Como cada día el, levantaba de la cama, se hacía un café con dieciséis gotas de leche y una cucharada y media de azúcar. Siempre había sido una persona muy “escrupulosa” con sus costumbres y horarios.
Siempre había tenido la “típica” infancia de niño feliz, familia sin problemas económicos con una hermana y unos padres felizmente casados. Vivían en una casa grande a las afueras de una urbanización de Barcelona, era un hogar en el que se respiraba paz y armonía.
Hasta que un día la suerte les cambio, el tenia catorce años, su hermana pequeña con diez años fue a cruzar la calle cuando se dirigía a casa de los vecinos en la cual vivía su compañera de colegio cuando de repente apareció un coche a gran velocidad y la atropello.
A partir de ahí, todo cambió. Su hermana no lo contó, el padre empezó a beber y a la vez a maltratar a su mujer la cual tuvo que ser ingresada en un centro psiquiátrico, nunca fue capaz de superar la muerte de su hija. Al año de vivir el sólo con su padre sufriendo los maltratos diarios tanto físicos como psicológicos hacía su persona, una noche el padre como tantas cogió el coche completamente bebido y nunca llegó.
Transcurrieron veinte años, los cuales no fueron nada fáciles para él; fue enviado a un centro de menores hasta que cumplió la mayoría de edad y lo dejaron en la calle sin oficio ni beneficio en brazos de la gran ciudad fría y oscura, una ciudad que él nunca había conocido así, siempre había sido para él una Barcelona grande y feliz llena de posibilidades.
Ahora vivía en un pequeño piso de la gran ciudad, un pequeño espacio de 17m cuadrados, en el cual tenía la habitación, cocina, comedor y cuarto de baño. No tenía un trabajo fijo se ganaba la vida como podía, muchas veces gracias a la caridad de los vecinos y conocidos puesto que siempre había sido un chico educado y con buen corazón.
Trabajaba posando de mimo en las ramblas de Barcelona, expuesto a las burlas y risas de las personas que pasaban por ahí, sin preguntarse nunca quien había detrás de esa cara pintada y ese traje blanco. No tenía nada positivo en su vida, era una vida pobre, miserable y con ningún tipo de esperanza de recuperar un pequeño resplandor de felicidad, esa felicidad que conocía cuando era pequeño.
Ese día después de hacer su ritual matutino del café y la preparación para echarse a la calle, se dirigió andando como cada día durante 50 minutos para llegar a las ramblas, sin poder permitirse el lujo de coger el metro; alguna noche si el día había sido más productivo de lo esperado y las condiciones climatológicas no eran buenas se permitía un billete de metro con el cual poder llegar a casa.
Ese día, transcurría como todos los demás; horas y horas encima de la plataforma completamente quieto intentando ganarse la simpatía de la gente, pero de repente paso una joven, la joven más guapa que jamás hubiese visto en su vida, y por un momento, sus miradas se cruzaron, o eso quiso pensar él, pero enseguida borro esa ilusión de su mente, no quería hacerse falsas ilusiones y sumar la lista de innombrables decepciones de su vida.
Su vida prosiguió como siempre hasta que una semana más tarde volvió aparecer esa chica, con un vestido inmensamente alegre el cual hacía juego con el color verde oliva de sus ojos y resaltaba sus grandes dientes blancos que terminaban en una feliz y jovial sonrisa. Esta vez la chica se paró, le sonrió y le puso un billete en su cesto. El, ya no pudo volver a concentrarse en lo que quedaba de día, pues su mente le trasportaba continuamente al momento en el cual ella le había sonreído, no podía quitar esa imagen de su mente, la paz que le transmitía esa mirada; pero antes de irse a dormir ya había quitado de su mente todas las ilusiones y falsas historias que se había creado en su mente respecto a la muchacha y el.
La chica volvió a repetir lo mismo durante tres días, los tres días más felices para el des de que su memoria le dejaba recordar, tenía una ilusión por la que levantar, un momento del día por el que esperar, una sensación tan agradable que hasta le asustaba, la vida le había enseñado que las cosas buenas no duraban, que siempre tenía que estar preparado para lo peor.
Llegaba el cuarto día cuando como siempre vio llegar a la chica por la calle, la veía de lejos era como una intuición, una fuerza que le avisaba y le hacía girarse en dirección a ella. Se le veía una chica adinerada, con clase, tanto sus ropas como complementos denotaban un gran poder adquisitivo, una chica la que jamás se fijaría en un muchacho como él, pobre y con un semblante triste.
Como siempre ella le dejo el billete en la cesta pero esta vez además le puso una nota en el bolsillo. El muchacho se quedó paralizado, como pudo deslizo su mano hacía el bolsillo a fin de leer la nota, sus dedos no reaccionaban, esto no le podía estar pasando a él. Consiguió abrirla y vio que la nota simplemente tenía un gran corazón rojo pintado.
Levantó la cabeza y vio como la chica desaparecía calle abajo, nunca más la volvió a ver, tampoco intento buscarla, entendió que no podía ser, simplemente fue feliz con el recuerdo de lo que podía a ver sido pero nunca fue.