La Maldición de Leila

Prólogo

Desperté con los labios secos, garganta raspada y gotas de sudor en mi frente; pero eso no fue lo peor de todo.

Frente a mi, a un par de metros y en una esquina de mi habitación estaba alguien. Me observaba, estaba siendo observada.

Sus largos brazos y ojos enormes se acercaban de a poco a mi, yo no podía moverme, mi cerebro aún no procesaba que alguien venia hacia mi.

— ¿Quién eres? —pregunte, pero me sorprendí al saber que solo fue un pensamiento, nada salía de mis labios, ni siquiera murmullos.

Con cada paso que daba más podía ver su apariencia, podía ver sus largos brazos y sus manos huesudas, su vestimenta hecha pedazos y su larga cabellera negra, pero lo que más me espantó fueron sus grandes ojos rojos, eran dos grandes bolas de fuego, algo sobrenatural y peligroso.

—Pequeña Leila —susurra mi nombre con su voz rasposa. Mi piel se eriza y allí es cuando empiezo a temer, su sonrisa se ensancha y mi corazón late a mil por hora —. Ven conmigo.

Por inercia muevo mi cuerpo hacia el respaldo de mi cama, haciendo un intento de alejarme del espectro pero este salta sobre mi.

Sus manos se moldearon a mi cuello provocándome dolor, gemí, era horrible, sentía como me quemaba.

—Déjame —gimotee casi sin aliento, puse mis manos alrededor de las muñecas de eso intentando safarme de su agarre pero no funciono, era mucho más fuerte.

Cerré mis ojos con pesadez, sentía que pronto me desvanecería.

Abrí los ojos lentamente, esa cosa ya no estaba pero el dolor seguía allí. Toque el area de mi cuello y sentí lo que habían dejado sus manos, corrí rápidamente al espejo y encendí la lámpara de un lado; sus manos huesudas estaban trazadas en rojo intenso y no se irían de allí en mucho tiempo.

Ardía, quemaba el rastro que había dejado en mi cuello; una lágrima se escapó de mis ojos.

La luz de la lámpara empezó a fallar, se prendía y apagaba rápidamente, temí, se apagó completamente en tan solo unos segundos y sentí como una ráfaga de aire gélido choco contra mi cuerpo y junto a él muchas voces llegaron a mi, no me decían cosas lindas; y allí entendí que pronto moriria, que este solo era el comienzo. 



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En el texto hay: fantasmas, sangre, dolor

Editado: 11.05.2020

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