Mauricio y Nico llegaron al aeropuerto cuando el avión en el que iba Alma despegaba, ambos caminaron entre la multitud buscando algún indicio de la joven, llegaron al mostrador en el cual Alma debía realizar el chequeo para su regreso a Nueva York, miraron buscando a la joven, pero no había ni rastro de ella.
Mientras Mauricio buscaba por otro lugar, Nico se acercó a preguntar si la joven había realizado el chequeo de su equipaje, recibiendo una negativa como respuesta; el rubio llegó junto a Mauricio a comunicarle que Alma no había llegado, el italiano comenzó a desesperarse pensando en donde podría haberse metido la joven.
Tras varias horas de espera y de búsqueda, ambos se dieron por vencidos, Nico había perdido su vuelo de regreso, así que volvió con Mauricio al hotel por sus cosas para después partir con juntos con rumbo a Nueva York.
Habían pasado casi dos días desde que Alma había salido de París y acababa de llegar a Perú, en el aeropuerto, revisó los vuelos que llegaban de Nueva York, buscando el vuelo de su madre, cuando vio la hora de llegaba, tomó la decisión de comprar los pasajes que tenía pendiente para el interior del país.
Viendo la hora, se dirigió a la sala de desembarque para esperar a su madre, en cuanto el avión aterrizó estuvo al pendiente entre la multitud de personas que salían de la sala, tras varios minutos de espera, distinguió a su madre con maleta en mano, esperó ansiosa a que llegara junto a ella y en cuanto estuvieron juntas, se abrazaron después de tanto tiempo sin verse.
—¿Cómo has estado, mi pequeña? —cuestionó la mujer mayor, separando a su hija de su abrazo para limpiar las lágrimas que recorrían su rostro.
—Ahora estoy bien, mamá —respondió Alma, sorbiendo la nariz—, te extrañé mucho —afirmó, volviendo a abrazar a su madre.
—Y yo a ti, mi niña —contestó Concepción, apretando el abrazo y conteniendo el llanto.
Alma se calmó y logró hablar para explicar a su madre que debían tomar un vuelo al interior del país, Concepción aceptó sin rechistar y fueron a uno de los mostradores a hacer el chequeo de su equipaje, cuando terminaron tomaron rumbo a la sala de embarque, pasaron los puntos de control sin ningún problema y después se dirigieron a la sala de espera, estando allí, Concepción se animó a hablar:
—¿Puedo saber a dónde vamos y qué es lo que pasa? —cuestionó, suave.
—Cuando lleguemos te lo diré todo —aseguró la joven, cogiendo las manos de su madre entre las suyas para después dar un beso en cada una.
Tras esa breve charla, Concepción comenzó a preguntar sobre cómo le fue a su hija en el desarrollo de la última semana en París, estaba orgullosa de ella, su niña había conseguido tanto en tan poco tiempo que se sentía feliz, pero también triste porque notaba que no todo iba bien; Alma compartió con ella los por menores referente al trabajo y así se les pasó el tiempo hasta que escucharon la llamada para el embarque de su vuelo.
Tras una hora de viaje, arribaron a una ciudad de la selva, Alma había decido alejarse de todo y pasar el mayor tiempo posible con su madre, decidió que se comunicaría con Nico en cuanto se instalaran en su hospedaje y ella hablara con su madre.
Llegaron a un hermoso lugar alejado de la ciudad, un recreo turístico que contaba con pequeñas cabañas en donde se alojarían, en cuanto entraron a la habitación, deshicieron su equipaje, fue Concepción la primera en tomar un baño, Alma aprovechó el tiempo para llamar a Nico.
El rubio demoró en contestar la llamada y cuando lo hizo sonaba decaído, Alma se identificó y al instante el tono de voz del joven cambió drásticamente, primero sonó aliviado de escucharla, pero después comenzó a despotricar contra ella por desaparecer como lo había hecho y sin avisar a nadie, le reclamó el hecho de no avisar a su madre sobre paradero, el rubio le hizo mención de su visita a Concepción el día anterior, que, aunque la halló tranquila, ella se debía de sentir preocupada por ella.
La joven le explicó a su amigo que ahora su madre se encontraba con ella, que la forma en que había desaparecido era necesaria porque necesitaba resolver algunos asuntos y pasar tiempo con su madre, le dijo que comprendía su malestar, pero que él debía entenderla, que las cosas habían comenzado a salirse de control y necesitaba ese tiempo, que ahora su tiempo sería para su madre, le dijo que dentro de un mes se volvería a comunicar con él, que le dijera a Claudia que la quería mucho y que pronto se volverían a ver.
Concluida la llamada, Alma vio que su madre la observaba desde la puerta del baño y con una invitación le pidió que se sentara junto a ella, cuando estuvieron juntas, la joven abrazó a su madre pensando en la forma adecuada de darle la noticia de que solo tenían un par de meses para estar juntas, empezó a llorar en silencio sin soltar su agarre del cuerpo de su madre, no sabía cómo iniciar, a pesar de que lo había meditado por más de dos días, aún no encontraba las palabras correctas.
Concepción sintió la angustia y el pesar en el abrazo de su hija, se armó de valor y preguntó:
—¿Qué es lo que pasa, cariño? Por favor, cuéntame —pidió alejando un poco el cuerpo de hija y mirándola directo a los ojos.
La joven siguió llorando y se tapó el rostro con las manos, no soportando la mirada melancólica en los ojos de su madre.
—Solo dilo, Alma. —solicitó Concepción de nuevo.
—¿Cómo decirte lo que tengo que decir? —cuestionó la joven, hipando—. Algo tan doloroso que sé que te destruirá —declaró, derramando más lágrimas.
—No temas por mí, hija, puedo ser fuerte, es momento de ser fuerte, por ti, puedo serlo —afirmó la mujer, cogiendo del rostro de su hija y limpiando sus lágrimas.
—¡Dios! ¡Qué difícil es esto! He venido evadiendo este tema desde que me enteré, al principio quise olvidarme y hacer como que no existiera la posibilidad, pero con la fecha tan cerca, lo mínimo que puedo hacer es decirte lo que sé desde hace casi diez meses —expuso, mirando a su madre a la cara—, tendrás que ser muy fuerte, mamá —habló, tomando sus manos—, debes saber que si me he demorado mucho en contarte esto es que quería evitarte sufrimiento.