Hombres de luna azul

CAPÍTULO 28

Tomé una respiración profunda al estar en las puertas del aula de cálculo. Estaba nervioso, muy nervioso. Mis piernas se sentían inestables y solo podría concentrarme en el latido fuerte e incluso doloroso de mi corazón.

Había llegado unos minutos más tarde, solo para asegurarme de que Abril ya estaría allí. Limpié mis manos en mis jeans antes de dar un paso dentro del aula. Pretendía estar relajado, aunque la realidad fuese otra.

Esa mañana se veía linda. Tenía un vestido que al menos parecía ser abrigador, de cuello alto y mangas largas. Estaba hermosa.

Miré de reojo cada uno de sus movimientos, que no fueron muchos, a decir verdad. Solo irguió la espalda, siguiendo en lo suyo. Lo único que me confirmó que sabía de mi presencia fue el aura de incomodidad que nos embargó.

Me fijé también en el espacio entre las sillas. Había sido lo suficiente astuta como para correr su asiento hasta el extremo de la mesa, lo más separada de mí. Sí, eran como treinta centímetros los que había entre nosotros, pero los sentí como un abismo.

Antes, cada que ella llegaba, yo me encargaba de correr su silla hacia mí. Ella solo se reía y me dejaba hacer. Luego le daría un beso en la mejilla y seguiríamos con la clase, más que todo jugando porque el profesor era muy aburrido.

Debía de olvidarme de eso, pero, para mi desgracia, en cuanto llegó puso un taller en parejas.

No era el primero que hacía, sin embargo, en esa ocasión era diferente porque le había roto el corazón a mi compañera y ella no quería hablarme, no verme ni sentirme ni nada relacionado conmigo.

—Hoy daremos un repaso a lo visto en toda la semana. —Fijé mis ojos en el profesor—: Harán un taller en parejas, será en su compañero de pupitre, como los demás. Si tienen dudas pueden preguntarme, pero solo si ninguno de los dos sabe la respuesta. ¿Entendido?

Mordí mi labio intentando no mostrar la sonrisa que amenazaba con deslumbrar a toda el aula. Volteé mi cuerpo hacia Abril, mirándola con demasiada intensidad, esperando que ella me mirara a mí y me hablara. Luego, al notar que ella no hacía nada, me fijé en lo que escribía en su libreta. Había comenzado su taller, individual.

Volví a poner mi cuerpo recto y comencé a escribir en mi propia libreta, con la decepción circulando por todo mi cuerpo.

Que tonto. ¿De verdad pensaba que Abril haría el taller conmigo?

A pesar de todo, dolió.

Le di una nueva mirada de reojo al notarla concentrada, deteniéndome en su cuello al ver que algo faltaba.

Sentí que mis entrañas se enfriaban al no ver indicio de la cadena. No podía habérsela quitado ¿verdad? Había prometido no quitársela, ni siquiera si estábamos separados. Igual ella tenía un vestido que tapaba su cuello, siempre podía tener la cadena debajo de su ropa… ¿Cierto?

La vida parecía estar burlándose de mí.

Hice mi taller en silencio, extrañando la cercanía, no solo física, de Abril, tanto así que en un momento de distracción y olvido, puse mi mano sobre la mesa, hacia arriba, teniendo la costumbre de que ella cada que veía esto, gracias a un juego que le había propuesto semanas atrás, ponía la mano sobre la mía.

Eso no sucedió. Ella solo dejó de escribir para mirar de reojo mi mano sobre la mesa. Antes de cagarla más, contraje los dedos, pretendiendo que estaba estirando la mano o algo parecido.  

Ella suspiró, acomodándose en su asiento, casi que dándome la espalda. La observé un poco más, sabiendo que no se daría cuenta de mi mirada sobre sí. No podía ver muy bien su perfil, pero, de una forma inconsciente, ella me ayudó cuando corrió el cabello de su rostro y me permitió ver un poco más.

Mi corazón se hundió al ver que tenía los ojos hinchados, no mucho, pero se notaba que la noche pasada tampoco lo había pasado muy bien. Ya éramos dos, entonces.

Mordió su labio y aunque no podría verla haciendo ese gesto de concentración, eso no evitó que las ganas de besarla circularan por mi cuerpo.

Tragué, agradeciendo la campana indicando el final de la clase.

***

Luego del pequeño incidente con la distancia de las sillas, había tomado la resolución de llegar primero a clase para que ella no tuviera oportunidad de alejarse de mí. En realidad, yo había comenzado a correr mi silla, para que ella no pudiera poner más distancia.

Ese día, el primer día en el que me corría más hacia sí, sentí su olor al llegar. Alcé la mirada de mi billetera para observarla, incómoda en la puerta, dudando de entrar.

No había sacado su foto y no tenía pensado hacerlo. Era como llevar su esencia y su persona a cada lugar al que iba, además de que podía mirarla en los minutos que saltasen para comenzar clase.

No puedo negarlo: me sonrojé al verla, casi como si mirar su foto fuese un pecado o un delito. Pretendí que metía algo en ella, para que no sospechara de la verdad y la cerré de golpe, volviéndola a meter en mi bolsillo mientras ella caminaba hacia mí.

Notó que mi asiento se había corrido hacia sí, por supuesto que sí, pero no dijo nada, solo se sentó recta en su silla, poniendo con delicadeza sus manos sobre la mesa, una encima de la otra. Estaba incómoda y yo estaba cansado.

El único momento del día en el que podía sentirme de verdad en paz era en esa hora. Las noches se habían vuelto largas, casi no podía dormir, así que ese día, por no querer molestarla más, solo apoyé mi cabeza en mis brazos y cerré los ojos. Abril, pensando que no la estaba mirando, se relajó un poco. Sacó su libreta y organizó sus cosas mientras yo la visualizaba por un huequito entre mis brazos. Su cabello lo tenía suelto, como casi siempre, cayéndole en ondas por su rostro. Varias veces tuvo que correrlo para que no le molestara. Con ese movimiento lo que único que hacía era alborotar su olor a su alrededor, llenándome también a mí.

Sabiéndola cerca y rodeado de su aroma, me quedé dormido sin pensarlo. El profesor solo explicó, en ningún momento me despertó, así que descubrí un buen método para poder descansar, aunque fuese unos minutos.




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