045 del Mes de Yvelis, Diosa del Amor
Día de la Vida Nueva, Ciclo III
Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria
Cuando la noche decidió llegar, Cathanna se escabulló de la rotonda junto a Xantheus y Shahina, quien la tenía anclada del brazo, impidiéndole que se escapara. Terminaron en un pasillo, hasta bajar por unas escaleras de madera que los llevó a un corredor donde había pocos cadetes recostados en la pared con los ojos bien cerrados, y otros se encontraban devorándose como si no existiera un mañana.
Cathanna arqueó una ceja, sintiendo el asco subirle por la garganta. Agitó un poco la cabeza, llevando la mirada al frente, mientras Xantheus y Shahina hablaban sin parar de las clases del día.
Se detuvieron frente a un aula, y Shahina movió el picaporte hacia un lado, y ayudándose con la cadera, empujó la puerta. Adentro no había nadie, solo unas cajas y un fuerte olor a humedad. Shahina cerró la puerta y Xantheus sacó un frasco de cristal de su chaqueta, lleno de un polvo blanquecino que brillaba bajo la poca luz que se filtraba por las rendijas.
—¿Qué… que es eso, Xantheus? —preguntó Cathanna, cruzándose de brazos, con las cejas levemente arqueadas.
—Polvitos mágicos, más conocidos como Cristanío —respondió Xantheus con una sonrisa traviesa, agitando el frasco—. Es una mezcla de hierbas pulverizadas que los cazadores usan para resistir semanas sin dormir cuando van a alguna misión. Pero si lo tomas en la dosis correcta, te aseguro, Cathanna, que te lleva a un mundo muy diferente.
—¿Me estás diciendo que eso es droga? —Cathanna no sabía si poner una expresión de sorpresa, susto, o simplemente salir corriendo de ese lugar y acusarlos con los altos mandos, como toda una chica buena—. ¿Pero qué sucede con ustedes? ¡No pueden meterse eso!
—Llámalo como quieras —dijo Xantheus, tirando la tapa del frasco lejos—. No es nada malo. A Shahina y a mí nos hace olvidar por unos momentos Rivernum. Te apuesto a que sentirás lo mismo.
Shahina no tardó en arrebatarle el frasco para esparcir todo el polvo encima de una hoja que había sacado de su chaqueta, y con una navaja lo dividió en tres cantidades grandes. Sin esperar que alguno de ellos hablara, inclinó la cabeza, aspirando con los ojos bien cerrados. Xantheus se acercó poco después, se agachó e inhaló, emocionado.
Cathanna llevó una mano a su boca, llena de incredulidad. No podía creer lo que estaba viendo: Shahina se dejó caer al suelo, con la cabeza metida entre sus brazos, y Xantheus apoyó ambas manos en la mesa, tratando de no caerse mientras se reía consigo mismo.
—Inténtalo, Cathanna —alentó Shahina, sin levantar la mirada.
Ella quiso irse, pero la curiosidad de lo que estaban sintiendo sus compañeros comenzó a besarle los labios con una intensidad casi insoportable. Dirigió la mirada a la puerta, después a Shahina y Xantheus, y luego de nuevo a la puerta, pasando saliva por la garganta.
—Sí, Cathanna. Disfruta un poco —indicó Xantheus, sonriendo.
Decir que estaba ansiosa era poco. Nunca se había atrevido a consumir algo como aquello, a pesar de que su hermano le insistió varias veces en que lo hiciera; le parecía una ofensa a su propio cuerpo. Pero en ese instante decidió dejarse llevar, tirando muy lejos todos esos pensamientos que le gritaban que no se atreviera a hacerlo.
Su mente estaba saturada de tantas cosas que habían sucedido en muy poco tiempo que, lo único que deseaba era poder olvidarlas, aunque fuera por un momento efímero. Así que, se acercó a la mesa, observó el polvo e inclinó la cabeza. Se preparó mentalmente y lo aspiró de golpe. Lo primero que sintió fue un ardor que le recorrió toda la nariz, como si le hubieran prendido fuego por dentro. Después, una corriente eléctrica le atravesó todo el cuerpo, estremeciéndola de pies a cabeza, y de pronto, todo a su alrededor cambió.
Entrecerró los ojos, notando el cambio de olor del aula, junto con las paredes moverse rápidamente. Lo que antes era simple polvo, en ese momento se volvió destellos que brillaban como luciérnagas, y el eco de las voces de Shahina y Xantheus sonaron distantes, como si provinieran de otra dimensión.
Cathanna respiró con fuerza, intentando tocar algo con las manos, pero todo se sentía líquido, hasta que simplemente perdió el equilibrio y cayó al suelo, botando todo el aire contenido. Llevó la mirada a las cajas que se estiraban y se encogían, dándole esa impresión de que eran seres vivos. Xantheus soltó una carcajada muy fuerte, pero a ella solo le sonó como algo que venía de todas partes.
—¡Por los dioses del Alípe! —exclamó Xantheus, mirando sus manos como si fueran de cristal mientras se tambaleaba—. ¡Puedo ver mis huesos! ¿Lo sientes, Cathanna? ¿Sientes el cambio en tu cuerpo?
—Esto es una locura, chicos —pudo responder apenas Cathanna, con la cabeza dándole vueltas. Intentó ponerse de pie, solo para caer de nuevo, esta vez sobre Shahina, quien la sostuvo fuerte—. Es una mezcla de cosas muy extrañas, pero… me gusta sentirme así.
—Te dije que la pasarías genial —dijo Shahina, mirándola con una sonrisa—. Puedes olvidarte de toda la mierda de Rivernum.
Cathanna asintió con una sonrisa temblorosa. Se levantó con cuidado, temiendo a que el suelo cediera bajo sus pies en cualquier momento y comenzó a caminar en círculos, hasta que se encontró en un sendero cubierto de flores que se mecían con el viento. Sin embargo, una fuerte ráfaga de aire la arrastró hacia un lado, sacándole una maldición por el golpe que se dio contra una estructura dura.
#8914 en Fantasía
#16699 en Novela romántica
#3118 en Chick lit
feminismo, mujerespoderosas, fantasía drama romance acción misterio
Editado: 01.12.2025