Krampus

•• Ҝ Ř Δ Μ Р Ữ Ş ••

Quiero pedir una disculpa por eliminar el capitulo que anteriormente había publicado, pero por cuestiones de "no me gusta cómo va quedando" tuve que gacerlo.

Espero puedan disculparme de esto, ya no ocurrirá otra vez.

 

Sin más qué decir, comencemos con la lectura.

 

Iván salía de la enorme tienda aparentemente enojado con su padre. «Es que no puede ser cierto», pensaba. Se le habían olvidado los regalos encima del sofá y ahora lo mandaban a él a comprar prendas y cuadros a Wallmart.

«Pudieron comprar algo con ese dinero y ahora lo usaban en gente que les importa poco cuánto haya costado».

“Ricos, nunca aprecian” eso es lo que él decía.

Sus padres bajaron del auto para ayudarle a meter las compras a la cajuela.

—Más les vale y les guste —dijo al aire mientras su madre tomaba una bolsa —o me veré obligado a quemar los regalos debajo del árbol.

—¡Iván! —Arelia, su madre, le llamó la atención, frunciendo la boca y el ceño.

—Es la verdad. Yo no sé qué clase de cosas le gustan a esas personas. Y si lo supiese, pues me alegro; sabes que no le hallo sentido a esto de regalar cosas.

—¡Vaya!, hasta ateo nos salió el niño —dijo Elmer, su padre.

—Es muy distinto ser Agnóstico que Ateo. —finalizó, y entró al auto de nuevo, tomando los audífonos y colocándoselos de nuevo.

Reprodujo una canción de Avril Lavigne y metió su celular a la bolsa cangurera de su sudadera verde militar. Amaba esa prenda, las mangas le quedaban pegadas a los brazos y del torso no le hacía parecer que le quedaba volando.

—Parece qur alguien no está de humor —dijo Elmer con fastidio.

—Pues claro que está de mal humor, toda la mañana lo estuviste presionando para que te ayudara a envolver los regalos, y resulta que se te olvidaron en el sofá.

—Bueno, ya lo solucionamos. No es para tanto.

Arelia suspiró cansada mientras negaba, manteniendo sus manos unidas en su bientre —Ao menos cabe la esperanza de más tarde las cosas mejorarán —y caminó al interior del auto.

🎁

—¿A dónde vamos?, aquí no es El Campanario —preguntó Iván cuando de la nada alzó la vista de la pantalla de su celular y vio un autolavado de su lado derecho y un bar del izquierdo. Miró al frente y así como vio el empedrado de aquella calle sintió las piedras pulidas pasar por debajo de las llantas.

—Iremos a la nueva casa de tu tía —dijo su padre mirándolo por el retrovisor.

—¿Cuál de las dos? —cuestionó obvio.

—Marcela.

—¿Ya se independizó?.

—Algo así. Los demás de la anterior casa también se pasaron para acá. Es algo así como una casa doble.

—¿Y de quiénes son los zaguanes de aquí?.

—Uno es mío, y el otro de tu tía Lupita.

—¿Cuando se hicieron todas estas compras?.

—Hace tres meses.

—¿Y por qué me voy enterando apenas?.

—¡Ay, hijo!. ¿Qué crees que lo sé todo?.

—Sólo fueron preguntas básicas. No sé por qué te enojas, tú me cuestionas más cuando se trata de una salida con mis amigos.

Su padre ya no dijo nada, prefirió dejar la disputa de lado y seguir manejando para después detenerse.

Las luces navideñas que adornaban la casa eran muy llamativas, además de que parecían lianas muu gruesas; fácil podrían atorarse las aves ahí.

—¿Es... es esto la nueva casa? —preguntó dudoso —Parece más una de las casonas que están en el Centro Cultural.

La casa era de dos pisos, pintada de blanco y rojo sangre. Había unas cuantas ventanas con protección que tenía forma de rosales pasando por los barrotes, mientras que las puertas, que eran dos entradas, estaban pintadas de negro.
Una puerta pequeña, que era de la casa de al lado, tenía por lo menos un metro de ancho, y de largo quizá dos. Tenía vidrios polarizados como pequeñas ventanas ennsu parte superior.

Del lado izquierdo, donde pasarían la navidad en familia, era un portón en el cual facilmente pasaría una camioneta, pero la realidad no era así, ya que una de las dos puertas estaba sellada y la otra era la que se usaba como entrada principal.

Había un balcón que unía las dos casas, básicamente como puente para pasar de una de las portezuelas a otra desde la segunda planta.

—¿No es linda? —preguntó su mamá colocándose a un lado de él.

—Pues... tiene su estilo —aseguró Iván, y caminó a los portones.

No había timbre, por lo que debía tocar la puerta.
Golpeteó tres veces, y unos pasos se escucharon llegar hasta el otro lado de la puerta,no había visto que una de las puertas tenía un pequeño agujero con un lente cóncavo para ver quién era. Y después se abrió la puerta.



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Editado: 16.02.2018

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