Hombres de luna azul

CAPÍTULO 27

Al abrir los ojos se me hizo extraño no tener ningún mensaje en mi teléfono de Abril. En medio de mi letargo causado por el sueño abrí la aplicación y comencé a textear un mensaje de buenos días, hasta que recordé lo pasado la noche anterior.

Mis dedos se quedaron quietos. Me salí de la aplicación, con el nudo en la garganta volviendo.

Me levanté e hice toda la rutina para ir a clases. Recé para que Abril le hubiera avisado a Alicia que fuera por ella esa mañana porque era obvio que yo no podía hacerlo.

¿Cómo había amanecido? Esa era la pregunta que rondaba por mi mente, pero no podía darle una respuesta.

Tenía cálculo, todos los días a primera hora, la vería, intentaría saber su estado de ánimo e ignoraría todo lo posible la situación. También pasé por alto los mensajes de todos preguntándome cómo me había ido con Abril la noche anterior, en especial el de Kiona, super emocionada por saber qué tan feliz había estado Abril con la sorpresa.

No diría que muy emocionada.

Al bajar, mi madre ya tenía listo el desayuno. Mi familia estaba a la mesa esperando que mi padre llevara los platos que mi madre iba sirviendo. Yo no quería sentarme a comer con ellos, mucho menos cuando al entrar todo se quedó en silencio solo porque los presentes se quedaron mirándome.

Bueno, tenía los ojos hinchados por el poco descanso que había tenido y por una que otra lagrimilla que se me había escapado antes de dormir, pero suponía que lo peor no era la hinchazón, sino la poca emoción que estaba mostrando.

Mi madre, sabiendo que no era momento para hablar de lo sucedido, se aclaró la garganta, pasándole el último plato a mi padre, quien lo terminó de acomodar en la mesa en cuanto yo me senté.

Olía delicioso, pero no podía decir que tuviera mucho apetito.

¿Ya Abril se habría levantado o desayunado?

La imaginaba comiendo lejana, ausente de la conversación que sus padres intentaran sacar.

Trevor, sin saber lo que había sucedido, me dio un golpecito bajo la mesa. Lo miré, solo para encontrar sus ojos interrogantes.

¿Todo bien? Era la pregunta que estaba plasmada en todo su rostro.

Negué de la forma más imperceptible que podía.

Me fui en cuanto terminé mi desayuno.

No bajé del auto al llegar, sino que me quedé esperando a que Abril llegara, porque sí, estaba preocupado por ella, no quería que de pronto tuviera que caminar de su casa al instituto, solo me quería asegurar de que había llegado bien, sana y salva.

Respiré un poco más tranquilo al verla bajar de un auto. Por el parabrisas y gracias a que los vidrios de Nicolás no estaban tintados, pude ver que su padre la había llevado. Luchó un poco con su mochila y con un libro que cargaba en su mano. Hice una mueca queriendo bajarme y ayudarla con todo eso como habría hecho de todo haber estado bien.

No bajé del auto hasta que ella se adentró al instituto, dejando una estela de su olor por donde pasó. Mi propósito era mirarla desde lo lejos, desde mi casillero, mientras sacaba sus cosas y luego seguirla hasta el aula de clase, pero un chico robusto se interpuso en mi camino. Era un compañero del equipo. Traté de sonreírle, sin despegar la mirada de la cabeza de Abril que ya había sacado sus cosas y comenzaba a caminar, podía ver desde la distancia lo rígida que andaba, de seguro por el hecho de tener que verme, aunque yo necesitaba verla, sentirla cerca.

—El entrenador nos necesita. —Volví a conectar con el mundo. Las palabras traspasaron la barrera de distracción para colarse en mi mente.

¿De verdad me llamarían justo ese día? ¡Solo quería asegurarme de que Abril estaba bien!

—¿Cuándo?

—Ahora, dice que es algo importante. —Resoplé negando.

—No puedo ir a la primera hora. —Él solo se encogió de hombros.

—No puedes faltar Alan; te sancionará si no vas porque ya el permiso está dado por los profesores de las primeras horas. Tienes que ir.

¿Era mejor una sanción o no ver a Abril?

Revolví mi cabello.

—Bien, estaré allí en un par de minutos —dije de mala manera. Escogí ir con el entrenador no porque fuese la mejor opción, sino porque pensé que sería mejor darle un poco de espacio a Abril. Lo que ella menos querría esa mañana sería verme.

No pude verla en la clase de cálculo, sin embargo, también me salvé de que Kiona me cuestionara, o Axel. Tal vez eso había sido lo mejor.

En la cafetería busqué una mesa donde tuviera acceso a la suya. Había estado huyendo todo el día de Kiona porque sabía la reacción que tendría al saber lo de Abril y no quería que ella supiera que había, prácticamente, huido.

Comencé a comer con tranquilidad, aunque sin mucho apetito, mirando desde allí a Abril, a mi hermano y a Alicia comer, pero ella también se encontraba ausente, asintiendo a los que ellos decían y regalando falsas sonrisas.

La angustia creció dentro de mí al igual que la ansiedad. Anhelaba tocarla, abrazarla y decirle que todo iría bien. No podía hacerlo, aunque fuera una necesidad. Un círculo de ira creció a mi alrededor al notar que su supuesta mejor amiga no se daba cuenta de lo mal que ella estaba. Lo que menos necesitaba era que le restregara en la cara su relación, mucho menos sabiendo que su novio era mi hermano mellizo. Alicia no me caía del todo bien, no la odiaba, tenía muchas cosas buenas, pero no era tan buena amiga.

No sentí el momento en el que varios del equipo se sentaron a mis lados. Estaba tan absorto en ver a Abril que no los noté hasta que uno de ellos chocó su hombro con el mío. Hablé un poco con ellos, algo sobre una fiesta a la que no pensaba ir, también de los próximos juegos. Todo lo hice sin quitarle el ojo a Abril por más de dos minutos… Alicia y Trevor se habían ido, estaba sola en esa gran mesa, mi cuerpo picaba queriendo ir donde ella.

—¿Problemas en el paraíso? —preguntó uno de ellos cerca de mí, también mirando a Abril.




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