Juego De Brujas

CAPÍTULO 044

060 del Mes de Janesys, Diosa de la Vida

Día de la Tierra Quieta, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

Cathanna llevaba semanas entrenando con Cyrus en el escenario de la clase del profesor Alcázar, siempre en las noches para que nadie pudiera interrumpirlos. Era un hombre divertido y, aunque al principio le resultaba incómodo estar con él, se sentía tranquila en su presencia. Tanto que, en ese instante hablaban entre risas sobre la vida de ambos. Se hacían una pregunta por turno. Cathanna le contaba las cosas que le gustaban, y él soltaba bromas que la hacían reír.

Se despidió de él con una mano y, abrazándose a sí misma, comenzó a caminar en dirección al lago de las luciérnagas. Gracias a Cyrus, había conocido una parte de este donde nunca había nadie por las noches —solo de día— por una extraña maldición que decía que las personas que se sentaban en el pequeño muelle de madera que lo adornaba nunca encontrarían el amor real. Algo que solo le causó risa.

Se quitó las botas y se sentó en el borde, dejando que sus pies rozaran la superficie helada. Respiró hondo, sintiendo cómo la tranquilidad poco a poco la envolvía. Observó el agua durante varios segundos hasta que sus ojos se cruzaron con los diminutos de un pez brillante. Ambos se quedaron inmóvil, como si se estuvieran estudiando mutuamente, hasta que el pez decidió sumergirse de golpe.

El viento le lanzó el cabello hacia atrás, por lo que levantó un brazo para acomodarlo, y entonces, una corriente de agua se elevó en el aire, moviéndose como si tuviera vida propia y cayó enseguida, salpicándola. Ella abrió los ojos de golpe y se puso de pie, observando a su alrededor, buscando a la persona que hizo eso, pero no encontró a nadie, ni había un olor que pudiera delatarlo. No había nadie ahí. Solo ella, y eso provocó que su mente empezara a maquinar, alarmada.

Volvió la vista al agua, donde los peces nadaban frenéticamente, y luego miró sus manos temblorosas, sin poder creer que ella había sido la responsable. Las alzó, con el miedo devorándola por dentro, y una pequeña esfera de agua —apenas brillante por la luz de la luna—, se despegó del lago, girando despacio, y cuando bajó los brazos de golpe, se desasió por completo. La respiración se le detuvo, un hormigueo incómodo le recorrió la piel y un ardor le abrazó el corazón.

Cathanna retrocedió un paso, recordando las misteriosas palabras del elfo en el bosque… y después las de Nyxeret, cuando se conocieron. Su mente se quedó en blanco por un instante, con la vista clavada en el agua. Poco a poco, las piezas que había estado ignorando todo ese tiempo comenzaron a encajar. Frunció el ceño al darse cuenta de que, en su vida actual —donde respiraba, soñaba, sangraba— había nacido con el aire, ese elemento que le permitía crear torrentes de aire, detener el viento a su voluntad, levitar, tocar alturas sorprendentes.

Retrocedió un paso más, con el pecho moviéndose rápidamente, acelerado. Eso solo podía significar una cosa: estaba viviendo un ciclo, y en cada vida dominaba un elemento distinto, pero que al final, terminaba complementándose, creando así al mitológico Zentyal. Sin embargo, una duda se clavó en su cabeza como una espina. Si en cada vida su poder cambiaba… ¿qué había sucedido en la primera? ¿Por qué no había tenido un lazo con Nyxeret en aquel inicio de todo?

—Entonces soy un Zentyal porque… en cada vida manejé cada elemento —murmuró, con los ojos entrecerrados—. Mierda. Si lo soy.

Thaaresh a drakai.

—Tardaste mucho en darte cuenta, humana —escuchó la imponente voz de Nyxeret en su mente como un eco—. Eres un Zentyal.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Siempre he sembrado pistas en cada conversación.

—¿Entonces…?

—Esta es la vida donde tienes todos tus poderes en el mismo cuerpo —afirmó Nyxeret—. Esta es tu vida final, donde el ciclo termina.

—¿Qué hay de la primera vida? ¿Qué tipo de magia tuve? —Pasó una mano por su cabello, anonadada. Entonces, algo llegó a su mente. Entrecerró los ojos, acercándose al agua para ver su reflejo—. Si en esta vida estoy teniendo los poderes de mis vidas pasadas, eso quiere decir que en la primera yo… ¿fui una… bruja? Y por eso no hubo un vínculo entre nosotras, porque las brujas no se unen a dragones…

—No sé nada sobre tu primera vida, Cathanna —admitió ella.

—¿Cuál es el sentido de todo esto? —Parpadeó lento.

—Lo descubrirás más adelante.

—No me gusta hablar en acertijos. Si sabes algo, dímelo.

Cathanna quería entender qué estaba sucediendo, por qué estaba teniendo todos esos poderes cuando lo normal era poseer uno. No le encontraba ningún sentido, pero Nyxeret no respondió. Soltó un resoplido cansado y se dejó caer otra vez, mirando su reflejo en el agua. Levantó una mano, pero el agua siguió su curso natural, ignorándola totalmente. Se cubrió la cabeza con ambas manos, maldiciendo bajo.

Una hora más tarde, Cathanna se removía incómoda en la cama, con una opresión extrema en el estómago, hasta que sus ojos se abrieron de golpe. Se sentó en el borde de la cama, con una mano en la cabeza y la otra sosteniendo con fuerza la madera bajo su cuerpo. Había tenido otra pesadilla con la misma mujer, pero esta vez se sintió más real, como si hubiera estado allí mismo, y aunque se obligaba a no darle importancia, un mal presentimiento seguía clavado en su pecho.




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