Inferorum

Capitulo 0.

— Día 1466 desde el hecho apocalíptico, se agradece a todos los jóvenes que siguen varados en la tierra,— Una voz comunica los mismos hechos de siempre — espectadores números 12933; 12934; 12935; 1936; 12937; 12938; (...) Asciendan a la nave, — Observó cómo algunos estallan en llanto por no ser elegidos, mientras que otros dan pequeños saltitos de felicidad — Se les pide que sigan ayudando y apoyando el proyecto Procreativo número 125 de las naciones unidas, sin más las provisiones del mes.

Voy a zancadas hacia al pequeño montón de bolsos y cajones de frutas, apresurándome a guardar frutas y alimento envasado en mi mochila y luego me dirijo al cargamento de armas, cuchillos, escopetas, ametralladoras, y algunas otras que desconozco su nombre, tomó todo lo que puedo, sin olvidarme lo más esencial, metal, agua y comida, rápidamente me escabullo en los árboles secos antes de que me encuentren o comience la cacería.

El frío me estaba carcomiendo, el poco abrigo que tenía no me ayudaba para nada y el no tener calzado tampoco.

Podría hacer una fogata.

La idea se desvaneció rápidamente al darme cuenta que el humo y la luz delataría mi ubicación.

Corro unos kilómetros para encontrar calor en ese acto y al mismo tiempo un lugar seguro donde poder quedarme al menos esta noche. Cuando mis músculos rogaban que me detuviera, me permití volver a concentrarme en mi respiración y en donde me encontraba, solo había árboles secos, así como su suelo y un rio que por su color se encontraba contaminado, como todo en este planeta. Extendí el plástico por el seco y duro suelo y me dejé caer en él, para luego dar vueltas y enrollarme en este, coloque mi mochila y apoyé mi cabeza en ella, simulando una cómoda almohada. Me río fijando mi vista al cielo, nunca creí tener que aplicar técnicas de supervivencia y menos con la vida que llevaba, siempre fue todo tan... perfecto y nunca me daba cuenta de cuanto lo era, supongo que siempre creí que este tipo de desastres se quedarían en series y películas que a menudo solía ver cuando todo era normal, cuando mi único propósito era aprobar todas las materias y ser perfecta para el mundo, no intentar sobrevivir en él.

En fin, supongo que el ser humano está pagando el mal que hizo por milenios.

— Vamos, por aquí — Un murmullo se escuchó a lo lejos, mi cuerpo reaccionó inmediatamente poniéndose tenso, mientras que mi mente solo gritaba una y otra vez la misma palabra, huir.

En menos de diez minutos ya estarían acabando conmigo si vienen en grupos y si estaban desesperados por un poco de carne.

Cargo mi mochila y me subo a un árbol seco, apuntando mi arma hacia el suelo donde luego un pequeño transcurso de tiempo, cinco cabezas aparecieron en mi radar, tres de ellos eran niños, no parecían sobrepasar los diez años, otros dos eran recién adolescentes de unos catorce años, todos ellos con armas en mano.

Mis músculos se relajan.

Son sólo niños.

Con hambre.

Con sed.

Sin comida.

Armados.

Intento agudizar los sentidos, intentando percibir movimientos que delaten a algún adulto a cargo. Sin embargo, luego de que pase media hora, todo seguía estando igual, yo con los cinco niños debajo de mí.

Dudo si atacar o dejarlos descansar allí, eran solo niños. Pero también eran mi competencia.

Cierro los ojos intentando encontrar una posible solución, si no los mataba, lo harían luego las criaturas y de una manera mucho más dolorosa.

Son niños.

A los mutados les encanta la carne tierna.

Los usarán como alimento por una semana, sacarán primero sus pies, luego sus manos, y antes de dejarlos sin piernas, arrancan uno de sus brazos, luego posiblemente si la cacería fue provechosa, usarían sus órganos para alimentar a los perros y a los prisioneros.

Definitivamente un cuchillo atravesando sus gargantas dolería menos.

No eres dios para decidir quien vive y muere.

Tal vez, en otra época hubieran tenido una vida llena de alegría, juntos a sus padres, irían a una escuela y pensarían que sus peores horas serían esas. No tendrían que hacer guardia cada noche, por el miedo de que los casen.

Podrías ayudarlos.

Si, podría, pero eso sólo significaba una carga más para mí, un atraso más para subir a aquella estación espacial.

Y si... y si decidía ayudarlos, probablemente me encariñaría con ellos y cuando los pierda no tendría nada, mis defensas bajarían y probablemente terminaría muerta.

O podría ignorarlos, dejar que pasen la noche cómodamente ahí abajo, mientras que yo intentaría dormir incómodamente aquí arriba y mañana por la mañana quedarme expuesta frente a ellos con un dolor de espaldas terrible, probablemente me matarían apenas me vieran y no tendrían una pizca de piedad al hacerlo o de lo contrario solo me pedirían ayuda para seguir sobreviviendo y comida.

Tendría que compartir mi comida.

Las contras eran demasiadas y las pros eran nulas, sabía perfectamente lo que tenía que hacer, sin embargo no quería acabar con sus vidas, no quería convertirme en unas de ellos. Podría simplemente dormirlos, pero sabía perfectamente que cuando ellos se despertaran los cazadores ya estarían rondando la zona.

Podrías ayudarlos solo una noche, ofrecerles algún tipo de trato, hacer guardia por ellos aunque eso se significaría no descansar.

—H-hola­— mierda.

Dirijo mí mirada abajo, donde se encuentra apuntándome temblorosamente con un arma, —Suelta el arma.

Dudo ante su orden, pero finalmente termino cediendo, las probabilidades de salir triunfante si me revelaba eran nulas, mi vida estaba prácticamente en sus manos, no tenía sentido negarme.

Dejo caer el arma abajo y seguidamente me bajo del árbol, mis pies dolieron debido al fuerte impacto, no debía dejar que ellos sintieran mi dolor, ni el frio que sentía en estos momento o el rugido que aclamaba comida que produjo mi estómago, si bien eran niños, no estaban indefensos.




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