Una familia marcada por la desgracia
Mi nombre es Elisabeth Krild.
Vivo en un pequeño país escondido en medio de un denso bosque, junto a mi hermana gemela Victoria y mis 10 hermanastras. Aquí, en este pueblo olvidado, ni mi hermana ni yo somos bienvenidas. ¿Por qué? Es la misma pregunta que me hago todos los días.
Victoria y yo somos hijas de un hombre al que ni siquiera conocemos. Un hombre del que solo sabemos rumores.
En el pueblo dicen que fue un forastero, un hombre extraño que trajo consigo una maldición. Las mujeres cuchichean sobre su apariencia:
“Hermoso, pero peligroso”, dicen.
“Tenía el cabello negro como el carbón, un ojo de color violeta y el otro amarillo, piel tan pálida como la de un fantasma y un cuerpo musculoso.”
Lo deseaban todas, pero él solo se fijó en mi madre. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Ni siquiera yo.
Mi hermana Victoria y yo no nos parecemos en nada.
Ella es elegante, femenina, de piel pálida y ojos violetas tan intensos que casi te hipnotizan. Su cabello color miel le llega hasta la cintura y su porte delicado la hace ver como una muñeca de porcelana.
Yo, en cambio, soy su opuesto.
Mi cabello es negro como la noche, mi piel es morena y mis ojos son de un amarillo brillante que muchos en el pueblo no pueden mirar sin sentirse incómodos. Soy baja, pero fuerte. Delgada, sí, pero con un cuerpo más curvilíneo que el de mis hermanas. No me gusta usar vestidos ni faldas. Prefiero pantalones y correr por el bosque con los chicos.
Victoria es todo lo que la sociedad dice que una mujer debe ser.
Yo soy todo lo contrario.
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Editado: 12.12.2024