“No puedo respirar, se me dificulta; no siento mis piernas, me duele el pecho, creo que me voy a desmayar.”
Eso fue lo que pensé, cuando me comunicaron del accidente que termino teniendo como resultado su muerte.
No voy a mentir, tome una decisión estúpida al tratar de fingir que mi vida continuaría, como si nada hubiera ocurrido, aun si él no se encontraba en ella, aunque en cierta parte era cierto lo que creí; yo seguía viviendo y debía seguir pese a su ausencia, pero el negar mis sentimientos luego de enterarme de su muerte fue un error, uno del que me arrepiento hasta el día de hoy.
Se fue a mitad del último año escolar, a finales del mes de Junio. Sin duda alguna fue el peor día de mi vida, no puedo olvidarme de cómo fue ese momento en que, con su madre, deseábamos desesperadamente una respuesta positiva por parte de los médicos, la cual, termino sin ser cumplida.
Sigo escuchando los gritos ahogados de Ana al saber que su hijo jamás volvería a sonreírle todas las mañanas antes de irse al colegio. Ella estaba tan destrozada, lo recuerdo muy bien. Los médicos se nos acercaban para explicarnos la situación de él y los procedimientos que debían cumplir para poder salvarle la vida luego de ese desdichado accidente que tuvo.
-Tengan paciencia y no cundan a la desesperación, por favor- había dicho un medico mientras nos daba indicaciones para que nos acomodáramos en la sala de espera.
La policía nos llamo antes de que pudiéramos sentarnos y esperar. Nos explicaron el motivo por el cual el accidente había ocurrido. El oficial hablaba pero no lograba escuchar lo que decía, lo único que se me venía a la mente eran las últimas palabras que nos habíamos dicho antes de que el arrancara el auto.
Ana seguía en shock, sosteniéndose de mi brazo, estaba temblando, se encontraba tan aterrada como yo, hasta se podría decir que mas, después de todo era su madre, esto se trataba de su hijo, el mayor, es obvio que se debía sentir destrozada por no poder estar a su lado ayudándolo, pero estaba segura de que ella sabía que lo único que podía hacer en ese momento era estar en calma.
Se sentó en un banco en la sala de espera, y yo la seguí. Luego de que la vi bien, la noticia la había tomado muy desprevenida, ella solía verse presentable sea cual sea la situación, una mujer muy coqueta a mi parecer, pero en ese momento se veía muy desalineada tanto en atuendo como en peinado. Por mi parte estaba vestida un poco decente. Mi cabello suele verse siempre igual, por más que me lo alborote, es largo y lacio, aquella vez lo tenía atado, me desesperaba tenerlo suelto en situaciones tan angustiante como la era esa.
Una enfermera se acerco y nos comunico que debían realizar una operación con riesgo de muerte.
El silencio entre nosotras se incremento y la desesperación abundaba en el aire. Se me hacía difícil ver al resto de personas que se encontraban a nuestro alrededor viviendo sus propios problemas sin importarles o preguntarse qué le estará pasando al otro en ese mismo instante. Vi a una mujer que daba vueltas por la sala, una enfermera que hablaba con otra de anda a saber qué, pero parecía que era algo divertido porque se estaban riendo, era algo insignificante esa deducción pero tener mi mente enfocada en esas cosas hacen que las situaciones como aquella no las sienta tan pesada, tenía fe en que todo iba a salir bien.
-Todo tiene que salir bien- dije en un susurro y exhalando el aire que había estado conteniendo desde hace un largo rato.
Seguíamos esperando resultados de la operación.
Nadie nos decía nada, no sabíamos nada.
Cada minuto que pasaba era un minuto en el que no podíamos estar a su lado. Es demasiado desesperante para mí hasta recordarlo.
Pensar en lo que sucedió aquella vez me genera dolor de cabeza y un poco de nauseas, así que me voy saltear esa parte y proseguir con lo que estaba comentando en un principio. Siempre termino yéndome por las ramas, se me hace imposible no saltar de un tema a otro. Él lo sabía muy bien, supongo que por eso cada vez que le explicaba algo volvía a preguntarme lo mismo que pregunto en un principio. No soy una persona charlatana, es solo que cuando tengo la oportunidad de hablar lo hago de un modo más explicito y extenso, como lo estoy haciendo ahora.
Esta es mi oportunidad de hablar, de soltarlo todo en palabras escritas, solo tinta y papel, como antes fue mi medio de liberación ahora lo vuelve a ser. Se dice que es bueno volver a nuestras raíces cuando nos sentimos perdidos, creo que ese es mi caso ahora. La escritura siempre, desde que era muy pequeña, ha formado parte de mi vida. Todo lo que no podía decir lo expresaba en lápiz y papel, se sentía bien, sentía paz, de algún modo.
Muy pocas personas comprendían ese sentimiento, entre ellas; él, Teodoro Díaz, un chico que poseía una energía inmensurable, una personalidad atrapante y un humor un tanto peculiar. Era de esos tipos que si quisieran podrían estar rodeadas de muchas personas, pero él prefería andar solo o con un círculo social especifico. No conocí a muchas personas que hayan podido consagrarse su amigo, el me decía que aquellos con los que se rodeaba no eran más que simples conocidos con los que se divertía de vez en cuando.