La noche oscura

Capítulo 3: Vigilia.

Abro los ojos y me exalto. Recupero la consciencia. Estoy acostado, miro alrededor y reconozco el lugar: es mi casa.


 

Me tranquilizo, fue todo un sueño. Recorro mis pensamientos y puedo recordar la pesadilla perfectamente, sigue pareciendo muy real.


 

Decido prepararme algo caliente para tomar. Me siento en la mesa, con mi té y me invade una pregunta: ¿qué significará todo lo que pasó? Era muy diferente a un sueño lúcido, era demasiado... Lúcido. Recuerdo todo como si realmente hubiera sucedido, como si fue algo que hice antes de dormir.


 

Voy a la ventana y noto que todavía es de noche. Aún quiero descansar, decido darme una ducha para despejarme. Entro al baño, empiezo a desvestirme y reacciono, es la misma ropa que tenía en el campo. No está mojada, eso me tranquiliza un poco.


 

Con el cuerpo al desnudo tomo un poco de frío, sobre todo al sentir mi cadenita contra el pecho, así que decido quitármela y comienzo a bañarme. El agua caliente me relaja, siento cansancio, dedico varios minutos y mis músculos comienzan a ceder su fuerza. No pienso en nada, mi mente se vacía.


 

Salgo y deslizo la toalla sobre mi cuerpo, la diferencia de temperatura hace sentir el aire de mi casa mucho más frío, pero me tranquiliza. Decido acostarme nuevamente, sin vestirme. Tengo tanta calma, siento que en cualquier momento voy a dormirme. La cama esta muy cómoda, mis pensamientos se desvanecen.


 

La luz del sol hace que abra los ojos, había quedado dormido, al parecer por mucho tiempo. Siento el cuerpo muy descansado. Voy a buscar algo de comida, tengo mucha hambre.


 

Preparo un sándwich de atún, tomate y aceitunas. Exprimo un limón sobre una jarra de agua y le agrego mucha azúcar. El pan está suave, y el sabor fresco inunda mi paladar. Luego de unos bocados decido probar el jugo. Termino un vaso entero, está demasiado dulce, pero me gusta así.


 

Satisfecho me dirijo a darme otro baño. Al llegar encuentro mi ropa, había olvidado ordenarla. La aparto para luego lavarla.


 

Encuentro mi cadenita, la cual es un regalo de mi papá. No estoy acostumbrado a usar este tipo de cosas, pero me la dio él. La vuelvo a poner alrededor de mi cuello y comienzo a bañarme.


 

Estar de vacaciones, solo en mi casa, me permite tomarme todo el tiempo que quiera y hacer las cosas a mi ritmo.

Salgo de la ducha, me dirijo a mi habitación, empiezo a vestirme.


 

No tengo nada planeado para hoy, decido ir a comprar algo para comer más tarde. Termino de ponerme una remera, busco algo de dinero y me dirijo hacia el exterior. Salgo de mi casa y tomo dirección hacia un negocio, queda un poco lejos, pero no tengo nada mejor que hacer.


 

Vivo en una ciudad chica, en la zona en la que estoy el camino es de tierra, hay muchos árboles y el aire sopla refrescando mi piel. Pocas casas se asientan en esta parte, comparada al centro. Aunque a medida que me acerco, la calle tiene asfalto, y comienza a ser una zona más urbana.


 

Al llegar, me pone muy nervioso el dueño del local, pero logro comprar: un chocolate en barra, leche, pan de manteca, jamón, queso y huevos.


 

Regreso en mi camino a casa, volviendo por el mismo lugar. Caminar por esta zona es muy relajante, ves muy poca gente, y el aire sopla más fuerte al ser una zona bastante despejada. De camino me doy cuenta de que no falta mucho para el atardecer. La interacción en el negocio me dejó una sensación de ansiedad.


 

Entro a mi casa, me dirijo a la cocina y comienzo a guardar todo lo que compré. Mientras voy a dejar la leche en la heladera noto que mi mano está temblando un poco. Intento ignorar esto y poner en marcha algo que aprendí para disminuir estas sensaciones: distraerme.


 

Pongo música y busco mis cosas. Un papel, un lápiz de grafito duro, acuarelas, un vaso con agua y varios pinceles. Me siento en la mesa.


 

Se me ocurre dibujar el chico que vi en mi pesadilla. Tenía facciones suaves, ojos marrones y su cabello era ondulado con algunos mechones que caían sobre su rostro. Lentamente trazo sobre el papel, líneas apenas visibles, que luego son útiles al pintar.


 

Entre cada capa, espero que se seque, comienzo con las menos cargadas de pigmento, hasta llegar a las más marcadas. Hasta uso pintura pura.


 

La luz del sol apenas se ve, llevo más de hora y media muy concentrado.


 

Un recuerdo irrumpe en mí: haber estado solo en el medio del campo, de noche, sin saber dónde. El miedo regresa, súbitamente me invade un frío que me paraliza. Mi mano empieza a temblar y siento como todo se vuelve irreal. Siento que no existo, o que quizás me estoy volviendo loco. Pensar en pedir ayuda me aterra. El corazón se acelera a mil, tengo la idea de comenzar a gritar y perder el control.


 

Intento distraerme, esto ya me ha pasado, pero me asusta de igual forma cada vez. Estoy teniendo un ataque de pánico.


 

Me dirijo hacia mi habitación, busco una pastilla y la deslizo por mi garganta con ayuda de agua. Reposo sobre mi cama, cierro los ojos y comienzo a hacer ejercicios de relajación.


 

Tomo aire por la nariz, contengo 5 segundos, lo suelto por la boca. Me cuesta llegar a los segundos necesarios, el miedo me lo impide. Intento enfocarme en mi respiración pero los pensamientos me asfixian.


 

Sigo practicando de forma lenta, pero tengo que intentar algo más. Identificar las partes de mi cuerpo ayuda a que conecte más y evitar la sensación de inexistencia.


 

Siento mis pies, los tenso fuertemente por 5 segundos y los suelto, vuelvo a la respiración. Me enfoco en mis piernas y vuelvo a repetir este paso.


 

Al momento que llego a hacerlo con todas las partes del cuerpo, liberé mucha tensión y estoy muy relajado. La pastilla está haciendo efecto, aunque todavía siento como si esto fuera un sueño.



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En el texto hay: suspenso, amor lgbt, terror psicolgico

Editado: 06.05.2020

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