Kecia: Días De Epifanía

PRÓLOGO

***

No hace mucho que el hombre de barba oscura estaba mirando tras los arbustos a la mujer de ojos y cabello castaño, los ojos tan azules del hombre no paraban de mostrar curiosidad por aquella mujer, ella lloraba y tenía moratones en sus brazos, acababa de salir de un edificio degastado por los años, al parecer no de gran lujo como el castillo en donde habitaba el hombre; un perro callejero que pasaba comenzó a ladrar hacía donde estaba el hombre llamando la atención de la mujer.

—Puedo verte. Pierdes el tiempo no tengo nada de valor.—La voz de la mujer se escuchaba triste y pesada, como si estuviese cansada de vivir.

—Perdoneme, no quise incomodarla, me iré de inmediato.

Cuando salió de su escondite la mujer no pudo evitar abrir sus ojos, era un hombre alto, de rostro hermoso y la ropa que llevaba aunque parecía bastante costosa,lucía al mismo tiempo anticuada. 

—¿Quien es?

—No es importante...simplemente sentí curiosidad por usted amable doncella. ¿Se encuentra bien?

La mujer asintió mientras fruncía su ceño.

—Que curioso...sir caballero de quien sabe donde.

—¿Caballero?.— El hombre esbozo una sonrisa y nego con la cabeza.—Esta equivocada...no soy un caballero.

La mujer comenzó a reirse.

—¿Es del teatro comunitario o algo así?...payaso.—Habló con una mirada fulminante al pensar que aquel hombre se burlaba de ella.

—No soy ningún bufón. Ni actor...Soy—el hombre dejo de hablar, ¿estaba haciendo lo correcto? Estaba perdiendo el tiempo. Hablar con una bella mujer mientras su esposa, hermosa de por sí, le esperaba en un castillo.—jamás volverá a verme, se lo prometo.

El hombre dispuesto a irse sintio las manos de la mujer sosteniedole del brazo, no estaba teniendo malas intenciones con ella, ni pensaba hacer un acto de barbaridad a escondidas de su esposa, últimamente tenía el gran defecto de querer ayudar a cualquier hombre o mujer de la otra tierra y esta última le tomo desprevenido, al escuchar el llanto de furia y desesperación que se oía en aquella calle solitaria,alumbrada por faroles y la tenue luz de la luna.

—¿No va a seguir preguntandome si estoy bien?

El hombre la miro atentamente, ojos grandes y hermosos con lagrimas aún saliendo que pasaban por encima de  un labio sangrado.

—¿Esta usted bien, doncella de esta tierra?

La mujer nego rapidamente con su cabeza y abrazo al extraño de la noche.

—No lo estoy....no lo estoy....nadie jamás lo pregunta. Y si lo hicieran mi resphesta siempre sería que no lo estoy...—Mientras sollozaba abrazaba más al hombre. Y este intentando mantener su distancia simplemente le toco el hombro.

—Lamento que no este bien. ¿Se ha caído? ¿le han robado? ¿cuál es la causa de su tristeza?

La mujer se aparto rapido del hombre como si hubiese recordado algo, y miro hacía el edificio en que vivía.

—Es mi culpa, soy una mujer inservible. Pago por eso.

Al notar que el hombre no entendía intento explicarse mejor.

—Hijos, soy una mujer incompleta y eso molesta a mi pareja.

El hombre abrio sus ojos de par en par. Entonces toco lentamente y lo mas suave posible el labio sangrado de la mujer ynobservo detenidamente los brazos amoratados de esta.

—Eso...¿lo ha hecho su hombre?....que vil...¡que monstruo! ¡¿Como puede ser posible?!.—El hombre apretando sus muñecas iba a caminar hacía el edificio, pero la mujer lo detuvo.

—No ¡por favor! ¡Le he dicho que ha sido mi culpa!

—¿Su culpa? ¿Estas ciega bella dama? Aquel que dices que es tu hombre no debería serlo. Ni siquiera podría llamarsele así, que ofenza.

—Nadie me aceptaría como soy. Él sí...—la mujer comenzó a reir.— Pero que estoy haciendo, estoy perdiendo la cabeza, ahora hablo con extraños que se visten raro. Debería tener miedo. Soy tan estupida. Le estoy contando algo personal a un hombre al que ni siquiera le conozco el nombre.

La mujer comenzó a caminar hacía un parque que había cerca de allí. 

—Arthur es mi nombre.—le respondió mientras la seguía.—Y he de confesar que al principio era simple curiosidad por una mujer llorando, pero ahora es muy importante su situación, es preocupante. ¿Que puedo hacer? ¿puedo informarle al que dirija estas tierras? Quizá lo pueda meter en prisión.

—¡¿Que?! ¿Avisarle a la policia? No, no, no. Esta demente.

—¿Entonces como puedo ayudarle?

—¿Puede hacer que mi utero funcione correctamente señor Arthur?.—Pregunto sarcásticamente. Al notar el silencio incomodo , la mujer esbozo una sonrisa. —Exacto. Esa es siempre la respuesta.

—De hecho, sí. Si se refiere a hacer que su cuerpo pueda crear humanos, si puedo. Conozco una forma. Pero solo podrá tener uno solo.

La mujer cruzo sus brazos.

—Los doctores dicen que no existe solución alguna.

—Bueno, nada es imposible. ¿O sí? 

La mujer suspiro.



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En el texto hay: amor, fantasia épica, fantasia aventura

Editado: 04.04.2021

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