La Insana Ilusión

LA INSANA ILUSIÓN

Ya estoy muy cansado de mi monótona vida, me siento incompetente ante los cambios tecnológicos del día a día, mi único hijo viviendo en el extranjero y mis deseos por revivir los años de gloria que jamás volverán me dan mil y un ideas para darme un chapuzón entre miles de fantasías de las que me hablan mis sobrinos sobre lo que ven en Facebook y en las famosas redes sociales que desconozco. El despertar me pesa, el deporte me ha acompañado porque me prometí desde que estaba muy joven nunca ser un hombre que al llegar a viejo se dejará descuidado y panzón y al parecer hasta el día de hoy lo he cumplido, mi esposa raya en la línea de la “perfección” y no se da cuenta que necesito más aventura y espontaneidad ocasionalmente o solo tratar de llevar mi legado y mi historia más allá de lo que jamás imagine y a donde siempre quise.

Desde que la conocí hace ya cuarenta y cinco años me aleje de todo lo que era mi vida en aquella provincia calurosa y fértil donde de pequeño corría por las calles con mis primos, hijo único de una familia sencilla perteneciente a un creciente grupo de pequeños soñadores que buscaban dar el salto a todo lo que estaba en la zona, quería dejar todo lo de mi provincia y al conocerla me di cuenta de que era posible así que me aventure. Ahora, cuarenta y cinco años después de ese día me siento cansado, y a pesar de amarla tengo deseos de moverme más allá de una caminata en el parque o de los desayunos habituales diarios, me miro en el espejo todos los días para ponerme el juego de prendas que utilizaré durante el resto del día y me es difícil no sentirme con ganas de ponerme algo fuera de lo que habitualmente visto, algo no tan almidonado, unos pants, por ejemplo. Estoy jubilado hacía más de una década, y fui un hombre intachable no fallando a mi único hijo ni a mi esposa, diariamente del trabajo a la casa y viceversa entregando a mi familia todo el fruto de mi esfuerzo, justo ahora siento deseos de querer hacer cosas diferentes, cosas que nunca hice y que un hombre de 68 años no está acostumbrado a hacer, quiero grabar música y experimentar con sonidos extraños y nuevos, el jazz es bueno pero siento que se podría generar más que ese sonido metálico improvisado, me estoy consumiendo y esto me hace sentir muerto en vida. Mi hijo es un gran catador de vinos en España y en un año acudimos a visitarlo una o dos veces, es algo complejo pero es poco de lo que me mantiene al día con la actualidad, tengo un teléfono moderno que me da las noticias y me mantiene fresco, me encargo de que mi pasión que es todo lo referente al café me permita trascender como una marca reconocida en la zona, no quiero llegar más allá de los clientes a los que habitualmente les distribuyó pero quiero hacerlo de una manera clave y especial.

Mi rutina comienza con el baño matutino de agua fría acompañado de un desayuno no más tarde de las ocho de la mañana, mi esposa y yo estamos acostumbrados a despertarnos no más tarde de las seis treinta de la mañana, incluso después de que Manolo (nuestro hijo) dejara de ir a la escuela ya hace más de una década de eso, de alguna manera eso nos hace dormir temprano, anteriormente leía el diario impreso pero ahora leo el boletín de la página del diario local y de Excélsior en el teléfono celular, preparó etiquetas y me siento a checar los pedidos, quejas, reclamaciones y correos de clientes que llegan al buzón electrónico del correo, sentado en mi estudio donde guardo todo eso que me trae a la mente los mejores recuerdos de mi vida, no demoró más allá del medio día en lo que revisó la correspondencia electrónica y la preparación de los pedidos, en ocasiones salimos de compras al mercado. Aurora y yo creamos un vínculo más allá del amor de pareja, es como si se tratara de una equidad de amor y protección, yo la cuido y ella a mí, no me molesta en lo más mínimo, por el contrario, me encuentro más que cómodo.

Pasamos en la casa ordenando, debatiendo, planeando, y en ocasiones paseando, todas las tardes contamos con un paseo que nos permite hacer un poco de ejercicio y ver lo que acontece calles a la redonda donde no existen reporteros,  la rutina es la misma así sea sábado o domingo, en ocasiones salimos a comer a algún restaurante o invitamos a comer a alguien a casa, siento hasta el día de hoy que si yo faltara, la gente que me rodea no extrañaría nada de lo que soy, siento también que si yo ya no me encontrara aquí tampoco extrañaría ni a los testigos de Jehová que pasan cada mañana dominical para promulgar su palabra, tampoco extrañaría al cartero que me trae mi estado de cuenta, nadie llorará mi muerte más que mi esposa y mi hijo, no tengo un motivo de vida lo bastante fuerte que me haga no querer seguir con esta vida y no se trata de una mentalidad suicida, porque si me dieran a elegir entre vivir o morir tenlo por seguro que escogería vivir, aun me quedan cosas por vivir o al menos por querer vivir, no tenemos mascotas ni nietos, ningún entenado, nadie que nos visite salvo un par de vecinos que no dejan de obsequiarnos una sonrisa aparente y efímera entre nuestra rutina diaria.

Una mañana de abril en medio de un calor matutino camine al lavabo del baño y hasta ese momento no había tenido la necesidad de usar mi boca ni para decir “buenos días”, después de casi medio siglo de despertar con alguien, en ocasiones se te olvidan esos detalles, esa mañana fue una de esas olvidadizas ocasiones y ya frente al espejo que está sobre el lavabo del baño donde están ambos cepillos de dientes,  llene de pasta dental mi cepillo, y me dirigí a cepillar mi dentadura que es motivo de orgullo ya que es mi auténtica dentadura desde siempre, no pude, algo me lo impedía y es que al tratar de abrir la boca sentía como si mi boca tuviera una goma enorme, pero no había nada, mi lengua lucía normal, al menos en el espejo. Esa sensación persistía y no me dejaba ni tragar saliva, así que en vez de cepillar mis dientes tome un poco de agua para hacer gárgaras y ver cuál era el resultado, aprendí que hay que ir de lo complejo a lo básico y mi enorme esperanza de persona mayor me hacía pensar que con un poco de agua posiblemente pasaría, pero no, no hablaba aún, pero al intentar articular palabra, de inmediato jale una bocanada de aire para gritar <<¡Aurora!>>




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