Juramento de Sangre y Amor

Capitulo 1

Don Arturo Bustamante, sintió un mal presagio al observar la repentina arruga que comenzó a formarse en el entrecejo del joven médico, que envuelto en un denso silencio leía los resultados de los exámenes previamente entregados.

Ante la tensión interior que provocara aquel gesto, Arturo, con voz calma y clara, decidió preguntar:

—Y bien ¿Qué arrojaron tantos exámenes y estudios realizados?

Sentado detrás del escritorio, el joven doctor levantó la mirada posando sus ojos verdes sobre el hombre mayor de sesenta y dos años, que ajeno a lo que acababa de leer; ocupaba una de las sillas frente a él. El hombre mayor se observaba muy tranquilo esperando su respuesta, una respuesta que a él le estaba costando revelar ya que el sentimiento que lo unía a aquel paciente, no era solamente laboral. A pesar de las diferencias de edades, ambos hombres eran amigos gracias a la amistad surgida entre sus familias. Sin embargo, conociendo el temple de aquel hombre que fue uno de los mejores amigos de su difunto padre, decidió no demorar más la contestación esperada.

Serio, el galeno respiró profundo y se dispuso a soltar las palabras que a todo médico le quema la garganta cuando se encuentra en esa situación.

—Lo siento, los resultados no son buenos. Lamentablemente nada de lo que veo aquí —levantó las hojas que aun su mano sostenía—, es favorables para tu vida.

Con aquellas palabras que no especificaron nada, pero que fueron muy entendibles, Arturo, al comprobar que su intuición no se había equivocado, sintió que los latidos de su viejo corazón comenzaron aumentar considerablemente. Sin embargo, respiró profundo al tiempo que buscaba un mejor acomodo en el confortable asiento donde se encontraba, sosteniendo la expresión de calma y seguridad que siempre lo caracterizaba, con su rostro inmutable; le pidió al doctor:

—Si no hay buenas noticias, entonces sin mucha perífrasis dime todo lo que tengas que decir.

El pequeño silencio que se instaló a continuación le permitió a Arturo visualizar el grueso trago que hiciera el doctor, haciéndole pensar que la cosa realmente era bastante grave. «Al doctor, le era evidente que aquella noticia le estaba costando revelar.» Pensó, Arturo, irguiéndose inconscientemente en el asiento, como preparándose para lo que a continuación escucharía.

—Tú corazón ya no da más. Si queremos ganar un poco más de tiempo hay que realizarte un trasplante y éste se debe hacer lo más pronto posible —expresó el doctor sin rodeos, como se lo había pedido su paciente-amigo.

— ¿Un trasplante de corazón? ¿Cómo así? Si yo he venido a tu consulta nada más por unas pequeñas molestias sentidas —preguntó y argumentó seguido, contrayendo el cejo confundido—. Tengo entendido que cuando se tiene jodido el corazón hasta caminar cuesta, y te soy sincero, Daniel, que eso no es lo que me está sucediendo a mí —Terminó expresando, mostrando en sus finos labios una ligera, pero nerviosa sonrisa de incomprensión.

—Son muchos los síntomas que el corazón manifiesta cuando no está funcionando bien y tú manifestantes algunos de ellos, pero lamentablemente hiciste caso omiso a todas esas señales. Creíste que todas esas “pequeñas molestias” eran simples malestares comunes, cuando la realidad era que tu corazón estaba advirtiendo que no funcionaba a la perfección. Dejaste pasar mucho tiempo, Arturo, y aquí están las consecuencias de tu falta de atención para tu propio cuerpo. Ahora la única vía que tenemos para poder preservar tu vida es realizarte un trasplante, y éste debe hacerse lo más pronto posible.

Arturo se quedó de piedra ante aquella noticia impensada.

Por un instante su cuerpo se inmovilizó sintiendo que hasta sus pulmones se detenía, generándole la sensación de que la sangre le abandonaba el cuerpo. Ante esa información tan crítica, por primera vez Arturo sintió que su ágil y maduro cerebro quedara congelado, así como su instruida boca, no supo que palabras pronunciar. Fue como si le hubiesen lanzado una bomba a los pies, demoliendo toda la seguridad y el equilibro del que siempre creyó tener bajo control. En ese momento se sintió desorientado, en blanco, y por qué no admitirlo, también sintió que el miedo comenzaba a colonizar poco a poco todo su sistema.

Después de unos segundos de aquella parálisis momentánea, su cerebro comenzó a reaccionar y fue cuando los pensamientos le abordaron con voz propia... Cómo era eso posible que eso le estuviera pasando si hasta dos semanas atrás se consideraba un hombre de la tercera edad completamente sano y vitalizado. Sí era cierto que ocurrieron momentos donde llegó a sentir unas que otras insignificantes dolencias, pero todos esos malestares los atribuyó a los achaques de la vejez. Sin embargo, según su doctor de confianza, de su parte hubo mucha negligencia al pasar por alto todas aquellas advertencias. Ahora, debía acarrear con las duras consecuencias... nada más y nada menos que un trasplante de corazón.

¡Un trasplante de corazón!

«Eso era una opción muy compleja, seria y delicada» Pensó, Arturo, sintiendo a la altura del cuello palpitar como bombo los latidos de su ahora consciente y enfermo corazón, aturdiéndole los tímpanos, pero no su mente que seguía analizando en revolución. Un trasplante de corazón no era algo tan sencillo como la extracción de una muela. Era completamente conocedor que conseguir un corazón compatible así de la noche a la mañana, no era nada fácil. Sabía que toda la plata que poseía, no sería suficiente para solventar de inmediato la grave situación en la que al parecer se encontraba.




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