Carolina

El hombre inútil.

Las personas caminan con paragua en mano, ya acostumbrados al verano lluvioso de Arequipa. Sin embargo, hay personas que prefieren caminar bajo la lluvia sin importar mojarse; una de ellas es Carolina.

Observa desde su ventana espera que continúe lloviendo para cuando tenga que ir al trabajo, aunque faltan unas horas para poder salir a caminar y después, pretender tomar el personaje de la fracasada temporal que le sirve alcohol a borrachos en un bar. Hasta este momento no se imagina una vida peor. Despertar todas las mañanas entre estas cuatro paredes despintadas con una planta ya seca junto a la puerta y pasar todas las noches entre hombres vulgares con olor a cigarrillo y alcohol intentando tocar sus piernas, pero el dinero que gana en ese bar le ayuda a pagar la renta de esta habitación. A pesar de todo es realista y sabe que ella no puede ser la única fracasada temporal, también que hay otros con una vida más terrible; a sus veinticinco años tiene la fuerza de dar un golpe a los que tratan de sobrepasarse con ella y levantar la voz aún más alto que cualquier hombre. No está dispuesta a ser la mujer de algún hombre por dinero o a vender drogas, siente que probablemente hasta eso le saldría mal.

Horas después sale del baño, se viste con una camiseta y un jean que toma de su armario, es más que suficiente para ir a trabajar como cada noche, se sienta sobre la cama introduce sus pies en unas zapatillas rotas, pero muy livianas para estar de pie toda la noche, tiene el cabello largo y desordenado; se pone una chaqueta de cuero y se apresura en salir hacía el bar que queda a siete calles de donde vive.

Al cruzar la puerta se percata tristemente que ha dejado de llover, sin embargo, se conforma con sentir el aroma de la tierra mojada. Se coloca los audífonos y escucha “De música ligera” Camina por una calle poco iluminada, pero sus ojos color caramelo siempre brillan cuando canturrea la letra de una canción. Tiene las manos en los bolsillos y sonríe. Las personas a su alrededor la miran raro, algunos se ríen sin quitarle la mirada de encima, otros aplauden mientras ella continua.

Se detiene en la puerta del bar al ver a un hombre algo torpe tratando de cambiar el neumático de su auto. Carolina cruza los brazos observa fijamente y esboza una carcajada al saber de qué ella puede ser mucho más hábil que él en cambiar un neumático. Sergio se percata de Carolina quien muestra una sonrisa burlona, él la observa muy serio mientras ella esquiva la mirada y abre la puerta, la expresión de su rostro cambia al ingresar al bar; inesperadamente ve a una mujer tras la barra junto al dueño haciendo su trabajo, se dirige hasta la barra y saluda a su jefe.

—Carolina aquí tengo tu pago de la semana —dice el hombre. Coloca el dinero sobre la barra sin perder tiempo.

—¿Qué sucede?

—¡Te advertí que no quería ni una queja más de algún cliente! Me enteré de que anoche le arrojaste cerveza a uno de ellos en la cara —dice levantando la voz aún más fuerte y empuja el dinero frente a ella.

—¡Y con gusto lo haría otra vez! era un cerdo que no sabe respetar a las mujeres —le contesta molesta. Toma su dinero, mueve la cabeza de lado a lado en un gesto de quieta desesperación y sale del lugar.

 

Fuera del bar aún está el hombre tratando de cambiar el neumático de su auto. Cruza la calle con intención de seguir su camino, sin embargo, se detiene junto al hombre, inmediatamente se sienta en cuclillas y lo primero que percibe de él es su perfume, delicioso, cítrico y sin lugar a duda muy costoso. Él la mira con intensidad, luce unos zapatos de corte clásico parecen muy caros. El aspecto de Sergio es tan cuidado que Carolina se siente intimidada por la apariencia tan desordenada que ella luce. Por primera vez siente vergüenza el lucir sus zapatillas rotas, sin embargo, conserva el gesto tranquilo.

 

—¡Hey! Creo que no tienes mucha practica con esto —menciona Carolina.

—¿Y tú sí? —pregunta Sergio mirándola fijamente.

—Sin duda mucho más que tú —responde ella firmemente.

 

Se pone frente al neumático y se hace cargo. Sergio se muestra sorprendido y algo avergonzado al verla ahí haciendo un trabajo que supuestamente los hombres lo hacen muy bien. En unos cuantos minutos ha cambiado el neumático y mantiene esa sonrisa burlona en su rostro.

 

—¡Listo! —dice ella, mientras él se siente como un inútil.

—Gracias ¿Cómo te llamas?

—Carolina ¿Y tú?

—Sergio.

—Sergio, si tienes un auto debes saber cambiar un neumático.

—No es fácil hacerlo con la mano lastimada.

—¿Qué te pasó?

—Me estacioné para cambiar el neumático y se me acercó un tipo para robarme, al defenderme me lastimé la mano —explica Sergio.

—Eres de los que defiende su auto a capa y espada.

—No, pero no quería que se le fuera fácil.

—Si no puedes mover la mano no podrás conducir, quizá tengas una fractura o algo así ¡Vamos! te llevo a la clínica —dice Carolina con voz firme.

—¿Sabes conducir? —pregunta él.

—¿Lo dudas? —dice desafiante.



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En el texto hay: atraccion, sinceridad, enojo

Editado: 17.01.2023

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