La Mitad Del Cuento

Exámenes. Parte. – 4

Thiago se encontraba dentro de su habitación, él estaba sentado en una silla mientras sostenía con dudas su teléfono, sus manos temblaban involuntariamente, por más que él no quisiera, no podía frenar esos simples movimientos molestos.

     —Tengo que hacerlo, no entiendo, no tengo idea a qué se refiere, no sé si puso esa fecha para llamarla o invitarla, ¡¡¡ahh!!! ¿Qué hago? Bien, ya se, puedo hacer que Facu llame y luego de que conteste le digo que fue un error y cambiando de tema la invitó a salir, no, es muy estúpido hacer eso, tengo que hacerlo, seamos hombre.

Comienza a marcar mientras su mente es invadida de pensamientos inecesarios, comienza a tomar tono y se ponía cada vez más nervioso.

     —¿H-H-H-Hola, esta Karen?.

     —?Quien habla?.

     —Soy un compañero del colegio.

     —Ahora te la paso, dame un segundo.

     —Eso fue fácil, espera, ¿Ahora qué le digo? Rápido, rápido, piensa.

     —Hola?.

     —((Mierda, debí prepararme mejor, bueno, cálmate)) Hola, soy Thiago.

     —¿Que Thiago?.

     —El chico que siempre te molesta en el colegio, pelo corto y usa anteojos.

     —No sé quién eres.

     —((¿Tan rápido se olvidó de mi?)) Te sacaste una foto con mi teléfono.

     —Solo bromeó.

     —Ya me estaba asustando.

     —¿Para que me llamaste?.

     —Que directa, queria saber si estás libre mañana para salir algún lado.

     —Si, está bien.

     —¿Bien? ¿Enserio?.

     —Es lo que acabo de decir.

     —¿A qué hora te parece?.

     —A las cinco.

     —¿Eh? ¿No hace mucho calor a esa hora?.

     —Yo me refería a las cinco de la madrugada.

     —¿Que? Bueno...-.

     —Solo bromeó.

     —No entiendo tus bromas, ni si quiera te ríes.

     —Cuando sea gracioso me voy a reír.

     —Es tu chiste, osea, es común que una persona se ría de su propio chiste.

     —Además no puedés ver si me estoy riendo.

     —Pero te escucharía.

     —Hay muchos tipos de risas.

     —¡Espera! Nos estamos llendo del tema.

     —Tu cambiaste de tema.

     —No, tu empezaste.

     —Tu sacaste el tema de que yo no me rió.

     —Si no te reís.

     —No lo sabes porqué no me estás viendo.

     —¡Espera! Nos fuimos de nuevo del tema.

     —Tu te volviste a ir del tema por decir que yo no me rió.

     —¿Enserio?.

     —Si.

     —Bien, que te parece si salimos mañana por la tarde, caminamos un rato y vamos algun lugar, tu eliges.

     —Me gustaría ir al cine.

     —Bien, vamos al cine.

     —Pagas tu.

     —¿Eso es una broma verdad?.

     —No me reí.

     —No tengo idea de cuando te ríes, bien, nos juntamos en la plaza San Martín a esa hora.

     —Bien, nos vemos ahí, chau.

     —Chau, cuídate.

Corta la llamada y se tira sobre la cama rebotando por culpa de su propio peso, estaba con una sonrisa enorme y los ojos brillosos, aún no creía que tenía una pequeña oportunidad con ella.
Delfina estaba en el patio de su casa jugando con su gato, su mirada se levanta al escuchar rechinar la puerta, al fijar su vista ve a una persona acercarse con la linterna apoyada en su mentón, jugando con las luces le daba un aspecto tétrico, ella se asusta de inmediato y comienza a tirarle con las zapatillas y todo lo que tenía cerca para lanzar, al entrar en las luces del patio puede ver con claridad que era Santiago que se acercaba a ella.

     —Shh, soy yo tonta.

     —Ay dios, el susto me que me diste, casi me muero.

Él observa que tenía a su gato por encima de su cabeza.

     —¿Me estabas por tirar con el gato?.

     —¿Eh? N-N-No, bueno, si.

Santiago comienza a largar una risa en un tono bajo.

     —¿Que haces a esta hora aquí?.

     —Perdon, quería verte así que viene a visitarte, se que tus padres están durmiendo por eso entre en silencio, cuando vi que no te diste cuenta que era yo sé me ocurrió la idea de asustarte.

     —Si que eres tonto.

     —Si ya se, tienes bastante puntería.

     —¿Eso me hace sentir mal, estás bien? ¿Te golpeé fuerte?.

     —Tranquila, voy a sobrevivir.

Ambos se sientan en la mesa que se encontraba en el patio.

     —Asi que ya pasaste a quinto año, ya te queda muy poco para graduarte.

     —Si, me siento muy feliz.

     —Estas a un paso de terminar el colegio.

     —Si, tengo miedo.

     —¿A que?.

     —De terminar el colegio y no volver a ver más a mis amigos, por eso quiero disfrutar estos dos últimos años junto a ellos.

     —Mira a nuestros padres, ellos se conocieron en secundaria y hasta el día de hoy siguen siendo amigos, nuestras madres se conocen desde jardín y hoy siguen siendo grandes amigas, ustedes seguirán siendo amigos, quédate tranquila.

     —Gracias me haces feliz.

Ella le regala la mejor sonrisa.

     —Me encanta que estés feliz, antes verte sonreír era casual, ahora es permanente.

     —Ahora tengo una razón para sonreír.

     —Me acuerdo que no querías venir aquí, tenías miedo de que volviera a pasar lo mismo, te querían anotar en mi colegio, pero por vergüenza no quisiste, decidiste ir a otra para mejorar tu personalidad, estabas muy asustada el primer día de clases, me acuerdo perfectamente y ahora estás feliz, te dije que todo era cuestión de tiempo.

     —((Me alegra tenerlo conmigo cerca, es la única persona que se quedó conmigo siempre, me conoció y aún sigue estando para mí, me entiende, me escucha, me ayuda)).

     —¿Aun seguís teniendo la idea de ser veterinaria?.

     —Si, quiero salvarlos, me gustaría trabajar de eso.

     —Conociendote vas a sufrir mucho, tienes que ser bastante fuerte.

     —Voy a dar lo mejor de mi.

     —¿Sabes que para estudiar veterinaria tenés que irte fuera de la capital, no?.




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