— Creo que la perdí — dije aliviada.
Al mirar a mi alrededor descubrí que llegué hasta detrás de un puesto de flores, no había tantas personas como en los demás puestos, parecía que no era tan popular tal como los puestos de comidas y juegos.
— Sueña si cree que comeré esas cucarachas. — refunfuñe.
Eso se veía tan asqueroso que aún no podía creer cómo pudieron meterse ese bicho a la boca. De solo imaginar el estómago se me revolvía. Podía estar abierta a nuevas experiencias, pero comer insectos no estaba en mi agenda.
Solté un suspiro mientras volteaba a ver a Asther. Al notar su mirada fija en mi persona, me sentí avergonzada al recordar la estupidez que le acababa de decir. Por lo que me mordí el labio antes de taparle los ojos.
— Ya no me veas — susurré.
— ¿Por qué? ¿Sientes vergüenza? ¿A dónde quedó la chica confiada que dijo que quería ser dueña de mi…?
No le dejé continuar, rápidamente le tapé la boca. Al darme cuenta de la sonrisa en los ojos de Asther, fruncí los labios sintiéndome intimidada.
Cómo le gustaba burlarse de mí.
Era tan malo.
— No te rías. Eso lo dije porque… porque bueno, solo olvídalo, y mejor dime por qué no has respondido ninguno de los mensajes que te envié. ¿Acaso perdiste el celular? — alejé mi mano de sus labios para que me pudiera responder.
Esperé por su respuesta por algún tiempo, pero él no dijo nada, sus ojos que en este momento parecían un mar embravecido se alejaron de los míos como si se hubieran convertido en un estanque de agua.
Así que no contesto mis mensajes a propósito, es decir, que me estaba evitando luego de lo que acordamos ayer.
¿Por qué en el mundo lo estaba haciendo?
Si era por Bastián, ya no le había dicho que no le tenía miedo.
Me sentí frustrada con esta situación. Parece que cuando creía que daba un paso en realidad retrocedo tres pasos más.
Señor, te pedí un amor dulce, no un romance trágico. No quiero ser la próxima Julieta ni tampoco deseaba que Asther se convierta en Romeo.
— ¿No me digas que ya no quieres saber nada de mí? ¿Acaso te arrepientes y crees que soy poca cosa para ti tal como los demás creen? — le pregunté sintiendo mi nariz arder.
No quería llorar, pero me era inevitable.
— No es eso — susurró Asther mientras tocaba mis mejillas.
— Entonces, ¿qué pasa? Si no me dices solo me harás asumir estás cosas ridículas — le dije tomando su mano mientras lo llevaba a un lugar más apartado lejos de las miradas curiosas de los demás.
La noche estaba oscura y fría, desprovista de nubes, la luna brillaba como un diamante en el centro del cielo, demasiado brillante como si en cualquier momento pudiera caer encima de nosotros.
Asther se veía muy apuesto como un caballero de la noche, su ropa abrazaba cada músculo de su cuerpo haciendo que parezca aristocrático, como si a su alrededor hubiera cierto aire de nobleza que lo separa del resto de nosotros los simples mortales. Quizás se debía a su identidad como Alfa pura sangre, después de todo, ahora que había tenido mi ceremonia de transformación, podía percibir el aura de los demás, la energía de los Alfas era diferente de los betas y de los omegas.
Una leve fragancia desconocida acudió a mi olfato, se sentía como una invitación, no, como una tentación.
— Habla conmigo, Asther. No te lo guardes todo para ti — mencioné. — Sé que soy un poco estúpida, solo un poco, o bueno mucho. Pero trataré de entender tu punto. Ya sabes, no soy una persona irrazonable.
Asther levantó una esquina de sus labios ante mi última frase.
— Bueno, si soy irrazonable, pero solo a veces. Sabes suelo ser muy lista cuando me lo propongo. — tras decir aquello me acerqué a él y lo abracé con cuidado al recordar sus heridas — Sé que piensas que me arrastrarás a tus problemas, pero yo estoy dispuesta a saltar si es de tu mano.
No sabía de dónde me salían tantas palabras cursis, quizás de todas esas novelas románticas que leí, pero realmente quería hacer que Asther bajará la guardia y confiará en mí, no quería que me alejará sin darme al menos una explicación.
— Saldrás lastimada — susurró Asther con la voz ronca.
— Ese es mi problema — le dije.
Asther suspiró ante mis palabras mientras estrechaba sus brazos alrededor de mi lado como si quisiera fundir su cuerpo con el mío, le devolví el abrazo, compartiendo su calor
— Hay muchas cosas que no sabes de mí — dijo titubeante —. Yo no soy hijo del Rey, Mia. El solo hecho de que te diga este tipo de cosas pone tu vida en peligro, pero debo decirlo para que entiendas por qué es una mala opción que tú y yo estemos juntos, a mi lado solo sufrirás.
Aunque esto era algo que supuse, de igual manera me tomó por sorpresa. Sin embargo, estaba intrigada por su historia de fondo, ya que, se supone que él y Bastián eran mellizos. Entonces…
¿Bastián tampoco era hijo del Rey? ¿Su madre traicionó a su padre? ¿O había algún otro secreto oculto?
Pero, estás preguntas las dejé para después, por el momento solo deseaba decirle a este chico roto que no estaba solo, que su identidad era irrelevante para mí. Ya sea príncipe o no me seguiría gustando.
— No me gustas solo porque eres un príncipe, incluso si no lo fueras me seguirías gustando. Me gustas porque eres tú, Asther.
Ante mi confesión Asther se alejó de mis brazos y puso algo de distancia entre nosotros. Luego pasó una mano por sus cabellos como si estuviera ansioso. No más bien desesperado. Me dolía el corazón verlo así. Quería hacer algo para calmar su dolor, pero no había nada que pudiera hacer.
— Si tan solo el amor lo solucionará todo. — susurró con un ligero tono melancólico. — Pero no sabes el tipo de vida que llevó, los grilletes que me atan. Aunque para el mundo entero soy un ‘príncipe’ para el Rey solo soy una mascota, un perro que debe mover la cola y acatar sus órdenes cuando se le dé la gana.
Fruncí los labios ante su analogía, mientras me acercaba a él.
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Editado: 17.11.2024