Alma se tapó la boca con ambas manos al darse cuenta de su error, miró a Nico que se encontraba estático, con los ojos muy abiertos; la joven preocupada por su reacción, lo cogió de las manos y pudo sentirlas frías al contacto.
—Mi rubio, ¿estás bien? Perdóname, por favor, las palabras solo salieron de mi boca, no me di cuenta de lo que dije hasta que lo hice, la idea no era esta —se lamentó ella—, tenía la intención de decirte las cosas de una manera menos brusca —habló a borbotones.
Frotó las manos heladas de Nico para hacerlo reaccionar, pero nada pasó.
—Por favor, Nico, di algo, grita, patalea, lo que sea, pero di algo, el que estés mudo sin decir nada me da miedo —suplicó la joven, cogiendo el rostro del joven.
—¿Cómo pudiste? —balbuceó Nico.
—¿Qué dijiste? ¿Quieres agua, algo?
—Pregunto qué, ¿cómo pudiste hacerme esto? —preguntó Nico de nuevo, más fuerte y soltándose del agarre—. ¿Por qué no me dijiste antes? Todo esto tiene que ver con lo del tumor, ¿cierto? ¡Contéstame! —reclamó, sollozando.
—Lo siento, de verdad —respondió la joven, gimoteando—, yo no quería que las cosas se dieran así, hice todo lo que me dijeron desde el principio, pero ya tenía sentencia desde el primer día.
—¿Desde cuándo lo sabes? ¿Fue por eso que huiste? —interrogó el joven.
Nico se puso a pensar y recordando el primer desmayo de Alma, dijo:
—Pero que estúpido, para que pregunto desde cuándo, si seguro lo supiste desde que saliste del hospital —habló, sarcástico—, cómo pudiste hacerme esto, Alma, negarme el hecho de saber por todo lo malo que estabas pasando, creía que significaba mucho para ti porque tú para mí lo eres todo, eres mi hermana, mi única familia —concluyó, con tono amargo.
Nico lloró, estaba devastado, no esperaba esa noticia, se imaginó mil y una cosas, pero no el hecho de que iba a perder a su castañita sin poder hacer nada para remediarlo. Alma se acercó y lo abrazó, al principio el joven se resistió, sin embargo, se dejó llevar por la tristeza y las lágrimas que su amiga derramaba junto a él terminando muy juntos, observados por los atentos ojos de los curiosos que se encontraban en el lugar.
Tras varios minutos de consolarse mutuamente, Nico hizo las misma preguntas que Concepción hizo en su momento a Alma, después de conversar y hacer entender al rubio que las cosas eran definitivas, decidieron ir al hotel en el cual esperaba Concepción; cuando llegaron y Concepción vio el rostro apesadumbrado del rubio, ella abrió los brazos para recibirlo, Nico soltó la maleta que llevaba con él y corrió como un niño pequeño lo haría a los brazos de su madre, al estar juntos ambos comenzaron a llorar, compartiendo en silencio el dolor que ambos sentían por la pérdida de la persona más importante de su vida.
Tras varias muestras de desconsuelo, Nico hizo su registro en el hotel y los tres subieron a dejar la maleta del joven en su habitación para después pasar a la que compartían Alma y su madre, estuvieron juntos durante horas en las que Alma le enseñó su nuevo trabajo al rubio, conversando sobre lo que harían para aprovechar el tiempo que quedaba para estar juntos.
Llegada la noche, Nico se retiró a su habitación y después de dar varias vueltas por ella, tomó la decisión de realizar una llamada que para él era muy importante. Concluida la conversación, se acostó con una gran sonrisa en el rostro y pensando en el lío que estaba seguro se le formaría con lo que había hecho.
A la mañana siguiente, Nico fue al encuentro de Alma y su madre para que salieran a comer, él propuso no retirarse del hotel ya que se sentía cansado porque no había podido conciliar el sueño debido a la noticia, las mujeres aceptaron y después de comer, decidieron pasar el tiempo en la piscina del lugar.
En todo momento, el rubio estuvo pendiente de su celular por si le llegaba algún mensaje o alguna llamada, también estuvo tratando de tocar el tema de Mauricio con Alma, que lo evadía metiéndose a nadar.
Viendo que la joven no le haría caso, decidió retirarse por un momento a realizar una nueva llamada.
—Hola, ¿ya estás aquí? —preguntó.
Al otro lado de la línea, la respuesta fue afirmativa.
—Bien, en cuanto tiempo crees que llegas aquí —cuestionó el rubio—. Genial, estamos en la piscina, tú llegas y pasas de frente para acá —dijo, después de escuchar la respuesta al otro lado de la línea.
Alma salió de la piscina en busca de Nico, ya que lo había visto retirarse y esperaba que ya no siguiera molesto con ella, pero aún no estaba lista para hablar de Mauricio porque no sabría cómo reaccionaría si lo llegaba a ver, se estaba preparando mentalmente y esperaba que una semana sería suficiente para enfrentarlo.
—¿A dónde fuiste, mi rubio? —cuestionó la joven, en cuanto lo vio aparecer.
—¡Ay! Me diste un susto de muerte, mujer —respondió él, con el celular apretado contra el pecho.
Alma lo miró con suspicacia desconfiando de su actitud.
—¿Qué escondes? ¡Eh!
—Yo, nada, no tengo nada que ocultar.
—Yo creo que sí, con quien te escribías por el celular, ¿nueva presa? —preguntó, levantando las cejas de arriba abajo.
—Oh, claro, nueva presa, lo dejé muy triste porque me vine persiguiendo un alma escurridiza —respondió ceñudo—, ahora —continuó—, Alma, respóndeme algo.
—¡Oh! ¿Sabes que no has dejado de llamarme por mi nombre en toda la mañana? —interrumpió la joven, con un mohín en los labios—. Sé que estás molesto conmigo, pero recuerda que soy tu castañita adorada —prosiguió, batiendo sus largas pestañas.
—Ya deja de hacerme ojitos, que no te vas a escapar de mi pregunta.
—¿Y qué me quieres preguntar, mi rubio bello? —preguntó ella, cariñosa.
—Si tuvieras a Mauricio delante de ti, ¿qué le dirías?
—¿Mauricio? Ya te dije que cuando llegue el momento hablaré con él, no quiero que te metas en esto Nico —advirtió—, cuando lleguemos a Nueva York veré el momento apropiado.