Asther miró hacia la luna, sus ojos parecían tristes y desolados. Había cierto aire melancólico a su alrededor como si encima de sus hombros estuviera el peso del mundo. Mientras miraba hacia el distante cielo oscuro, Asther liberó un suspiro de sus labios.
— Debí romper sus ilusiones — susurró — Debí haber terminado todo. Sólo le causaré dolor, pero…
Dejó las palabras colgantes, solo él sabía cómo se sentía en realidad dentro de su corazón. Las emociones que lo envolvían eran tan conflictivas y contradictorias.
Cuando Asther estaba encerrado en aquel sótano oscuro, encadenado y siendo golpeado, lo único que lo hizo soportar la tortura fue el saber que había alguien que lo estaba esperando.
Mia.
Había anhelado verla, escuchar su voz chillona, disfrutar de su sonrisa y su calor.
En la inmensa oscuridad que era su vida, cuando sentía que estaba a punto de enloquecer debido al encierro, Asther se preguntó muchas veces si Mia lo extrañaba, si estaba preocupada. En algunos momentos, sentía que debía ser así, por lo que se dijo así mismo que debía ser fuerte y no rendirse. Ella lo estaba esperando.
Pero en algunas ocasiones, cuando el dolor de su alma destrozada era inmenso. Asther no podía evitar que su mente se llenara de malos pensamientos. Y ahí es cuando se decía así mismo que estaba siendo ridículo, nadie lo quería, porque ella iba a estar preocupada por él cuando siempre estaba tratando de alejarla.
Nadie quiere a un monstruo.
Nadie quiere a un asesino.
Asther bajó la mirada y contempló sus manos magulladas mientras recordaba las palabras de su ‘padre’.
***
— Espero que el tiempo en el sótano te haya ayudado a pensar con claridad, niño.
El rey Chéster sonrió de manera dura mientras tiraba de la cadena alrededor del cuello de Asther, las cuales restringían su poder y lo arrastraba a sus pies como si de un perro se tratase, no, ni un perro sería tratado de la forma denigrante en la que estaba siendo tratado Asther.
La cara arrugada del rey se encogió debido a la emoción de la sumisión, pasó una mano por sus cabellos rojizos mientras sonreía llenó de malas intenciones. Cualquiera podía ver el placer que irradiaba de sus ojos al mirar al joven arrodillado en el piso.
— No dices nada. Parece que Bastián tenía razón y he sido muy indulgente contigo. Debes recordar muy bien tu lugar. Aunque para el mundo entero eres el segundo príncipe de este reino, debes estar consciente de que solo eres un perro de este trono. — tiró de la cadena con saña —. Espero que no hayas olvidado tu promesa. Dijiste que serías los pies y las manos de Bastián. Prometiste serle fiel a cambio de tu miserable vida, al ver cómo te estás comportando me preguntó si hice bien en perdonarte y no mandarte al infierno con la zorra de tu madre.
El tono de voz de aquel hombre que estaba por encima de todos se agravó, sus ojos grises se volvieron más oscuros, una tormenta se gestaba en su interior. El agarre en la cadena se hizo más fuerte haciendo que los labios de Asther se pusieran blanquecinos debido a la fricción.
— Dime si no vas a cumplir tu promesa, perro. Para acabar con tu miseria y la de esa bastarda — amenazó el rey mientras una sonrisa de lado adornaba su rostro como si no estuviera negociando la vida de una persona sino hablando del clima.
Asther deseaba decirle que lo maté, que ya estaba harto de todo este circo. Pero al pensar en esa ‘niña’, no se atrevió a ser desobediente. Su vida dependía de él. Ella no tenía la culpa de sus errores y los de su padre. No podía ponerla en peligro.
— No la he olvidado — gruñó Asther.
— Eso espero, porque si cometes otro error, no deberías esperar ver otro amanecer — mencionó dulcemente. Luego como si hubiera recordado algo añadió — Los vampiros nos han declarado la guerra, ahora con el cambio de gobernante, parece que quieren hacer lo que se separa demostrar su valor. Ridículos. Muy pronto tú y Bastián se irán a luchar. Sabes muy bien lo que debes hacer, ¿cierto?
Asther asintió.
Debería proteger a Bastián a costa de su vida.
Él lo sabía muy bien. Y aunque se sintiera renuente a hacerlo, no tenía opción. Su vida no le pertenecía.
***
Mientras Asther salía de sus pensamientos no puedo evitar pensar si su deseo de vivir solo era una maldita broma. A veces se sentía tan cansado y no le veía sentido a todo lo que estaba haciendo. Pero no era como si para él fuera fácil terminar con todo cuando la vida de esa ‘niña’ estaba en juego.
Vivir era un martirio.
Morir un lujo.
Todo era tan complicado en la vida de Asther.
Los grilletes que lo ataban eran demasiados que no deseaba ver a Mia envuelta en su miseria. Es solo que era tan difícil hacerlo, se sentía tan renuente a terminar las cosas con ella. Si Asther era sincero consigo mismo no quería alejarse de Mia.
— Debe haber una forma de protegerla — susurró a nadie en particular.
Aunque dijo aquello, su voz se mostró melancólica, después de todo, él estaba consciente de que ni siquiera podía protegerse así mismo, ni a esa ‘niña’ por lo que tampoco podría proteger a Mia. El único camino que tenía era dejarla libre si no deseaba verla herida ya sea por Bastián o por su ‘padre’.
— Quizás esa noche debí dejar que me matará, debí morir yo.
Tras decir aquello, Asther sintió que las heridas en su espalda empezaron a punzar, pero no eran tan dolorosas como las heridas dentro de su alma, las cuales lo envolvían como un monstruo feo y aterrador que quería tragárselo hasta convertirlo en nada. Cuando Asther palpó su espalda la sintió húmeda, al mirar su mano, vio que había sangre. Su rostro permanecía frío como si la sangre en su mano no fuera de él sino de alguien más.
— Veo que papá te dejó libre. — mencionó Bastián a sus espaldas — Mira cómo te dejó. No fue para nada suave.
Aunque su voz sonaba preocupada cuando Asther lo volteó a mirar vio el regodeo en su mirada.
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Editado: 17.11.2024