La concubina favorita

Prólogo

El ambiente daba una sensación cálida en mi corazón, todo parecía tranquilo y sumido en un profundo silencio, solo se escuchaba el sonido del té al caer en mi taza; miraba con una pequeña sonrisa a todas aquellas que me veían fijamente mientras que esperaba que por fin la tetera fuera retirada.

—Aquí tiene hermana mayor, Anne. 

Mostró su fila de dientes blancos, aquel gesto hizo que soltara un pequeño suspiro y con una voz modesta le agradecí la acción, luego observé como se apartó de mi lado para disfrutar de su té. 

En aquel momento creí que podíamos ser como una pequeña familia y no espere más para probar aquella delicia.

Recuerdo que cerré los ojos luego de hacer mi degustación, la taza se deslizó fuera del agarre de mis dedos sin darme cuenta, esto provocó que cayera precipitadamente al suelo provocando un sonido antes de convertirse en fragmentos de porcelana, por un momento sentí que mi alrededor se tambaleaba y mis brazos se apoyaron en la mesa como reflejo.

—¡¿Qué le pasa a la hermana mayor?!

Escuché pasos saliendo de nuestro lugar, primero eran unos y luego se convirtieron en varios.

—¡Alguien llame al Emperador! —escuché a lo lejos.

Sus voces se distorsionan en mi cabeza y no podía procesar del todo sus palabras, mis pulmones pedían oxígeno a gritos pero sentía que era menos la cantidad que recibía, mi cuerpo se retorcía y podía suponer que mis últimos momentos se aproximaban.

Reconocí algunos de los síntomas que presentaba mi cuerpo, parecía que se trataba de un veneno potente, ¿acaso estaba en la taza de té? No había otra manera, estaba siendo asesinada por las concubinas; quienes me regalaron sonrisas falsas todo este tiempo.

Quería apretar con fuerza mis nudillos pero no sentía el control de mi propio cuerpo, este solo estaba temblando sin parar.

—¡Anne!

Reconocía bien esa voz, abrí los ojos con el mayor esfuerzo posible y pude visualizar su rostro preocupado, lágrimas empezaban a frotar de mi querido amor.

—Anne, por favor, resiste. Ya viene un médico a salvarte.

Su cuerpo no tardó en acercarse al mío, pude sentir la calidez de su mano al tocar mi mejilla, sus ojos me miraban con dolor y yo solo pude regalarle una sonrisa, no sentía la movilidad de mis labios pero deseé con todo mi corazón decirle mi último:

"Te amo"

No soporté por mucho tiempo, al instante mis ojos fueron cerrados y el último suspiro hizo su aparición.

Había muerto en los brazos de la persona que más me había amado y solo pude rogar por otra oportunidad de cambiar mi destino.




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