La Lista

Capítulo 21

Concepción y Nico encontraron a Alma dentro de su cama echa un mar de lágrimas, ambos se miraron preocupados e intentaron averiguar el motivo de su estado, la insistencia de ambos fue en vano ya que la joven no decía ni una palabra.

Concepción se quedó con su hija y Nico salió de la estancia para averiguar por otros medios lo sucedido entre su castañita y su querido jefe.

El rubio insistió varias llamadas a Mauricio y cuando por fin contestó, inició su interrogatorio.

—Jefecito, ¿qué fue lo que le pasó a mi castañita? —consultó, preocupado.

—¿No te lo ha dicho ella? Me extraña —respondió, irónico.

—Ella no ha querido soltar prenda, no deja de llorar desde que la encontramos —expuso el rubio, agitado.

—Nico, no te preocupes, a ella no le pasó nada grave, al único que le hirieron el orgullo fue a mí —expresó Mauricio, más tranquilo y preocupado por Alma—, ella ya me dijo lo que le pasa, aún estoy algo desconcertado —explicó.

—Lo entiendo, jefe, yo aún no asimilo la noticia, saber que solo me queda un mes para tenerla conmigo, me mata —afirmó Nicolás, desconsolado.

—Nico, dime, ¿es verdad que todo es definitivo? ¿Sabes si no hay algo que se pueda hacer? —interrogó, acongojado.

Nico mencionó tanto lo conversado con Alma, como con Concepción, mencionando el asunto de la lista pendiente que la joven tenía para cumplir.

—¿Una lista? ¿Y tú conoces su contenido? ¿Sabes que ítems cumplió hasta ahora? —preguntó Mauricio, desentendido.

—Solo sé que ya hizo algunas cosas simples y fáciles que cualquier común del montón puede hacer un fin de semana —explicó el rubio—, sobre los ítems hot, no tengo ni idea si ya los realizó —habló, sin pensar.

—Nico, ¿y hasta cuándo se quedan? —consultó, planeando mentalmente.

El rubio explicó las fechas que tenían previstas pasar en la ciudad para luego viajar.

Se despidieron después de hablar de varios puntos que estaban decididos a cumplir antes que el tiempo se acabara.

Nico llegó al cuarto de la joven y encontró a Concepción consolando a su hija, le hizo señas para saber el motivo del llanto de la joven, pero ella negó con la cabeza.

Alma se durmió al poco tiempo, Nico y Concepción intercambiaron miradas, y haciéndose señas salieron del cuarto con rumbo a la recámara del rubio, estando allí, conversaron sobre la charla del rubio con Mauricio.

Tras mucho pensar, Mauricio decidió viajar al día siguiente para darle espacio a Alma, armó planes en su cabeza en cuanto llegara a Nueva York, llamó de nuevo a Nico avisando su decisión y para conocer el estado de la joven. Hablaron brevemente y se despidieron de nuevo.

A la mañana siguiente, Alma se despertó con un dolor de cabeza intenso, recordó las palabras que le dijo a Mauricio la noche anterior y volvió a llorar desconsolada, lo quería, debía admitir que lo quería, pero no podía permitir que él sufriera por su causa, amar a alguien y perderlo al poco tiempo de estar juntos, no podía, se repitió que no podía hacerle eso.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó Concepción, despertándose.

—Nada, mamá —contestó, hipando—, no pasa nada, es solo que me duele la cabeza —explicó.

—Traeré tus medicamentos —dijo la mujer, dirigiéndose a la estancia de la recámara.

Alma calmó su llanto, al tiempo que Concepción aparecía con varios frascos en las manos, los dejó sobre la cama y le pasó un vaso con agua que estaba en el esquinero, la joven abrió primero un frasco seguido de unos cuantos más que debía tomar para calmar los dolores y seguir su tratamiento.

—¿Qué fue lo que pasó anoche, cariño? —consultó Concepción, después de que su hija tomara la última pastilla.

—Nada, mamá, solo dejé las cosas claras con Mauricio y decidimos no volver a vernos.

Concepción miró a su hija por un momento y sin decir nada, solo hizo un asentimiento con la cabeza en señal de entendimiento.

La joven pasó los días que quedaban con un humor sombrío, Nico no volvió de hablarle de Mauricio y ella se lo agradeció enormemente; llegado el día de regreso a Nueva York, Nico habló con Mauricio horas antes de su arribo a la ciudad.

Al aterrizar, Nico y Concepción convencieron a Alma que se adelantara en busca de un taxi, ya que ellos irían en busca de sus maletas; al salir, la castaña se encontró con Mauricio que tenía en las manos un gran ramo de rosas, en cuanto ella lo vio se puso a llorar, lo había extrañado, los días que estuvo lejos de él fueron un tormento, más aún cuando recordaba las palabras que había dicho para alejarlo de ella.

Mauricio se acercó a ella y acercó una de sus manos a su mejilla para limpiar sus lágrimas.

—¿Qué haces aquí? Pensé que me odiabas —afirmó la joven, entre hipidos.

—Por una estupidez como esa, no señorita, no puedo negar que me dolió un poco el orgullo, pero solo eso, lo importante es estar con la persona que uno ama sin importar el tiempo que eso pueda durar —explicó el italiano, entregando las rosas a la joven.

La joven recibió el ramo y tras una pausa, se abalanzó sobre Mauricio abrazándolo fuertemente para volver a llorar.

Mauricio la abrazó y recordó la última conversación que tuvo con el doctor Román.

—¿De verdad no se puede hacer nada más? —preguntó el moreno, angustiado—. Si el impedimento es dinero, yo tengo de sobra, usted dígame que se hace y busco los medios necesarios para realizarlo —afirmó, con convicción.

—No hay nada, señor Bracco, el dinero nunca fue un impedimento, la señorita Aguirre tiene el respaldo económico del señor Engel y ya se agotaron todos los medios, se lo dice alguien que agotó hasta el último recurso, solo queda darle calidad de vida en el poco tiempo que le queda con nosotros —afirmó el galeno, compungido.

Mauricio intensificó su abrazo, luego levantó el rostro de la joven con una mano y limpió una de sus mejillas con el pulgar, la miró tiernamente y la besó como si el mundo se fuera acabar, aunque para él todo estaba terminando en su interior.




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