Hombres de luna azul

CAPÍTULO 18

Tenía casa sola. No sabía qué hacer, aunque no es que quisiera hacer algo cuando estaba teniendo una interesante conversación con Abril sobre si quería que fuera a verla a pesar de la hora que era.

—¿De verdad quieres venir? —preguntó con su voz afectada al otro lado de la línea luego de un silencio.

—Te escucho triste, preciosa, por supuesto que quiero estar allí contigo.

La línea se volvió a quedar en silencio.

—Quiero que vengas. —Fue más el tiempo que demoró en decirlo que yo en estar saliendo hacia su casa.

—Bien, en pocos minutos estoy allí —prometí.

La protección tenía varias salidas, una de ellas estaba relativamente cerca de su casa por lo que no fue un problema llegar.

No tuve que tocar, Abril me esperaba en el umbral de la puerta con la cabeza gacha.

Al llegar a ella no supe si debía abrazarla. Nos miramos antes de que ella misma se echara a mis brazos. La mecí apretándola más contra mí.

Dejé varios besos en su cabello antes de hablar, sin alejarla de mí.

—¿Que sucede? —Se abrazó más a mí, enterrando su cabeza en mi pecho.

—Mi mamá me ha llamado; no vendrán, se quedarán más tiempo del acordado. —Besé su cabello cómo consolación. Supe que estaba llorando cuando escuché su sollozo—. No entiendo por qué no puedo tener a mis padres conmigo como cualquier chica normal. Sé que es necesario, pero muchas veces me siento sola y aun así sigo sin tenerlos aquí y duele cuando sucede esto. Serán semanas en las que no los veo y los extraño, Alan, los extraño mucho y yo... yo... no lo sé. Siéntete afortunado de tener a tus padres contigo.

No sabía qué decirle en ese momento así que sólo la sostuve por un buen rato hasta que sintiera que era momento de alejarse de mí.

—¿Quieres entrar? —A pesar de que es una pregunta, se lo tomó como una afirmación ya que entró sin decir más.

—Me siento afortunado de tener muchas personas conmigo, una de ellas eres tú. —Miré maravillado como sus mejillas se sonrojaron. —Estoy seguro de que tus padres se sienten afortunados por tenerte como hija, porque, Abril, eres una persona maravillosa, y si te sientes sola, nunca dudes en acudir a mí, por favor; te daré la compañía que necesites, siempre y no lo dudes, por favor.

Sus ojos se quedaron fijos en los míos por un gran instante.

—Gracias. —Por fin dijo y, aunque era sólo una palabra, el brillo de sus ojos me decía que lo decía de corazón.

Luego de eso el tema cambió a uno más ligero. Ella preparó algo rápido para comer, alegando que yo no había comido nada y había tenido entrenamiento. No me molestó, sólo que sí había comido. No es como si un licántropo quedase satisfecho por mucho tiempo en realidad.

Al final, unas horas después, Abril cayó rendida a mi lado cuando nos quedamos en silencio por pocos minutos. Era algo que ya esperaba que sucediera así que solo la subí a su habitación en brazos. Con un poco de dificultad, deshice su cama para poder recostarla allí y arroparla. Me quedé mirándola cuando la dejé allí.

Era hermosa. Me gustaba su cabello, en especial cuando dejaba que se formarán las ondas en él. Sus labios se habían entreabierto y sus pestañas lograban tocar sus pómulos; eran largas, y bastante curvas.

Delineé todo su contorno con la mirada, temía tocarla y que se despertara, aunque presentía que no sería así.

Noté que era demasiado tarde al ver la hora. Mis padres, si no había llegado, estarían a punto de hacerlo y había dicho que me quedaría en casa todo el día. Mi madre se enojaría un montón al no verme allí.

Dejé un mensaje para cuando se despertara, pero se hizo la mañana siguiente y por más que esperé a que saliera, nadie lo hacía, por más que hacía sonar el claxon. Cuando tenía la preocupación a tope e iba a ir a derrumbar su puerta, ella se asomó por la ventana, viéndose asustada.

Pude respirar mejor al saber que estaba bien, pero íbamos tarde a clases. Ella abrió la puerta, despeinada y aun con la ropa con la que la había dejado la noche anterior.

—¡Me quedé dormida! —gritó, corriendo hacia mí con nervios.

No pude evitar reírme y llevarla hacia un abrazo.

—Buenos días para ti también. Ve a dormir, no creo que te dé tiempo para arreglarte sin que se nos haga muy tarde. Veré si puedo escaparme antes de la segunda clase y venir por ti.

Ella negó, viéndose muy avergonzada.

—Te estoy haciendo perder tiempo… Ve, me quedaré en casa hoy.

No me vi muy seguro de eso. No quería dejarla sola, a merced de Kirian u otros peligros.

—¿Segura? Puedo esperarte, no tendría ningún problema, Abril. No quiero dejarte sola luego de lo anoche.

Se ruborizó, suspirando.

—Bien, dame unos minutos y estaré lista… Lamento que pierdas clase por mí.

—No importa. Volvería a decirte que vayas a dormir y que lo necesitas, pero sé que no lo harás. Prefiero esperarte.

Ella asintió. Me hizo pasar mientras yo le mandaba un mensaje a Axel avisando que Abril y yo estaríamos ausentes esa mañana. También cogí el café del auto antes de entrar, dándoselo para que desayunara al menos algo ligero antes de irse a organizar, para que no se le enfriara mucho.

No llegamos, como era obvio, a la primera hora de clases, pero sí a la segunda. Abril se deshizo en disculpas por todo el camino, sin saber que yo prefería perder una clase a dejarla tan desprotegida.

Nos volvimos a ver en el receso. Se había hecho una costumbre comer con ella, Trevor y Alicia. No es que conversáramos mucho entre nosotros, porque no era así, solo lo hacía y con Abril mientras la otra pareja conversaba entre ellos.

—¿Qué tanto me miras? ¿Tengo algo en el cabello?

—Sí, de hecho —confirmé—, tienes una belleza extrema que debería ser ilegal.

No demoró mucho en sonrojarse, pero también se rio. La acompañé en su risa, sin alejarme ni un poco de su cuerpo, ni siquiera cuando pegó con desgana en mi pecho.




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