La Lista

Capítulo 08

Era de día, la celebración de año nuevo pasó y Alma, ahora acostada en su cama, recordaba muy poco del evento, pero tenía algo muy claro y eran los reproches de Nico cuando la dejó en su casa, solo por no estrenar la lencería que le regaló, según el rubio, ella había desaprovechado una oportunidad valiosa con Bracco, todo por emborracharse con solo unas cuentas copas del delicioso trago que había probado por primera vez.

Con lo que había pasado la noche anterior, Alma reconoció que tenía que agregar y marcar algunos ítems en su lista; al pensar en la ropa de ayer, hizo que recordara que desde meses atrás Nico intentaba realizar un cambio drástico dentro de su guardarropa, sin embargo, ella se salía por la tangente alegando la falta de tiempo y la proximidad en la fecha de presentación de la nueva colección, de ese modo hacía que el rubio se retirara jurando que volvería a insistir después de que todo terminara, pero la castaña le concedió un gran avance que obtuvo su amigo horas atrás al conseguir que ella usara lo que usó.

Aún recostada en su cama, la castaña recordó los momentos compartidos con todos sus compañeros, pero sobre todo con Mauricio Bracco, meditó el interés que había notado en Nico, en que ella y Bracco estuvieran juntos el mayor tiempo posible, evocó las veces que el rubio había desaparecido cuando ambos estaban juntos hablando de cualquier detalle del desfile y con sus reclamos del día anterior había confirmado sus sospechas.

Alma lo pensó un poco y se decidió por agradecer a Nico por esos momentos, ya que gracias a eso la joven comenzó a conocer el verdadero amor que el italiano tenía por su empresa; rememoró el día en que conoció a Bracco, todo altivo, apenas y le había dirigido la mirada cuando la entrevistó y la contrató, del grupo de chicas que habían asistido a la entrevista, solo ella había quedado, aunque en ese momento no tuvo claro el por qué, ya la señora Inés, quien fuera la secretaria de Mauricio en esa época, se lo aclaró. Ya con esa primera impresión, la joven creyó que para Mauricio Bracco lo importante era el dinero, pero ahora Alma tenía algo claro, que al parecer Bracco tenía corazón y ella pensó que podría gustarle mucho conocer más sobre él.

Alma sacudió la cabeza, se dijo que debía quitar esas ideas ridículas de la cabeza y mejor agradecer el tiempo compartido con Mauricio que se habían convertido en algo significativo para ella, dejándose claro que todo se debía al trabajo que venían realizando juntos, aunque para darse ánimos se dijo que era tiempo juntos al fin del cabo y todo gracias a cierto rubio, la castaña se reconoció que comenzaba a mirar a Bracco con otros ojos y si era sincera con ella misma, cuando lo conoció se había quedado fascinada con su porte y su profesionalismo.

Mientras pensaba en Bracco y en el sueño que había tenido, con él como protagonista, dieron un par de golpes en su puerta que la sacaron de su ensimismamiento.

—Mi cielo, ¿estás despiertas? —habló Concepción, entrando a la recámara.

—Mami, ¿acabas de llegar? —preguntó Alma, entrecerrando sus ojos.

—Este… sí —respondió la mujer mayor, avergonzándose de su respuesta.

—¡Eso, picarona! Al parecer hiciste caso a los consejos de Nico —exclamó la castaña, sentándose en su cama.

—¡Ay, por dios! ¿Qué forma de hablar a su madre es esa, muchacha? —interrogó Concepción, fingiendo estar molesta y sentándose a un lado de su hija.

—Disculpe usted, señora, en todo caso —dijo Alma, seria—, ¿cómo pasaste la noche? Pillina. ¡Ah! Y por favor, me evitas los detalles cochinos —concluyó con una sonrisa socarrona.

—Esos no te los cuento ni loca, hija, lo único que te puedo decir, es que soy feliz, mi pequeña —contestó Concepción, dando un largo suspiro.

La sonrisa que Alma tenía en su rostro, desapareció y fue reemplazada por una mirada melancólica, aunque su estado de ánimo había cambiado drásticamente, la verdad era que estaba feliz por su madre, era una cosa menos en su lista y algo que volvía a su realidad, el tiempo se acababa y ella aún no sabía sobre la misión.

—¿Qué pasa, hija? —interrogó Concepción, preocupada al ver el rostro de Alma.

—Nada, mamá, ¿por qué lo preguntas? —habló la castaña, tratando de sonreír de nuevo.

—Cambiaste de ánimo en cuanto te dije que era feliz, pensé que tú te alegrarías por mí al saberlo, pero creo que aún no estás preparada para que yo comience una nueva relación, creo que lo mejor será terminar las cosas con Luis, seguro debes estar pensando que me olvidaré de tu padre si soy feliz con Luis, ay no, hija, no vayas a pensar es, por favor




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