La Jugada Perfecta {1}

Capítulo 4

GABRIELA

El auto se detuvo, rodeado por los hombres de Dante Moretti. Los cristales estaban cubiertos por el reflejo de las armas apuntando directamente hacia nosotros. Sabía que quedarnos dentro solo haría la situación peor.

—Luca, no tenemos opciones. Tenemos que salir. —mi voz apenas salió, ahogada por la tensión.

Luca asintió, aunque su mandíbula estaba apretada por la rabia y la frustración. Bajó el arma con movimientos lentos y me miró por el espejo retrovisor.

—Haremos lo que pidan, señora Ricci, pero no se mueva más de lo necesario.

Respiré hondo y asentí. No había espacio para el orgullo ni para desafíos innecesarios. Esto era cuestión de sobrevivir.

Luca y Matteo salieron primero, con las manos en alto. Uno de los hombres de Moretti, un sujeto con una cicatriz en el rostro, se acercó al auto y golpeó el cristal de mi puerta.

—Baja. Ahora.

Abrí la puerta con movimientos lentos, sintiendo las miradas pesadas de los hombres que nos rodeaban. Mis pies tocaron el suelo, y el frío del asfalto se coló a través de mis zapatos. Levanté las manos como ellos, intentando mantener la calma, pero mis piernas temblaban ligeramente.

Todo pasó en cuestión de segundos.

—Dante Moretti quiere verte, —dijo el hombre de la cicatriz, su mirada fija en mí como si fuera un depredador observando a su presa.

Mi corazón latía tan rápido que pensé que todos podían oírlo. Antes de que pudiera responder, escuché el sonido metálico de armas siendo aseguradas. Luca y Matteo estaban arrodillados, desarmados, rodeados por los hombres de Moretti.

—Esto es un error. Podemos hablarlo— comenzó Luca, pero no terminó la frase.

El disparo fue seco, brutal, rompiendo el aire como una tormenta. Matteo cayó al suelo, su cuerpo quedando inmóvil mientras un charco de sangre se expandía rápidamente bajo él.

—¡No! —mi grito salió desgarrado, un reflejo de la desesperación que sentía al verlo caer.

Intenté avanzar hacia él, pero uno de los hombres me empujó hacia atrás con la culata de su arma.

—Quédate donde estás, muñeca. —La voz de la cicatriz era fría, sin rastro de compasión.

—Por favor, no les hagan daño. Yo iré con ustedes, pero no los lastimen más, —dije, tratando de mantener la calma mientras miraba a Luca, que seguía vivo pero completamente vulnerable.

—Muy tarde, cariño. La única orden fue llevarte viva y matar a todos a tu alrededor, —respondió el hombre, sonriendo de una manera que me hizo sentir náuseas.

Otro disparo resonó, y esta vez fue Luca quien cayó al suelo. Su cuerpo se desplomó al lado de Matteo, y su mirada, antes tan firme, quedó vacía.

Me quedé paralizada. Quería gritar, llorar, pero el shock me dejó inmóvil. Mis piernas no respondían, y sentí como si todo el aire hubiera sido expulsado de mis pulmones.

—Bien, ahora viene lo divertido, —dijo el hombre con cicatriz mientras guardaba su arma.

Antes de que pudiera hacer algo, sentí unas manos ásperas que me jalaban hacia atrás. Intenté resistirme, pero eran demasiado fuertes.

—Déjenme... —mi voz salió apenas como un susurro mientras intentaba apartarme.

Uno de los hombres sacó un trapo húmedo y lo presionó contra mi boca. El olor químico me invadió, y el mundo comenzó a girar. Luché, pateé, pero mi cuerpo estaba perdiendo fuerza rápidamente.

Mi visión se nubló, y todo se volvió negro mientras mi mente se hundía en la oscuridad.




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