Todo había ocurrido tan rápido que aún no podía creerlo... Creía que sus amplios y vastos conocimientos sobre vampiros serían suficientes, pero se había equivocado notablemente. Esta vez, no estuvo lo suficientemente preparado. Este ejemplar era demasiado fuerte y diferente a muchos otros a los que se había enfrentado. Quizás algo los había vuelto más astutos, inteligentes y resistentes.
¿Pero en qué rayos pensaba? ¿Adónde lo conducirían esas cavilaciones? Debía preocuparse de inmediato por esa rebelde joven que había sido llevada por la vampira. Quizá por su grave incompetencia, la culpa lo carcomería de por vida al saberla ya muerta. Lo último que vio de ambas fue cómo la jovencita empujó a ese ser nefasto cayendo las dos hacia el vacío.
Tobias se acercó con profunda lamentación hasta el balcón de la cúpula y contempló apesadumbrado hacia abajo. La biblia en sus brazos era aprisionada con todas sus fuerzas mientras no detectaba señales de vida allá afuera. A esas horas de la noche, el exterior de la fábrica y la ciudad completa se hallaban en absoluto silencio. El frío viento resoplaba y alborotaba su cabello al tiempo que un espeso vaho brotaba de su boca. Un abatimiento se cernió sobre su alma en el instante en que se persignó y se sintió culpable por la muerte de esa inocente.
Una nueva bocanada de viento desordenó sus cabellos para cuando creyó detectar una serie de pasos provenientes desde alguna parte. No creía que el dueño se atreviera a acercarse después de que había impuesto con rotundidad sus propias condiciones. Tobias creía que solo tendría que encauzar el camino adecuado para alejar a los espíritus de la fábrica, no enfrentarse a vampiros hambrientos y sedientos de sangre. Los pasos se volvieron cada vez más cercanos y entonces, cuando el investigador se volteó, su rostro se llenó de asombro al ver a la joven que había caído por los aires y, que a estas alturas, la consideraba absolutamente muerta.
—¿Tú? ¿Cómo has sobrevivido? —preguntó lentamente consternado. Sus ojos la recorrieron, sobre todo a la altura del cuello, buscando evidencias visibles de heridas o mordiscos—. ¿Estás bien? —apenas logró pronunciar.
La joven solo asintió en respuesta.
—¿Qué pasó? ¿Cómo es posible que estés aquí? —Tobias la atacó a preguntas—. Vi claramente cómo ese monstruo te arrojó al vacío. Deberías estar muerta.
—Pero no lo estoy —la jovencita endureció la voz—. Creo que… simplemente, sobreviví —añadió con simpleza proporcionándose calor con los brazos. Ella desvió la mirada mientras Tobias reconocía la rudeza de su propia voz y el gesto vulnerable de ella.
—Lamento... haber intentado atacarte —dijo el investigador al cabo de un rato. Y así se ganó la atención de la chica—. Pero cuando te encontré aquí no sabía quién eras ni a lo que me enfrentaba —añadió mirando a su alrededor—. Mira nada más este desastre... —supervisó la estancia en la que se encontraban.
Tobias recorrió con ojos astutos el lugar concentrándose en cada detalle a su alrededor. Desde los cuerpos inertes y suspendidos desde el techo por medio de arneses hasta ese perturbador ataúd de madera situado en el centro de la estancia. No le quedaban dudas de que esa vampiro había absorbido la sangre de todos esos seres. Aquella notable cantidad de cadáveres debía permanecer allí desde hacía meses y fue quizá lo que la mantuvo satisfecha como para no atacar directamente a los empleados de la fábrica.
Se acercó con pasos valientes y supervisó el ataúd con minuciosidad. Olía a bastante moho y a humedad. Sin lugar a dudas se trataba de una vampiro. El cofre tenía amplias dimensiones, adecuadas para un ejemplar de su tamaño, lo cual incluía a sus grandes y elásticas alas. Todavía podía recordar cómo se retorcía a causa del contacto de su piel con el agua bendita y cómo esta corroía su piel y sus tejidos. La presencia de la joven detrás suyo le hizo ser consciente de su intervención en la contienda. Aún no se explicaba cómo podía estar viva o estar allí antes que él si la única alternativa para acceder hasta ese punto eran las escaleras. Sin embargo, lo más importante era que se hallaba sana y salva, en perfectas condiciones diría él.
Tobias la miró de reojo y la analizó en completo silencio. Ella no parecía conmocionada ni alterada en ningún sentido y, ni siquiera lo que había en esa habitación, parecía inquietarla. Lucía imperturbable con su cabello oscuro suelto y sus manos ocultas debajo de la chaqueta de cuero. Ahora que la veía bien, creía recordar su rostro. Era una de las trabajadoras de la fábrica.
Lo cierto era que, desde que se había decidido a combatir el mal sobrenatural, había permanecido bastante solo en su ocupación. Había tenido algún que otro compañero esporádico a su lado, pero al final, casi todos terminaban locos y completamente desquiciados, pues se necesitaba a alguien que tuviera verdadero temple para comprender y soportar las cosas inexplicables que existían en el mundo. Quizá solo fuera una corazonada, pero esta joven parecía una buena candidata para ello.
Tobias dejó de inspeccionarla, se dio completamente la vuelta y entonces se ganó la atención de la joven.
—¿Cuál es tu nombre?
—Jade. Jade Ryan.
—Jade, ¿sabes lo que es esto? ¿Sabes qué fue lo que te atacó? —señaló hacia el ataúd.
—Por supuesto —respondió ella—. Un ente vampírico.
Fue exactamente la respuesta que imaginó y también esperó de ella, Tobias no pudo evitar sonreír en consecuencia. Muchos humanos aún se negaban a creer en la existencia de estos seres aun cuando había pruebas irrefutables y que estaban a la vista de todos de que convivían con la humanidad en el presente. El mundo actual se tornaba cada vez más oscuro y peligroso, y si los valientes no estaban dispuestos a defenderlo, era probable que el Homo Sapiens desapareciera o al menos dejara de ser la especie dominante en los años siguientes. Era prioritario unir fuerzas.
—¿Sabes qué es la oscuridad?
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Editado: 12.10.2024