La residencia del lord Luicis no se encontraba lejos de la suya, la pobre doncella no sabía que hacer o decir jamás había visto a su ama de aquella manera, en su mirada había resentimiento; sabía cuanto había anhelado que el Marqués respondiera alguna de sus cartas, pero de su parte solo había silencio.
Sabía que quería arreglar ese asunto y buscar una salida a ambos de aquel problema.
Alice no sabía cómo sentirse, si furiosa o decepcionada o tal vez un poco celosa, siempre le había gustado Luicis de una manera sorprendente. Él había sido amable, dulce y caballeroso con ella, pero ahora era todo un tirano como se le ocurría encontrarse con Anabel en su propia casa, eso causaría más chisme como si no hubiera suficientes...
—Bethy juró que si no se atreve a recibirme—tomó una pausa, casi quiso soltar un chillido—. Se las verá conmigo, nadie me ve la cara de estúpida, Bethy. Nadie. Nunca más.
—Cálmese mi lady. Eso no le hace bien — suplicó por su parte Alice — soltó un suspiro, sin duda ahora nada le hacía bien.
Al llegar a la residencia de los Suffolk las puertas de la entrada fueron abiertas rápidamente dándole paso al carruaje. Al llegar a la entrada su doncella la ayudó a bajar del carruaje, Alice vestía un vestido de muselina verde agua que hacía darle un toque de inocencia y dulzura con bellos bordes en dorado, aquel vestido era sencillo pero hermoso y fresco. Alzó la barbilla al llegar a la puerta y fueron recibidas por el mayordomo quien hizo una pequeña reverencia, el pobre hombre se encontraba nervioso y su señor le había pedido no recibir ningún tipo de visitas excepto por la dama que acababa de llegar hace rato, no se había atrevido a cuestionar ni mencionar una sola palabra de la presencia de aquella jovencita.
—Buenas tardes, mi lady. ¿Qué desea?—preguntó el hombre sin dejarlas pasar de todo, aquello que hizo que las sospechas de que se verían allí fueran mayores—.¿Mi lady?
Alice sonrió viendo fijamente al hombre mayor, hizo un pequeño mueca antes de morder suavemente su labio inferior.
—Estoy buscando a lord Luicis, puede decirle que me encantaría hablar con él— pido con un tono de amabilidad.
—Lo siento, mi lady. El marqués no se encuentra —respondió este tal como le había indicado su señor—. Salió hace una hora a la fábrica.
Alice soltó un bufido cansado y colocó una expresión triste.
—Sabe que es lo raro que vengo de allá, y me dijeron que se encontraba aquí— dijo mintiendo, además el marqués raras veces asistía él mismo a la fábrica—. Entonces dígale que estoy aquí, señor. No quiero ser maleducada con usted.
—Mi lady, tiene que entender...
Alice negó y colocó con atrevimiento un dedo en los labios del mayordomo callando cualquier escusa de su parte.
—Bethy—llamó a su doncella—, creo que nos tocará implementar el plan b.
La doncella rápidamente entendió haciendo a un lado al mayordomo. Ambas entraron a la casa, recorriendo hasta el lugar donde se encontraba aquella fuente que el difunto Marqués había construido para su esposa Jane. Aquel lugar era sumamente hermoso, lleno de girasoles y lirios, dándole una vista colorida.
Se detuvo ante la vista del Marqués abrazando fuertemente a Anabel contra su pecho, en aquel momento parecía tan íntimo que hasta ella se sintió fuera de lugar. Sacudió su cabeza, ella no debería sentirse así pensó la joven, aunque el dolor en su corazón fue suficiente; apretó sus labios fuertemente al ver con el Marqués unia sus labios con los de Anabel. Anabel levantó la mirada chocando con la mirada de Alice, por un momento pensó en apartarse y pedir disculpa a ambos, pero aquel era el hombre que amaba y no lo dejaría ir sin pelear, costara lo que costara. Así que solo cerró los ojos y se dejó llevar por los dulces labios de su amado.
Alice contempló la escena por unos minutos más, antes de marcharse y jurar que se lo pagarían ambos.
" Te haré lo mismo Anabel, porque jamás será tuyo de eso, me encargo yo", pensó.
—No le diga nada al Marqués, yo no he estado aquí —, luchaba fuertemente por no echarse a llorar en frente de aquel hombre—. Por favor, hágalo. Y disculpe mi atrevimiento.
Fueron sus últimas palabras: al marcharse, aquello dolía y quemaba como una traición, se echó a llorar entre los brazos de Bethy, había pensado que ambos podían llegar a sentir lo mismo y pudieran ser unidos, pero estaba claro que a Luicis aquello no le importaba, no quería hacer el mínimo esfuerzo, solo se estaba rindiendo a algo que era inevitable.
—Lo siento, mi señora— se disculpó—, él no sabe de la gran muchacha que se está perdiendo.
—Lo sé, Bethy. Lo sé.
Aquella oficina era todo un caos, tenía que ordenar aquello entre las cartas viejas y las que habían llegado hace algunos días, para que mañana hubiera una primacía. Todo el mundo pensaba que era una sola persona, si ellos supieran que era todo un séquito, se volverían locos.
La revista funcionaba gracias a muchas sirvientas de distintas casas y la información que facilitaban, aquello ayudaba a que supieran todos los platillos sucios de los aristócratas. Aquello era sumamente emocionante, leer esa carta y sacar conclusiones.
La joven pensaba que debía terminar rápidamente e irse, ya empezaba a anochecer y a esas horas de la noche era peligroso. Leyó rápidamente el segmento que saldría mañana:
Revista secretos de sociedad
Al parecer al Marqués de Suffolk le gusta jugar con los corazones y las mujeres. Todo un mujeriego de héroe pasó a un sinvergüenza pero besar a LadyA en su residencia y que nuestra querida LadyA fuera testigo de ello fue catastrófico, yo estoy aquí esperando con ansias la fiesta de compromiso, espero que pasa ¿Ustedes creen que asistirá? O será puesta en la lista negra de la hija del vizconde de lexington.
Sonrió victoriosa y aquello sin duda causaría revuelo, recogió sus pertenencias antes de marcharse, dio una última mira antes de marcharse. Soltó un grito al encontrarse con aquel Duque, demonios y todo se ha ido al demonio pensó.
—Tú —susurró entre sorprendido y divertido, tal vez para evitar que aquella boda fuera más sencilla de lo que pensaba—. Creo que necesitamos hablar, usted y yo, mi lady.