La abuela saca las uñas

Cápitulo uno: "Viva el café"

 

Cápitulo uno: "Viva el café"

1

La noche manda en todo cuanto se ve. Sin embargo, el chico, en medio del océano, logra ver el mar gigante y el horizonte. Hay muchas estrellas y está la luna, con un borde llameante. El mar opaco sube y baja, tapándolo por completo, ahogándolo. Luego, como el gato que juega con el ratón, lo deja libre unos instantes.

De golpe, lo halan hacia lo profundo. Baja, baja y baja. Abre los ojos, y ¡oh, sorpresa! ve claramente. Hubiese sido mejor que no. Un monstruo nada en círculos a su alrededor. Parece un ritual previo antes de... que la bestia se lo coma.

El gigante da su vuelta final y se enfila hacia él. Sus ojos, casi blancos, con ínfimas pupilas rojas que se intuyen más que verse, se acercan a toda velocidad. Horror. Un ruido agudo y que atormenta se atraviesa en medio del encuentro mortal, el monstruo no se detiene, sin respeto por el ring del reloj, sigue, tiene hambre…

El chico espabila y ahí está el cuarto, la ventana, la luna sin bordes, blanca y planetaria. El recién despierto se esfuerza por enfocar el mundo. Apoya sus manos en la cama y se relaja, despide la pesadilla.

2

Humo.

Semeja a los genios que salen de sus botellas, se desprende del café del joven y se pierde en el aire.

Café.

Poder tomarlo en las mañanas es magia. Que viva el café, que nos sacude, nos retorna a lo cierto, su calor es el despertar.

El muchacho está de pie en la cocina, y observa por la ventana. Su mente, aun parpadeante, no comprende el exterior, formas y colores sin significado. Es un momento en el que sólo cuenta el café caliente y sus efectos en el cuerpo que revive.

Llega una mujer delgada y de rostro afilado, tiene grandes ojos. Pelo largo y blanco. Viste informalmente con pantalones y franela, se ve guapa. Trae el desayuno en una gran bandeja, varios alimentos humean con aspecto apetitoso, y huelen mejor. La señora se nota animada y de buen humor.

- ¿Quién va a tomar un desayuno de campeón? ¿Quién?

Al ver al chico, su nieto, se le esfuma la sonrisa del rostro, sustituida por una expresión de extrañeza. El joven la ve, desanimado.

- Otra pesadilla, abuela.

El rostro de la mujer se impregna de comprensión y solidaridad

- ¡Aahh!… ¿Y de qué fue, de zombies?

- Un monstruo marino… - el chico muestra pulgar e índice muy juntos - estuvo a esto de “almorzarme”. La profesora dice que es por leer demasiadas historietas de monstruos. ¿Estás de acuerdo?

La abuela adopta una expresión reflexiva que le dura un largo instante

- No.

El joven sonríe, cómplice. La abuela intensifica sus gestos amorosos.

- Creo que mi avena y mis panquecas te van a hacer olvidar esas pesadillas de m… perdón por el francés.

La mujer coloca platos, vasos y bandejas.

- O sea que no funcionó la oración que te di

El chico se lleva la mano a la frente

- ¡La oración!...la olvidé

- Mal hecho.

La abuela se sienta, y empieza a desayunar. El jovencito aun se mantiene pensativo, hasta que la señora lo conmina con un gesto a comer. Así lo hace.

- De todas maneras…. - al muchacho le salen distorsionadas las palabras porque tiene la boca llena - no lo voy a poder hacer - ¿cómo puedo recordar algo del mundo real en el mundo de los sueños?

- ¡lo más fácil del mundo, lo he hecho millones de veces!. Bueno, miles….quizás cientos… una docena por lo menos. A ver, di la oración...vamos.

La abuela toma jugo mientras aguarda. El muchacho termina de tragar.

- Voy a decir… - hace memoria … - las veces que sean necesarias, “el mundo de los sueños no es territorio del miedo, sino del gozo, así está escrito”… eso es un “arkam”, ¿no?

- Un mantra. Ajá. ¿Y que más?

- Eh… debo hacer la V de la victoria en cada mano con mis dedos.

- No es la V de la victoria.

- El signo de la paz y el amor.

El nieto le muestra a la abuela como se hace y ella asiente

- Yo no he visto en ninguna parte que ese signo signifique eso, pero confío en ti, Gretica.

- Son signos de otros tiempos. Pero funcionan, ya verás. ¿Y que es eso de Gretica? Abuela,Nona, Memé.

- Así te llamas ¿no? … Greta. ji,ji.

La señora le pone una histriónica cara de disgusto. El chico sonríe

- Abuelita.

Los dos se distienden y se ocupan de vaciar los platos.

3

El nieto friega la taza, revisa sus libros, se ve en el espejo que está junto a la puerta principal, sale.

La mañana está limpia, aséptica, algo tenue. Parece una postal. ¿Por qué no se decide a partir? La calle, la entrada al sendero de todos los días, camino sinuoso y delgado, los árboles amarillentos son los de siempre. Él nunca ha sido cauteloso al salir, hoy sí. Igual parte.




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