La gente pasaba a mi alrededor, me sentía asustada, inmersa en un mundo que se desmoronaba a mi alrededor. El terremoto rugía con una ferocidad que parecía provenir de las profundidades mismas de la tierra. Tenía miedo, un miedo que se había arraigado en mi ser durante días, quizás incluso semanas. Mi estómago retumbaba de hambre, pero la urgencia de la situación eclipsaba cualquier necesidad física.
Observaba asustada mientras la multitud se movía en una danza de caos y desesperación. La gente corría, gritaba, lloraba y buscaba refugio para sí mismas y, sobre todo, para sus hijos. El fuerte temblor me hizo sentir que no podía sostenerme, que parecía que la tierra estaba conspirando para derribarme.
A pesar de la conmoción a mi alrededor, nadie me miraba, como si mi presencia pasara desapercibida en medio del caos. Era una niña pequeña, sola y asustada, esperando que alguien, cualquiera, notara mi necesidad y me tendiera una mano amiga.
Estaba en medio de la calle, con la mirada perdida en el horizonte donde las edificaciones temblaban y amenazaban con desmoronarse. No tenía nada ni a nadie, solamente mi soledad como compañera en ese momento de terror.
Mientras permanecía inmóvil, parada en medio de la huella que dejaba la carrera de las personas en busca de seguridad, un tumulto de madres pasó sobre mí. Corrían desesperadas, sus rodillas ensangrentadas por las caídas, sus rostros reflejando un pánico profundo. Iban en busca de sus hijos, dispuestas a enfrentar cualquier peligro con tal de proteger a sus seres queridos.
las madres al momento de ir a por sus queridos hijos estaban hipnotizadas. actuaban por si solas.. sus caras estaban ensangrentadas y, sudadas era tanta la desesperacion que empezaron a ahorgar a sus pequeños, el grito de remordimiento despues de haberlos matados era terrible, era poco creible que en esa danza del caos las madres se olvidaran de quien eran.. un terrorifico trueno crujio y
Pasaron sobre mí como unas bestias caoticas, hambrientas en pocas palabras, y tambien como si fuera un obstáculo en su camino, sin desviar la mirada, sin un atisbo de compasión. Observé cómo se alejaban feroz mente en su frenética carrera, sin que nadie se detuviera a preguntar: "¿estás bien?" Ese instante, todos estaban locos, me sentia como si fuera la unica normal, con conciencia de la realidad cuando se precipitaron sobre mí sin mirar atrás, fue el momento en que el mundo me mostró su rostro más frío y egoísta.
Mientras continuaba siendo una espectadora silenciosa en medio de aquel cataclismo, estaba bañada en sangre, mi propia experiencia me llevó a una reflexión profunda sobre la condición humana. Las calles crujían bajo la furia de la madre naturaleza, y yo seguía allí, una nota marginal en una partitura caótica. Era como si la indiferencia de los demás fuera la banda sonora de una humanidad que corría sin mirar atrás, sin tiempo para preocuparse por quienes quedaban atrás.
A medida que las imágenes de madres desesperadas por el suicidio por sus hijos se desvanecían en la distancia, una dualidad de emociones me abrumaba. Sus rostros expresaban tanto temor como determinación, una dualidad que ilustraba la complejidad de la condición y maldad humana. En sus ojos, veía el reflejo del amor inquebrantable que siente una madre por su hijo, pero tambien vi como los destrozaban poco a poco.. así como el miedo que podía distorsionar la empatía y llevar al abandono de aquellos que necesitaban ayuda.
En su caos, el mundo me enseñó una triste lección. Comprendí que, en medio de la tragedia, el egoísmo y el miedo pueden controlar con frecuencia nuestras acciones, haciéndonos olvidar la necesidad de compasión y empatía. Todos experimentamos la misma sensación, pero cada uno de nosotros estaba atrapado en su propia tormenta interna, aferrándose a la creencia de que lo único importante era la supervivencia.
No necesité palabras para entender la enseñanza que emanaba de esa experiencia. En tiempos de crisis, cuando la tierra se tambalea bajo nuestros pies, podemos optar por mantenernos ciegos ante el sufrimiento de otros o tomar un momento para preguntar: "¿estás bien?" El mundo puede ser un lugar egoísta, pero también tiene el potencial de ser un refugio de bondad y humanidad, si elegimos ser su guía en medio de la tormenta.
al dia siguiente que desperte eran las 6:30 de la mañana estaba aun en cama pensando en la trajedia que habia pasado, bastante traumatico y muy lento de procesar, me levante a ver que tal el pueblo, y derrepente siento algo filoso en la espalda atrabezandome lento, era una estaca, fui perdiendo sangre poco a poco hasta que mis pulmones se llenaron de sangre, lo mire a los ojo. firmemente, tenia los ojos mas bellos que podia haber visto, un azul hermoso que lleno mi mirada. desde ese momento di cuanta que aveces las personas más puras que se vean o buenas, te pueden atacar. o simplemente se dan el derecho de quitarte la vida.