Huellas Fragmentadas

16 Estado de alerta

Durante toda la noche no pude dormir, Tyson esta vez durmió con mi madre, por lo que me tocó dormir solo. A falta de sueño examine cada centímetro de mi habitación, era molesto. Todas las emociones del día anterior me estaban pasando factura. Dando vueltas sobre mi cama no estaba logrando conciliar el sueño, intenté tapándome la cara con una almohada. En breves momentos la oscuridad, ayudaba un poco, solo que aún seguía con la duda. Todavía me daba muchas vueltas la idea de ver de nuevo a mi padre. Sentía como si el pasado me pisara los talones. Más bien me pisa el pecho. Se me dificulta un poco el respirar con los recuerdos a flor de piel. Me senté en la cama, restregándome la cara con las vendas de las manos. Las miré un momento.

<<Ya tengo suficientes heridas.>>

Presione mis manos contra mi pecho, sentía mis propios latidos. De repente me escocían los ojos. No iba a llorar.

—No puedo dejar que mi madre lo vea sola, tengo que estar para ella, me necesita, aunque en ocasiones diga que no.

En un breve instante, mi celular comenzó a timbrar, me levanté exaltado, el silencio de la casa hacía que el celular se escuchara demasiado fuerte. Lo rebusque tontamente en la oscuridad de la habitación. Apurado conteste la llamada, me sentía cansado y adormilado, al parecer estaba por lograr conciliar el sueño. Desgraciado de aquel que me había despertado…
—¡¿Quién eres?! — Escuché una voz masculina. Su voz era muy molesta, algo rasposa.

—¿A quién busca? —Conteste igualmente enojado.
—No vuelvas a hablarle.

—¿Qué?, ¿de qué hablas?, ¿quién eres? —Recordé la ocasión de esas

llamadas incesantes —¿Tú me llamaste ese día tantas veces? — Se escuchaba al fondo llorar a alguien, no podía reconocer si era un niño, mujer u hombre.
—Obedece lo que te digo, te lo advierto.
La llamada se cortó, para ser exactos, él cortó.

<< ¿Qué putas?>>

Me recosté en la cama, miré el número comparándolo con el del imbécil que me llamó aquella ocasión. Eran números distintos, pero eso no significa que no sean de la misma persona. Cerré los ojos nuevamente, no quería que otra preocupación me impidiera descansar, estaría de mal humor por la mañana y estaría tan insoportable. No puedo comportarme así, considerando la situación de mis padres. De reojo miré la hora con los ojos entrecerrados por la luz de la pantalla.

<<las dos de la madrugada, ¡¿apenas las dos?!>>.

Perdí la noción del tiempo entre sueños, afortunadamente logré dormir, sin embargo, nuevamente timbraba el celular, No quería contestar, me imaginaba que sería nuevamente ese desgraciado. Sin embargo, el celular volvió a sonar. Esta vez con los ojos entrecerrados leí el número, era Evelyn…
—¿Hola?
— Hola —La escuche sonándose la nariz.
—¿Estás bien?
—Eh…si…es solo que estoy un poco… muy enferma, ¿no lo recuerdas? —Había algo que me parecía….
—¿Quieres que vaya a verte?
—¿Qué?, ¿eh?, ¡No!

<< ¿Existen gritos susurrados? ¿Por qué habla tan extraño?>>.
—Está bien, solo quería ser amable, ¿a qué se debe tu llamada?

—No podía dormir.
—¿En serio?

—¿Eso es sarcasmo?
—Tal vez —comenzó a reír. Me relajé en ese momento. Me gusta su risa, en verdad que sí.
—Disculpa si te desperté tan temprano.
—No te preocupes.
—¿Cómo vas con tus heridas?

—Nada mal.

—Me alegra, estoy segura de haber desinfectado bien y de haber quitado todas las astillas.
—Estoy seguro que si —después no dijimos palabra alguna, sin embargo, la escuchaba, ¿sollozar? —¿Estás bien? —le pregunté.

—Si, es solo que no puedo respirar muy bien —comenzó a reír, pero esa risa no era sincera.

—Espero que pronto te recuperes, si no, nunca podremos salir.
—Por eso no te preocupes, no te libraras de mi fácilmente, un par de manos no son impedimento para verte.

Sonreí al techo, escuchar su voz… En ese momento la sonrisa se me borró, cerré los ojos y quedamos en silencio. El pecho me palpitaba muy fuerte y una sensación me inundó. Un sentimiento de evasión, de dolor y recuerdos…me pasé la mano por la cara, restregándome fuertemente, para tratar de borrar todo eso extraño.
—¿Hola?, ¿sigues despierto?
—Tenías razón, tengo miedo.
—¿Necesitabas decirlo en voz alta para creértelo?

—Si, supongo que sí, tengo que afrontar problemas que me pesan, que me pisan los talones, pero no quiero hacerlo… —No quería admitirlo otra vez. —Necesitas decirlo. —Esta vez se escuchó muy seria.
—Si, por miedo.
—También me siento…. presionado —Quería apretar los puños, pero las vendas me lo impedían.

—¿Por aquello que te molesta?

—Si.

No sabía si decirle a ella mis problemas. No me ha dado motivos para desconfiar, sin embargo, aún no nos conocemos del todo bien, aunque si hemos hablado mucho y hemos compartido demasiado. Creo que estos temas los prefiero solo para mí. Con lo que hace en estos momentos al escucharme, es suficiente para sentir su apoyo.

—Si no te sientes listo para hablar conmigo de algún tema referente no te preocupes, pero estaré para ti si así lo deseas.

—Por favor no me malinterpretes. —De verdad me preocupa que mi negatividad al sincerarme, lo malinterprete como grosería.




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