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C e r o

¿Te da miedo morir?

Esa fue la pregunta que hizo Sam, el personaje de Natalie Portman en Garden State, justo antes de gritar dentro de una cueva y decir que a veces hay que hacer cosas sin sentido para sentir que estás vivo.
Tenía doce años cuando vi esa escena por primera vez. Estaba sola en el salón, con una manta hasta la nariz y un bol de cereales ya blandos entre las manos. No entendí del todo lo que quería decir, pero esa pregunta se me quedó clavada. Como una astilla en el pensamiento.

¿Te da miedo morir?

Durante años, cada vez que la vida se ponía rara cuando me enfermaba, cuando alguien se iba, cuando el silencio pesaba más de la cuenta esa frase volvía. Y yo me la repetía en bucle, como si algún día fuera a tener una respuesta definitiva.

Mi respuesta fue cambiando con el tiempo.

Cuando era una cría, por supuesto que me daba miedo morir. A quién no. Me imaginaba la muerte como un monstruo con reloj de arena, como en los dibujos. Me aterraba la idea de desaparecer, de no volver a ver a mi madre, de no saber qué había después. Me daba miedo no haber hecho nada importante. No haber besado a nadie. No haber dejado huella.

Luego crecí. Y el miedo se volvió más sutil. Más silencioso. Ya no era un monstruo, era una cuenta atrás invisible. Un “ya lo haré mañana” que se repetía demasiado. Un “no pasa nada” que escondía todo lo que sí pasaba.

Y ahora… ahora que sé exactamente cuánto tiempo me queda, la pregunta ya no es si me da miedo morir.

La pregunta es:
¿me atreveré a vivir de verdad antes de que se acabe el tiempo?

Porque me quedan 92 días.
Y esta vez, no pienso dejar que el miedo decida por mí.

Nota de autora:

La vida es breve.Tan breve como una carcajada que se escapa, como un abrazo que dura segundos pero se recuerda toda la vida.Nos pasamos los días corriendo detrás de metas, de rutinas, de promesas que a veces ni siquiera son nuestras.Y en ese correr, olvidamos lo esencial:las personas que nos esperan sin prisa.

Este libro nació de una verdad que me golpeó el alma:el tiempo no se detiene, pero el amor sí puede hacerlo eterno.Y no hay amor más profundo que el que se cultiva en casa, entre conversaciones sin filtros, entre silencios compartidos, entre miradas que dicen "aquí estoy".

A veces creemos que tenemos toda la vida para decir "te quiero", para visitar a mamá, para escuchar a papá contar la misma historia por décima vez.

Pero no.

La vida no espera.

Y los momentos que no vivimos con quienes amamos... no vuelven.

Por eso, mientras lees esta historia, te invito a hacer una pausa:

A llamar a alguien que extrañas.

A sentarte a cenar sin mirar el reloj.

A abrazar más fuerte, a escuchar más lento, a amar más consciente.

Porque al final, lo que realmente importa no es cuánto tiempo tenemos...sino con quién decidimos compartirlo.

Con cariño y gratitud,

Sina




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