01 del Mes de Noctar, Dios de la Muerte
Día de Lluvia, Ciclo III
Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria
Lysisthea sonrió en grande al escucharla, relajando los brazos despacio. No había necesitado usar su magia para llevarla con las brujas, y eso, para ella era una victoria mucho más dulce que cualquier otra que hubiera tenido en sus tantos años de existencia. Recordó aquella noche con su hermana, cuando planearon de imprevisto infiltrarse en la academia sin que nadie lo notara, robando la identidad de una aspirante que se encontraron en las montañas de Rivernum.
—Lo haré, Cathanna. Te llevaré a mi aquelarre —expresó, dando un paso hacia ella, sin dejar de sonreír—. Mi nombre no es Lysisthea. Soy Yzebelle Nayarethy, bruja de las sombras. Y sí, vine a Rivernum únicamente por ti. Desde el primer momento —susurró Yzebelle, con esa voz que parecía deslizarse bajo su piel—. Rivernum, sus misiones, sus muros… todo eso me importaba una mierda. Solo tú.
—¿Arriesgaron tanto solo por… mi? —murmuró Cathanna.
—Hemos arriesgado demasiado por ti durante años.
Cathanna arqueó una ceja, con muchas preguntas formándose en su mente, pero no soltó ninguna de ellas. Sus ojos descendieron de manera lenta a la mano estirada, y sin pensarlo demasiado, la sujetó con fuerza. Yzebelle pronunció despacio: «Nir Nash Zhaira», y en ese instante, una niebla negra comenzó a salir de los pies de la tan temida Yzebelle, envolviéndolas en un simple parpadeo que las hizo desaparecer, y aparecieron en medio de un bosque, frente a una entrada cubierta de ramas húmedas. Cathanna se sacudió de miedo.
El bosque que las rodeaba era parte de Swellow, conocido por casi todas las brujas del imperio. Era muy especial para Yzebelle, pues se había criado allí desde hacía más de ciento treinta años, cuando fue abandonada por su verdadera madre, la cual ni siquiera conocer aún.
No era ningún secreto para nadie que las brujas podían vivir cientos, incluso miles de años manteniendo su magia intacta. Sin embargo, muchas practicaban el Sauli, un ritual que consistía en terminar con la propia vida ya fuera por aburrimiento o para evitar ser asesinadas por otros. Muchas de ellas lo hicieron hace dos eras, durante la gran caza de brujas autorizada por la corona de Valtheria.
—¿Qué significa «Nir Nash Zhaira»? —curioseó Cathanna.
—Es un ritual muy poderoso que nos hace aparecer en ciertos lugares con facilidad. «Nosotras somos brujas» está en Namsureth —respondió Yzebelle, parándose frente a ella—. Fue creado por la bruja Daliot, hace muchísimo tiempo, cuando vio cómo nuestra raza era esclavizada por la corona de Brena de la Reina Roja, y cómo prohibían el Ronsaño, el idioma original de estas tierras, perteneciente a muchas de las tribus nativas. Daliot creó Namsureth para que, especialmente las brujas, pudiéramos comunicarnos sin que nadie más lo entendiera.
Cathanna asintió con la cabeza. Yzebelle se agachó y pasó rápido por la entrada, siendo seguida por Cathanna, quien sintió un leve asco al tocar el lodo, aunque ya debería estar acostumbrada a él, pues casi todos los entrenamientos en Rivernum lo incluían.
Al salir al otro lado, Cathanna se encontró con una enorme comunidad: casas de madera por todas partes y una gran fogata en el centro, donde varias mujeres estaban reunidas, hablando. Todas voltearon al olerla, y esa reacción le clavó una incomodidad punzante, como si acabara de irrumpir en un territorio donde no pertenecía.
Yzebelle abrió la puerta de una casa, asomando la cabeza, para encontrarse con el mismo interior sombrío, sin luces, ni muebles. Solo había cuadros blancos colgados en la pared, y un cocodrilo que dormía plácidamente, respirando de manera pausada en un rincón. Se adentró, con Cathanna detrás, palideciendo de la desconfianza que sentía. Al tiempo, unos pasos comenzaron a provenir del pasillo que se encontraba frente a la puerta, acompañado de un olor a flores.
—Yzebelle, mi niña —expresó una mujer, haciéndose presente. Una sonrisa amable se formó en su rostro—. Por fin estás en casa.
—Madre, Cathanna se encuentra aquí. —Una sonrisa grande surgió en su rostro. Se hizo a un lado, dejando ver a Cathanna, quien tragó con toda la fuerza que tenía—. Lo hizo de manera voluntaria.
Alira entrecerró los ojos, observándola de arriba abajo con un dejo de desconfianza. Le parecía extraño que lo hubiera hecho por voluntad propia, pero no iba a hacer preguntas que pusieran en riesgo todo. Asintió con la cabeza, indicándole que la siguiera por el pasillo hasta llegar a una habitación al fondo, iluminada por dos antorchas en las paredes. En el centro, un círculo tallado en el suelo formaba la figura de una enorme serpiente enrollada alrededor de una calavera.
—Iré por las demás —informó Alira antes de salir.
Cathanna respiró con fuerza, dando vueltas por la habitación como si eso pudiera deshacer el nudo que se formaba en su pecho por la intensa ansiedad que sentía. Sacudió las manos, volviendo a tomar aire, mientras Yzebelle permanecía recostada en el lomo de la puerta, haciendo guardia, temiendo que cambiara de opinión. Ambas cruzaron miradas, y Cathanna sonrió, tomando aire otra vez, más asustada que antes. Todavía no podía creer que se encontraba en ese lugar, cuando hasta hace poco se hallaba corriendo lejos de las brujas.
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Editado: 01.12.2025