En cuanto llegaron al lado del vehículo, Mauricio tuvo que bajar a la joven que estuvo pataleando y protestado todo el camino desde el interior de la fiesta, ya que con tanto movimiento y la ingesta de alcohol sintió deseos de vomitar; en cuanto la castaña pisó el suelo, se dobló sobre su cuerpo y devolvió todo el contenido de su estómago.
Mauricio la sostuvo de la cintura para evitar que cayera, ella, todavía mareada por los tragos y débil por lo ocurrido, reposó la cabeza sobre el pecho del hombre, él, la ayudó a subir al BMW negro, la acomodó en el asiento trasero y dado su estado de somnolencia, se quedó dormida al instante.
Mauricio condujo hasta el departamento en el que se quedaba cada vez que llegaba a París, Alma lo había evadido durante toda la semana y él se había prometido aprovechar cualquier oportunidad que consiguiera para conversar con ella, ahora debía esperar a que pudiera hablar.
El italiano ingresó al departamento con la joven en brazos, que por instinto se acomodó entre sus brazos, la ubicó en su cama y le sacó los zapatos; la joven llevaba un vestido ajustado en color negro que parecía poder salir jalándolo por los pies, Mauricio meditó un momento observando a la joven que yacía dormida sobre su cama.
Tras pensarlo un poco, fue hasta su closet y sacó un polo que utilizaba de cuando iba a correr, llegó hasta la joven y la ayudó a sentar, ella dio manotazos al aire alejando al intruso que interrumpía su sueño.
—¡Eh! Tranquila, cariño, solo quiero ponerte cómoda para que puedas dormir fresca —susurró el hombre, con calma para no espantarla.
Alma se dejó hacer, después de colocar la cabeza y los brazos, Mauricio dejó el polo remangado hasta la altura del corpiño, colocó a la joven boca abajo y procedió a abrir el cierre del vestido y de inmediato abrió los broches del brasier negro que ella llevaba, con los brazos de la joven por encima de su cabeza, bajó el vestido poco a poco con la joven acostada sobre sus pechos, jaló despacio el vestido, además del polo que iba ocultando el esbelto cuerpo de la chica.
Alma intentó volverse sobre su espalda varias veces, lo que dificultaba la tarea de Bracco que comenzó a sudar de los nervios, agradeció el hecho que de la joven hubiera bebido, eso le facilitaba un poco el trabajo, aunque no era mucho en realidad.
Luego de casi media hora de labor pudo terminar, se levantó de la cama, quitó el edredón debajo de la joven y procedió a taparla, cuando Mauricio se levantaba recibió el dorso de la mano de Alma sobre su rostro, la joven se dio la vuelta sin que a él le diera tiempo a reaccionar.
Se paró por completo, sobando su mejilla herida, se quedó observando a la protagonista de sus sueños en la última semana, se veía tan hermosa, sonrió al pensar en todo el trabajo que le dio el cambiarle de ropa, ya que se movía demasiado cuando dormía; ahora tenía una pierna descubierta porque abrazaba el edredón con el cual hacía solo unos minutos la había tapado.
La siguió observando, indeciso en si moverle la pierna para sacar el edredón o solo dejarla como estaba, mientras lo pensaba se fue a su closet y sacó ropa para que él se cambiara, pero primero iría a darse una buena ducha, pero de agua fría, ya que había comenzado a sentir calor debido al esfuerzo y a algunos pensamientos que todavía lo invadían recordando los sueños de esa semana.
Cuando regresó junto a la joven, ella se había vuelto a mover, Mauricio agradeció al cielo por tal acto porque con ese movimiento se volvió a tapar el cuerpo con el edredón que antes había abrazado.
Mauricio tuvo la tentación de acercarse a la joven para besarla, pero recordó el anterior golpe y lo mejor que pudo hacer fue salir de su recámara con la intención de descansar en el cuarto de huéspedes.
A la mañana siguiente, Alma sin abrir los ojos, se estiró todo lo largo de la cama en la que se encontraba, sintió las sábanas suaves y al aspirar el aire, le llegó un olor a limpio con una mezcla de una fragancia amaderada, volvió el rostro a la almohada y aspiró de nuevo todo el aire que le cabían en los pulmones para distinguir el aroma de aquella fragancia que le recordaba a alguien.
Tras unos segundos de volver a aspirar aire, abrió los ojos de golpe y dando un grito agudo se sentó en la cama, había recordado a quien le pertenecía aquella fragancia tan particular.
Mauricio que hacía solo unos minutos había terminado de darse una ducha en el baño de su recámara, salió apresurado al oír el grito de la joven.
Alma volvió a gritar cuando se dio cuenta de la presencia del hombre delante de ella, vio el rostro preocupado de Mauricio y cuando bajó la vista a su cuerpo, pudo darse cuenta de que el hombre se encontraba desnudo, ella gritó de nuevo y se tapó el rostro con la almohada que hasta hacía unos minutos había estado olisqueando.
Mauricio al ver la reacción de Alma, se miró el cuerpo y pudo darse cuenta de su error, corrió al baño por la toalla que había olvidado y al salir, vio a la joven que hacía sonidos con la almohada sobre su rostro.
—Ya puedes quitarte esa almohada del rostro —habló Mauricio, dirigiéndose al closet.
La joven bajó la almohada con cuidado teniendo los ojos bien cerrados, lo primero que hizo fue abrir un ojo y al ver que no había nadie delante de ella, abrió ambos ojos y miró hacia el lugar en el que hacían ruido desde el interior.