Lo mejor de mí: soy buena juzgando a la gente.
Lo malo: soy demasiado fácil de convencer.
—Debimos traerte desde hace años por tu primera arma. Sé que Esmeralda dijo que debíamos mantenernos en el castillo hasta que ella volviera, pero estar tanto tiempo sola ahí debe ser asfixiante —anuncia Jane, quien lidera el grupo.
—Esperemos que Amice no nos delate —continúa Nathaly, preocupada —, no parecía estar feliz cuando nos vio salir todos juntos.
—No estoy desobedeciendo, técnicamente—digo yo —. El mercader está dentro de la ciudad de Jirllenton, así que no estaremos a las afueras, en realidad.
—Eres toda una rebelde —sonríe Jane, la chica de cabello oscuro y piel dorada, como la arena —, eso merece un premio.
—No me trates como a una mascota —le recrimino.
Cuando nos detenemos, veo que estamos en la herrería más grande de todo el mercader. Es un lugar bastante concurrido, por lo que hay gente por doquiera, desde comerciantes hasta soldados del ejército jirllentoniano. Hoy hay bastante gente, especialmente, probablemente por la Coronación del príncipe, la cual tendrá lugar muy pronto. Cuando nos detenemos, veo que nos hemos detenido con los herreros. Entramos al establecimiento, Jase y yo nos quedamos por la entrada, mientras que Jane y Nathaly van a hablar con un hombre robusto y alto, quien, al parecer, es el jefe del lugar.
—¿Estás bien?
Jase me mira curioso, con el ceño fruncido y ese par de ojos avellanas enterrados en mi dirección.
—¿Por qué de repente todos me hacen esa pregunta? Estoy bastante bien —me encojo de hombros.
—Has estado así desde hace varios días —replica —. ¿Es por Esmeralda? Ella estará bien, mi madre y la tuya saben cuidarse bien.
Antes de que logre decir una palabra, la voz de Jane me interrumpe. La miro avanzar hacia nosotros mientras sostiene varias armas. Un arco hecho de acero y cedro, con un par de graduados que no me pasan desapercibidos. Es el emblema de la gran nación de Agua, Eralia: el Gran León de Occidente. Lo siguiente es una aljaba con alrededor de más de una docena de flechas y, finalmente, una daga y un cinturón para esta.
—Sé que aún no es tu cumpleaños, pero quería adelantarme —en ese instante, lleva el arco a mis manos y luego de inspeccionarlo, me da la daga —. Sé que dijiste que iniciarías tu instrucción como Sacerdotisa en la nación del Viento, pero créeme, Amber, en los tiempos que vivimos, lo mejor que podemos hacer es saber cómo pelear. Después te enseñaré a usar otro tipo de arma, así que el arco es una buena opción, por ahora.
—No tengo palabras… —reconozco —, son preciosos. Incluso están graduados con el emblema de la nación de Eralia. No sé… cómo agradecértelo.
—Puedes agradecerme usándolos como se debe —responde ella, complacida—. Te enseñaré yo misma, lo prometo.
Pero antes de que emita sonido alguno, un estruendo nos sacude detrás y de repente, seguido de una serie de gritos que provienen de afuera, los hombres salen del lugar, armados. Jase me toma del brazo y nos mantenemos alejados de las salidas principales, ya que podría ser el caso de un ataque nuevo por parte de los Greinlods. Jane y Nath se acercan a las puertas y pronto la alarma se aleja, ya que parece que se debió a una riña entre comerciantes y nada más. Al parecer, ha sido un pleito porque “accidentalmente” se liberaron una gran cantidad de halcones blancos. Cuando salimos y nos acercamos a Jane y Nathaly, en medio del bullicio, veo algo más en el camino, o, mejor dicho, veo a un grupo de personas alejándose en el camino, como si nadie más pudiera verlos.
Son un grupo de personas, todos ellos usan capas negras y caminan a prisa, sin embargo, nadie parece notarlos. De repente, cuando uno de ellos se voltea, mi corazón da un brinco y siento una pulsación en el pecho cuando veo ese rostro. No puedo describir sus características, pero puedo distinguir que se trata de un hombre, un hombre de ojos verdes y cabello oscuro.
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Editado: 18.07.2024