Hombres de luna azul

CAPÍTULO 14

—Se me apetece una película de terror.

Abril se rio a mi lado, enganchada a mi brazo. Sonreí cuando nos miramos, ella con diversión y yo sabiendo que ya había captado mi intensión.

—Si tu plan es que me asuste y salte a ti por el miedo, te estás equivocando de persona.

Me reí entre dientes, pasando mi brazo por su hombro para tenerla más cerca y poder besar su mejilla.

—Aun así, lo quiero intentar. —Se volvió a reír. Mientras hacíamos la fila para comprar los boletos, ella se deshizo de mi abrazo. Alcancé a detenerla al ver que su intensión era alejarse de mí—. ¿A dónde vas?

Me miró confundida.

Me alegraba que esos últimos días las cosas con ella hubieran mejorado al punto de que se veía un poco más segura al caminar. Su cabeza no se bajaba tantas veces, hablaba más y se veía más confiada, menos tímida.

—Tú pagas las boletas y yo la comida —dijo, como si en algún momento hubiésemos quedado en ello. Negué, volviendo a llevarla en un abrazo.

—No te estoy pidiendo que pagues algo.

—Pero quiero hacerlo —se quejó, haciendo un pésimo esfuerzo por salirse de mi abrazo.

—Abril…

—No es justo que pagues por todo —suspiré, chocando mis labios con su frente.

—Deja de llevarme la contraria en todo. Te dije que te invitaba a cine, ¿verdad? —Asintió—. ¿Sabes lo que una invitación implica? —volvió a asentir. Sonreí de nuevo, besando su coronilla—. Chica inteligente. No te pedí que me acompañaras solamente, te dije que te iba a invitar, así que yo pago, guarda tu dinero, no es necesario que lo gastes en mí.

—¿Y tú sí puedes gastarlo en mí? —contraatacó. Me volví a reír.

—Sí. —Resolló, pero se quedó a mi lado.

—Al menos podría pagar por mi bebida —intentó de nuevo cuando ya estábamos comprando los dulces. Me pasó dinero como si fuera droga. Solté una carcajada, tomándolo. Una sonrisa partió su rostro hasta que me vio meter el dinero de nuevo en su cartera. Me quedé con ella para que no intentara algo más. Yo la estaba invitando, punto.

Al llegar a la sala miré con desilusión los asientos. La chica que nos los había vendido se tuvo que haber confundido porque bueno, era obvio que ella y yo íbamos como pareja, pero aun así nos dio los asientos en el que el reposabrazos de la mitad no se podía levantar.

Eso no me impediría abrazar a Abril, pero aun así había querido más cercanía con ella.

Intenté ver si había otros asientos disponibles, pero toda la fila estaba llena. Escuché a Abril reír.

—Si me hubieras dejado pagar esto no habría pasado. Siéntate, ya va a comenzar la película.

Me dejé caer en el asiento, refunfuñando hasta que Abril se acercó y me silenció con un beso en mi mejilla. Le tendí su bebida y las palomitas para acomodarme mejor.

—Gracias —susurró en mi oído, acercándose más a mí. Giré mi rostro, esperando encontrarla cerca, pero ya se había acomodado para ver mejor la película que justo comenzaba en ese instante.

Para mi infortunio, ella tuvo razón: no se asustó lo suficiente para buscar refugio en mis brazos, pero aun así fue un buen momento el que pasamos juntos.

—Sí, estaba un poco floja la trama, pero sí te sentí sobresaltada. —No obtuve respuesta. Miré a mi lado solo para encontrarme a Abril dormida, su cabeza reposando en el cinturón de seguridad.

No pude evitar reír por lo bajo y estirar la mano para acomodar la chaqueta en sus hombros. Ella ni se dio cuenta de lo que hacía, pero me alegraba muchísimo que pudiera descansar. Al llegar a su casa no la desperté, solo tomé su bolso el asiento trasero y saqué las llaves. La dejé en el auto mientras abría e iba a arreglar su cama para que pudiese dormir bien. La llevé como si fuera una niña pequeña luego de un día largo. Ella apenas y se removió un poco, pero en ningún momento se despertó.

Suspiré, sacando de su bolsa su teléfono y dejándoselo en la mesa de noche. Me incliné para besar su sien antes de salir de su casa, dejando también su bolso en la silla de su escritorio.

Al llegar a mi casa le envié un mensaje diciéndole que pasaría al día siguiente por su casa. Ese día el entrenador nos había citado para ir a recoger los uniformes, las camisetas del equipo y la chaqueta.

Eran dos camisetas las que iban ahí, aunque yo le pedí —y pagué—, por una de más, para Abril. Se la daría al día siguiente, esperando que se la pusiera.

Sabía, gracias a otros compañeros, que usar la camiseta de alguno en un partido significaba que esa otra persona estaba contigo. Pero la camiseta original, no solo las copias que podían sacarse y digamos que era sencillo, al menos en el caso de Abril, reconocer que sí era una camiseta mía por la diferencia de estaturas y porque… bueno, ella era muy delgada, así que la prenda debería quedarle enorme.

Tuve que despertarme temprano porque mi padre necesitaba mi presencia en la constructora, aunque fuese domingo, luego me pasé por el instituto para recoger la ropa y luego, casi a mediodía, fue por algo de comer para llevar a casa de Abril.

Ella me abrió con un vaso de cristal en la mano, vestida con una sudadera gigante para su cuerpo y un pantalón de pijama. Su cabello lo llevaba al natural, todavía un poco húmedo, pero tapado por un gorro que parecía ser de hombre.

Ella no solía vestirse así, además de que parecía un poco indispuesta con sus ojos hinchados.

—¿Estás bien? —pregunté. Ella sonrió un poco, asintiendo.

—Sí, solo dormí mucho y ahora me duele la cabeza, pero no es nada.

No me gustó lo que dijo, pero lo dejé pasar solo porque había dicho que era por dormir. Bien, su cuerpo debía de adaptarse de nuevo a una rutina de sueño más saludable.

Di un paso dentro de la casa, sabiendo que sí era bienvenido. Ella cerró mientras yo ponía todo en la barra americana.

—Lo siento por recibirte así.

Sonreí, divertido.

—Prefiero que me recibas así a que no lo hagas en absoluto.




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