuro y sin fondo.

—¿Y bien? Tengo hambre —expresó con el ceño fruncido. Miró el pecho del chico, en el uniforme se hallaba un logo de una espada rodeada de hojas junto al nombre de una institución—. Hoja... y cruz —leyó con ojos entrecerrados—. Ustedes son nuevos. Uhm, igual no me interesa.

El desconocido dio un paso al frente.

—Mi...

—No me interesa.

—Es...

—No me interesaba —canturreó mirando el techo laminado, olía a cobre y a polvo, era probable que se encontraran en alguna locación abandonada. ¿Seguirán en la ciudad? ¿Cuántas horas habían pasado?

No, no era tonta. Había ese hedor a alcantarilla y a tierra mojada en el aire, conocía muy bien ese olor. Seguían en su vecindario, quizá del otro lado del lago Frivers. Con suerte y un poco de tiempo a solas podía liberarse de las sogas; lo demás dependería de si el hechicero conocía los alrededores tan bien como ella.

Se desconectó de sus pensamientos cuando no recibió respuesta regreso y alzó su mirada, algo en la expresión del chico le dijo que debía escuchar lo siguiente:

—Me ordenaron no llevarte a la fuerza, será mejor que escuches —murmuró con ojos adormilados, pero denotando una profunda seriedad—. Odio romper las reglas.

Se alejó caminando —con una leve y muy imperceptible cojera— y desapareció detrás de la puerta. Imasha lo siguió con la mirada con una sonrisa en la cara.

—Curioso.

 

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