"¿Es realmente posible decirle a otra persona lo que se siente?”
—Leo Tolstoy.
Como era uno de los primeros alumnos en llegar al salón, estaba sentado en mi pupitre viendo a los que iban entrando; unos más que otros venían en modo zombi tropezando con sus pies. Me sentía frustrado, no había podido dormir bien durante el fin de semana, mi mente solo imaginaba los miles de escenarios con mi amada.
¿Qué será?
He perdido la cuenta de las veces que me hice esa pregunta.
La profesora llegó e inició las clases. Las horas pasaban y yo no podía concentrarme, no entendía nada de lo que decía, solo estaba ahí viendo el movimiento que hacía al hablar. No sé en qué momento me desconecté del mundo y dejé de captar cualquier palabra.
—¡Lucas!
El repentino grito de mi nombre me sacó de mis pensamientos, por lo que miré hacia los lados hasta que mis ojos se toparon con la mirada dura de la profesora Rose.
—Hace diez minutos te hice una pregunta, pero veo que la clase no es de tu interés —alegó abriendo su carpeta.
—Discúlpeme, profesora Rose, no volverá a ocurrir. Y sí estoy prestando atención, solo no escuché bien la pregunta, se lo juro —respondí rápido, esperando que me creyera.
—Necesito que me digas en qué año fue la primera guerra mundial —preguntó mirándome fijo.
—La primera guerra mundial fue...—Callé tratando de recordar la fecha exacta en la que ocurrió este hecho. Mi mente estaba que colapsaba entre tantas fechas históricas. Inició el 28 de julio ¿de 1914? ¿O fue 1915? Joder, joder. La mirada de la profesora me acuchillaba esperando una repuesta.
Unos toques leves se escucharon en la puerta del salón, por lo que la profesora apartó su mirada para observar en aquella dirección.
—Adelante —anunció.
No.
Puede.
Ser.
La pelinegra entró al salón con varias carpetas en sus manos, detalló a todos en el salón y se detuvo en donde estaba sentado solo por unos segundos, los cuales fueron eternos para mí.
¿Será qué...?
Sabe que soy quien le escribe los poemas, me descubrió.
—Buenos días, profesora Rose. Disculpe que interrumpa su clase, pero su salón me fue asignando para dar una breve charla —mencionó apenada por ser el centro de atención.
Fue así como pude detallarla. Llevaba su uniforme arreglado a la perfección, su cabello estaba suelto, pero llevaba un pequeño broche de mariposa en él. Estaba hermosa. Sonreí bajando la mirada a mi cuaderno. No sé si esté de suerte y ella aún no sabe mi identidad. ¿Me he salvado? No tengo idea.
—Claro, no tengo problemas con que des tu charla en mi clase —aseguró la profesora yendo a sentarse a su puesto—. Puedes iniciar.
Ella acomodó sus carpetas en su pecho y alzó la mirada a la clase.
—Hola, compañeros, mi nombre es Alessia Back.