La Mitad Del Cuento

Exámenes. Parte. — 2

Delfina entraba a su casa cansada luego de hacer las compras para su casa, deja las bolsas sobre la mesa mientras su madre se acercaba a ella con una sonrisa.

 

     —Tienes una sorpresa en el patio, ve.

 

     —Bien. ¿Que es?.

 

     —Ve y te vas a dar cuenta.

 

Ella con la curiosidad puesta en marcha sale al patio y encuentra a Santiago sentado.

 

     —Por fin llegas.

 

     —¿Que haces aquí? Perdón, no te lo tomes a mal.

 

     —Nada. ¡¿Que?! ¿Acaso no puedo visitar a mi amiga? Ven, tengo helado.

 

Ella se acerca tímidamente hasta donde estaba él para sentarse a su lado.

 

     —¿Desde qué hora estás aquí?.

 

     —Hace poco que llegue, estuve conversando con tu madre con tu madre.

 

     —Debió ser muy aburrido.

 

Pone el pote de helado en el medio, era la única separación que tenían entre ambos , los dos comienzan a comer, mientras Santiago no apartaba la vista ni un segundo de ella, la observaba con una sonrisa, esto la hacía sentir rara e incómoda.

 

     —¿Que?.

 

Él no responde a su inquietud y la sigue mirando sin deshacerse de su sonrisa.

 

     —¿Por que me miras así?. ¿Tengo helado?.

 

     —No, nada, estás cambiada, solo eso.

 

     —¿Para mal?.

 

     —No, para bien, se nota que estás feliz, y eso te hace más linda de lo que eres.

 

     —¿Más linda?.

 

     —Ahora sonríes más, hablas más. Me pregunto, ¿Que será? Espero que no sea un chico.

 

Ella lo observaba como sus labios se movían, no podía escuchar con claridad ya que se consentraba en hablar con su mente.

 

     —¿Que pasa? Es la típica conversación de siempre, pero me siento tensa, estoy nerviosa, me late rápido el corazón, puedo escucharlo cada vez que deja un silencio al terminar una oración.
¿Porque me interesa tanto escucharlo?
En cada palabra que dice se me escapa una sonrisa aun que no diga nada gracioso.

 

     —¿Te parece que salgamos mañana al cine? Hace mucho que no salimos juntos.

 

     —¡¿Eh?! Emm... S-Si, está bien.

 

     —Elige tu la película, sabes que soy muy malo para estas cosas, tu tienes mejor gusto que yo.

 

     —¿Acaso me gusta él?. ¿Esto es lo que siente todos los días Jessica?.

 

Joel estaba acostado en el suelo de la cocina acompañado de Naru, ambos estaban tirados boca arriba tratando de aliviar el calor que se sentía en el ambiente.

 

     —¿Tienes calor Naru?.

 

Su perro le responde con un simple ladrido, él lo tomo como su respuesta fácilmente.

 

     —Yo también, el día está insoportable.

 

Ninguno de los dos se deja mover por la curiosidad cuando escuchan abrirse la puerta.

 

     —Ya llegué.

 

Al entrar en su casa ve que Joel y Naru estaban tirados.

 

     —¿Acaso están muertos?.

 

     —Ojala lo estuviéramos.

 

     —¿Ya comieron?.

 

     —Si, te dejamos un poco.

 

     —Gracias, pero ya comí con Chris, les traje una sorpresa.

 

Posa con firmeza y seguridad sobre la mesa una bolsa.

 

     –¡¡¡Traje sandía!!!.

 

     —¿Enserio?.

 

Se pone de pie con rapidez y abre la bolsa para calmar su curiosidad.

 

     —¿Pero te alcanza?.

 

     —Descuida, salió barata. Además ni que fuéramos tan pobres.

 

El entusiasmo de él se baja al escucharla hablar y se vuelve acostar en el suelo.

 

     —¿Que pasa, No vas a comer?.

 

     —Te salió barata, conozco cuando compras cosas así, paso.

 

     —Esta buena, se nota por el color y la dureza.

 

     —Hace dos días compraste cuatro purés de tomate en un mercado, lo hiciste por que estaban baratos, hiciste la salsa para las pizzas, cuando me fijé en el envase había vencido hace cinco meses.

 

     —Fue solo esa vez.

 

     —Hace como dos meses compraste turrones en...-.

 

     —Si, ya basta Joel, ya entendí, pruebala, si no te gusta se la damos a Marcelo, para no desperdiciarla.

 

Los dos suben al techo de su casa, parten la sandía y la comparten.

 

     —Joel. ¿Que vamos hacer para Navidad?.

 

     —No sé, ¿Que tienes pensado cocinar?.

 

     —Eso no, papá me pregunto si queríamos pasarla con él.

 

     —¿Que? No, sabes que no me gusta tener su presencia, ya tengo suficiente que tengamos que respirar el mismo aire.

 

     —Si, ya se, sabía que ibas a decir eso, pero es que me da pena decirle que no.

 

     —Entonces se lo digo yo, no tengo ningún problema en hacerlo, ya le dije que no nos molestará con sus estupideces.

 

     —Pero deberías hablar con él, enserio está arrepentido y cambio por completó.

 

     —No. ¿Después de lo que le hacía a mamá?. ¿De lo que nos hacía a nosotros? No me jodas.

 

     —Si que eres orgulloso y frío.

 

     —Y tu demasiada blanda, deberías dejar de ser así, eres muy buena con todos, nunca te enojas.

 

     —Esque no puedo con él, me da tanta lástima, no me gusta estar enojada por idioteces.
Bien, la vamos a pasar juntos los dos solos, como todos los años.

 

Había llegado Navidad, ese día donde todas las familias olvidan sus diferencias y se unen en un brindis, donde todos colaboran para que esa noche sea esplendida, todos reunidos en la mesa compartían sus anecdotas para sacarles una sonrisa a sus parientes, donde todo el ambiente se llenaba de palabras y risas, creaban recuerdos inolvidables.
Joel la pasa en su casa junto con Guadalupe, estaban ellos dos más Naru, como todos los años solo eran ellos sentados en la misma mesa.
Thiago la pasaba con su padre y hermano, en esta mesa se agregaba un plato más para su madrastra, era un cambio radical en sus vidas que él no llegaba acostumbrarse, le costaba admitirlo, era un ambiente incómodo.
Delfina estaba en su casa con la familia de Santiago y otros familiares de parte de ella.
Jessica se encontraba en su hogar junto a sus padres y todos sus familiares, eran muchos dentro de esa casa enorme.
Una vez que pasó Navidad, comenzaban los preparativos para fin de año, era una fecha muy especial que cambiaba todo, era un punto y aparte en sus vidas, comenzaba un nuevo inicio, dejando atrás los malos y lindos recuerdos que pasaron en esos doce meses, volverían a crear nuevos recuerdos y anécdotas que disfrutarán los oídos de sus futuros hijos, la vida volvía a empezar, seguirían aprendiendo con el paso del tiempo.
En casa de Thiago, estaban todos sentados, la mesa llena de familiares, todos con un solo movimiento de brazo alzan sus copas con orgullo para brindar.




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