Kai

3.Una decepción más. Un caos que controlar.

—¿Te gusta esta hermosa joya? —mire a mamá, en busca de alguna serenidad.

—Si —dije con recelo.

—Eres igual que esta joya, ¿notas el diamante? —asentí, no podía decir nada más— Tú eres ese diamante —, por primera vez decidí ver la joya con el diamante en el centro, sentía que le faltaba algo. Miré a mamá y comenté:

—Creo que le falta algo, no es tan bello, no brilla como los que he visto en las grandes tiendas de joyerías.

Aquella mujer que era mi duplicado versión mayor, me sonreía. Igual el miedo no me dejaba disfrutar las acaricias suaves de su mano en mi cabello—Está joya está incompleta —me explica—, es un diamante en bruto, falta pulirlo, mejorarlo para que demuestre ese potencial encantador que enamora a más de uno—agaché mi cabeza, no me gustaba ver como un diamante tan bonito deba seguir aceptando modificaciones sólo para satisfacer a las personas que desean tenerlo. Admiro aquellos que aprecian el valor de aquella piedra preciosa.

—Cariño—expresó, posando las yemas de sus dedos debajo de mi barbilla, impulsando dócilmente para que eleve mi cabeza—, mírame—sigo la orden, mirando sus ojos color miel que tanto me gustan—. Tú eres un diamante en bruto Samara, tienes la pureza, el potencial necesario para acabar con todos los obstáculos que puedan atravesarse en tu camino. Tu valentía es el complemento perfecto para seguir. Mi niña eres capaz de llegar a ser princesa aun así no exista aquella regla de los cuentos en la realidad, puedes llegar hacer perfección aun así cometas errores, sólo depende de ti pulir ese diamante para crecer —concluyó, llevando sus manos a mis mejillas, unió su frente con la mía susurrando: "tú puedes", esas dos palabras quedan haciendo eco en mi mente "tú puedes" "tú puedes" "tú puedes" "tú puede....

—¡¿Mamaaaá?!—grite alarmada.

Mi pecho sube y baja rápidamente, estoy repleta de sudor. Mi respiración está irregular, pero me tranquilizo al ver el techo de mi habitación. Las sábanas blancas que cubren mi cuerpo me afirman que sólo fue un sueño.

—¿Ya estas tranquila?

Me levanto de un solo salto, lastimosamente me enredo con las sábanas blancas cayendo boca abajo en la alfombra esponjosa. La rabia me sube hasta la cabeza al escuchar la estúpida risa del chico que ayer pensé que no lo vería cuando despertará.

—Maldito —masculle.

—No seas grosera —dijo, ahogándose entre su risa—, déjame ayudarte —comenzó a avanzar hasta dónde estoy tirada por su culpa, no le daré el gusto. Es así como apoyo mis manos en la alfombra, doy impulso a mis brazos como si vaya hacer flexiones. Recojo todas mis energías y fuerzas ayudándome a levantarme en el primer intento sin fracasar, de esta forma quedo de pie sacudiendo mis manos como si se hubieran ensuciado.

Me quedo de pie, lo miro y digo:

—No te preocupes, estoy bien —aclare sonriente, aunque no aguanto el dolor en mis rodillas.

Se quedó paralizado cuando me levante, y desde ahí no se ha movido.

—¿Realizas ejercicio? —frunce el ceño, demostrando duda de su hipótesis—Créeme que en mi vida he visto una chica levantarse de un solo movimiento y peor con un impulso, después de haberse dado una tremenda caída—. Dime la verdad, ¿eres chico?

No aguanto su cara de susto, y suelto la risa acompañada con una carcajada al ver como su rostro se torna pálido, imbécil.

—En primer lugar, eso no te interesa —comento—. En segundo lugar, soy una chica, y por último ¿te puedes ir? Te di posada, pero no para todo el día.

—En serio, pareces chico—siguió con lo mismo.

Mi humor ya se fue al carajo, odio cuando las personas se empeñan a no aceptar una respuesta, si ellos no la creen.

—¿Me ves cuerpo de chico? —le pregunte fastidiada.

—De hecho, no, viéndote bi...—alzó mi mano dándole un stop a las estupideces que podría llegar a decir.

No me había fijado que esta sin camisa, ¡Santísima! Tiene un cuerpo que mata a cualquiera—pero no a mí, obviamente—. No puedo mentir, está súper que bueno, pero nada es mejor que mi comida favorita.

—Deja de mirarme sin pudor, asquerosa —reprima.

—¿Qué? Tengo hambre, me acorde de mi comida favorita.

—¿Observándome?

Detectó un hombre con ego superficial.

—¿De hecho te presto mi baño? Necesitas mejorar tu aspecto, das asco—me defiendo.

No dejó la oportunidad en el aire y corrió directo al baño.

«¿Él parece chica y tú chico?»

No soy chico, caramba.

Me encaminó a salir de la habitación para ir a la cocina, era verdad cuando dije que tenía hambre, sólo que... ¡No hay nada! Me olvide de comprar el día de ayer para mis sustentos de vivencias. Llevo mis manos directo a mi cabeza dándome un golpe no tan brusco.

—¿Cómo pude olvidarme de hacer las compras? Me arrepiento de haberme dormido un rato, carajos, mierda que hago. Piensa Samara, piensa maldita sea —continúo murmurando idioteces mientras camino sin detenerme alrededor del corto espacio de la cocina repitiendo mis pasos una, dos, tres, cuatro, cin...

—Enserio me asustas —la voz masculina se hizo presente haciendo que me detenga, no necesito recordar que todavía sigue el individuo aquí justo ahora, tampoco quiero que crea que es su casa al llevar puesto una toalla enganchada en la cintura. Ya me harté de sus tonterías, pobre la novia.

—Mira individuo asqueroso, yo puedo ser buena gente, pero no abuses de mi confianza. Carajo, te estoy dando posada, solo era hasta la madrugada, no ahora, ya van hacer las diez de la mañana, ya no es para que estés aquí, lárgate de una vez, retírate, desaparece de mi vista.

Estoy que hecho humo, «no lo golpees», respiro buscando calma, la irá se enciende más en el instante que endereza su cuerpo, cruza sus brazos sobre su pecho y me mira fijamente con un semblante serio. Su silencio me mata, respiro, exhalo y continuo la misma secuencia para no perder el control, agarrar el cuchillo y… no deseo contar más sobre mi pensamiento retorcido.




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