Hombres de luna azul

CAPÍTULO 19

No podía definir o al menos intentar explicar la alegría que estaba sintiendo al finalizar las clases. Más temprano le había pedido a Abril ir al cumpleaños de Adara y había aceptado, también estaría esperándome para ir a comprar el regalo para ese día.

—¡Hey, Alan! —gritaron. Me giré para ver a unos compañeros del equipo ir hacia mí. Le di una mirada a Abril, dándome la espalda mientras conversaba por su celular—. Creo que Axel al final sí tenía razón cuando dijo que eras egoísta con tu chica. Estábamos pensando en salir varios del equipo luego del partido de mañana, podrían ir si quieren.

Reí un poco.

—Se lo preguntaré, la respuesta dependerá de ella. Debo irme, chicos, tenemos que hacer unas cosas y me está esperando.

Ellos se burlaron de mí, pero en realidad no podían decir nada. Uno de ellos tenía novia y todos lo veíamos como un cachorrito detrás de los pies de ella, así que no podía decirme nada por querer estar con Abril, ni burlarse de ello cuando quizá él era igual.

Ella colgó poco antes de alcanzarla. Me hice notar en un primer momento poniendo mi mano en su espalda antes de estar frente a frente.

—Hey. ¿Lista para una tarde de compras infantiles?

Sonrió, asintiendo. Abrí su puerta y ella no demoró en entrar, dejando que también cerrara la puerta por ella.

—Te tengo una noticia, no sé si es buena o mala para ti —habló mientras se mordía el labio.

Esperé a que hablara, pero solo se quedó mirándome asustada.

— Dime, no me dejes en suspenso.

—Tienes una invitación esta noche para cenar con mis padres.

No pude evitar reírme. Ella me secundó, confundida por mi risa. Apreté su rodilla, dejando mi mano en su pierna.

—No creo que sea una mala noticia y claro que lo acepto, la única condición es que no me dejes entrar solo. —Se volvió a reír, poniendo su mano sobre la mía, aunque parecía un gesto inconsciente.

—Por supuesto que no.

—Entonces ¿qué debería llevar? ¿Una botella de vino, un postre o algo?

Ella negó.

—No es necesario que lleves algo.

—Pero quiero hacerlo. —Torció sus labios en una mueca pensativa.

—Un vino estaría bien, a mi padre le gusta.

—Me pregunto si tu madre me recuerda —dije, sabiendo muy bien que yo sí que la recordaba.

Abril se rio, sonrojándose.

—Por Dios, ese día fui tan maleducada contigo y tu familia… lo siento, de verdad. Ahora ya no sé si quiero ir al cumpleaños de Adara, tu madre debe tener una mala imagen de mí.

Solté una carcajada.

—A ver, Abril. De ser así, te aseguro que ni siquiera te estaría teniendo en cuenta. Te lo repito: incluso antes de yo sacar la idea a colación, ella tenía en mente invitarte. No te preocupes, mi madre entiende que eres tímida, y no creo que haya alguien sobre la faz de la tierra que no te ame.

Me quedé en silencio, pensando que me había revelado a mí mismo al decirle lo último, pero ella no se di cuenta de que le había dicho, de manera inconsciente, que la amaba.

—Eso solo lo dices para subirme la autoestima, pero ambos sabemos que no es cierto.

Solo reí, aparcando en un lugar vació en el estacionamiento de la plaza comercial.

Ambos entramos sin ningún tipo de contacto entre nosotros, pero extrañaba sentir su piel contra la mía. Era diferente tomarla de la mano en el auto o en el instituto mientras estábamos en clase o en el receso, sin embargo, me arriesgué a hacerlo al notar a unos chicos que no dejaban de mirarla, despertando los celos en mí.

Ella solo me dio una mirada de reojo, acercándose más a mí.

Recorrimos los pasillos buscando el regalo perfecto. Abril sugirió un vestido que a mi madre le encantó y, por lo tanto, resultó yéndose conmigo.

A Abril se le notaba la emoción en cada saltito que daba en dirección a la caja. Las últimas semanas ella había estado más abierta y relajada alrededor de las personas, hablaba más, no bajaba tanto su cabeza al caminar. Me sentía orgulloso de ella de que estuviera dejando su timidez de lado, que se abriera más al mundo, lo que no me gustaba era que esos chicos siguieran mirándola a través del vidrio de la tienda.

Casi marcando territorio, me acerqué a ella, abrazándola por la cintura. Me acerqué a su oído, gruñendo por lo bajo.

—No me gusta cómo te miran esos chicos.

—A mí tampoco, pero sólo tienes que ignorarlos. Ignóralo ¿Sí? —pidió, girando para verme. Nuestros ojos chocaron, pero estábamos tan cerca gracias a la posición que por poco nos besamos. Ella tragó, dejando que sus ojos bajaran hasta mis labios, pero se volvió a girar con rapidez, sonrojándose.

Para mi disfrute, ella enlazó sus manos con las mías aun alrededor de su cintura. Esperamos en la fila de esa manera, aunque un par de minutos después me cansé de la posición y mejor la abracé por los hombros, sin ella soltar mis manos. Solo me separé cuando llegó el momento de pagar.

No esperé, en ningún momento, que me arrebatara mi billetera. Había olvidado que ella no sabía sobre la fotografía que había revelado en el tamaño perfecto para el bolsillo de mi cartera, una foto de ella, sonriendo, de hacía un par de semanas atrás, pero, contrario a lo que pensaba, ella sonrió, grande y con un arrebol claro en sus mejillas.

Fue un momento un tanto incómodo, pero en la misma medida, también fue tierno.

La cajera me devolvió mi tarjeta y pudimos salir de allí. Terminamos comprando otro par de cosas para Adara antes de que Abril se antojara de una bebida. Hicimos una parada rápida para comprarla antes de ir de nuevo hacia el auto.

—Bien ¿Irás a mi casa en este momento o más tarde? —preguntó mientras disfrutaba de su limonada.

—Más tarde, tengo que llevar esto a casa y hacer un par de cosas antes. —Como prepararme psicológicamente a esa noche y ponerme algo más presentable para conocer a los padres de la chica que me gusta.




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