Tengo los ojos fuertemente cerrados. Puedo sentir agua fría correr por mis pies. No me atrevo a relajar mis párpados, lo único que escucho es el sonido de la corriente que se desliza a través de mí.
Tiemblo, mi espalda está enormemente tensionada, me duele y los oídos comienzan a zumbar. Estoy aturdido.
¿Otra pesadilla? Se siente muy real. ¿Dónde estoy? Mis ojos no se atreven a abrirse. Lo único que sé es que estoy parado sobre agua que llega hasta casi mi rodilla. ¡Esperá! Esta sensación.
—¿Otra vez acá?—Irrumpe una voz que si bien es suave, hace que caiga sentado.
Siento un frío que llega hasta casi mi pecho, pero pronto se apodera de todo mi cuerpo. Esta vez los temblores no son solamente por miedo. Me levanto rápidamente y corro fuera del agua, el viento hace sentir que me congelo. Estoy desorientado y mi respiración esta acelerada, tomo bocanadas grandes de aire, intentando recomponerme. Miro rápidamente a mi alrededor, giro mi cabeza de un lado a otro, lo único que veo: es de noche y hay una corriente de agua. No puedo respirar bien.
—No quería asustarte.—Escucho nuevamente esa voz.
Una tensión enorme se vuelve a generar en mi espalda, me sobresalto y giro mi cabeza hacia el costado. En mi visión se dibuja un rostro suave, ojos marrones y cabello alborotados, lo reconozco, es el joven que estaba en mi pesadilla. Ahora sé que estoy soñando.
—Te estaba esperando.—Continúa.
—¿Esperando?—Me exalto—Sé que estoy soñado, en cualquier momento me voy a despertar como la última vez—Afirmo.
—No estas soñado —Sonríe.
Puedo sentir como toda la piel se me eriza, una energía recorre todo mi cuerpo al pensar que quizás no este mintiendo: todo esto se siente muy real. Si fuera un sueño debería haber despertado al caer sobre agua, supongo. El miedo, el frío y la sensibilidad de mi piel se sienten demasiado intensos como para que sea solo una pesadilla. No logro despertar.
—Entonces ¿dónde estoy?—Le pregunto mientras me acerco a él - ¿Quién sos?
—Yo debería hacerte las preguntas, vos viniste hacia mí. ¿Dónde conseguiste esa cadena?
—¿Mi cadenita?—Dije a la vez que me preguntaba a mi mismo ¿qué tiene de importancia?
—Es lo que te trae hasta acá, aunque es raro que pudieras volver, de todas formas te esperaba—Puedo ver como su rostro se transforma en una expresión de intriga.
Miles de preguntas cruzan por mi cabeza, no entiendo de qué me hablaba, nada de lo que está sucediendo tiene sentido. Sin embargo de alguna forma estoy aceptando la situación como algo real. El frío se superpone a todas mis dudas, no puedo ignorarlo ni un segundo más.
—Estoy congelándome ¿podemos prender fuego?—Pregunto mientras mis dientes se chocan entre si, no puedo dejar de temblar.
—Sí, esperame acá. Ya vuelvo.—Se aleja, subiendo hacia los árboles.
No tengo más opción que esperar. Estar solo me regresó al miedo, observo mi alrededor y es todo muy tranquilo. No puedo ver nada hacia los árboles, el silencio solo es interrumpido por el correr del agua y el sonido de mi propia respiración. Veo una luz acercarse.
—Te traje esto.—Me arroja una manta con una mano, mientras sostiene una antorcha con la otra.
—Gracias.—Respondo mientras subo hacia donde se encuentra.
La manta es de mucha ayuda, pero la ropa húmeda no. Me detengo y le pido que espere. Le doy la espalda y comienzo a descalzarme, me saco las medias y decido quitarme también el pantalón. Mantengo la ropa interior mojada y la remera. Me siento indefenso, uso la manta para cubrirme por completo.
Doy la vuelta. Estaba esperando a que termine de desvestirme, solo me mira a los ojos y pronuncia:
—¿Seguimos?
—Sí—Respondo con vergüenza.
Lo sigo, hacemos el mismo recorrido que la primera vez. Aunque no reconozco el lugar, la sensación es la misma. Todo se siente muy monótono. Dar pasos uno tras otro, entre árboles iguales y siguiendo un camino sin muchas diferencias se vuelve un poco hipnotizante. Lo único que rompe esta hipnosis son los pájaros que vuelan asustados al reaccionar a nosotros. Le presto atención a él. Me pregunto quién es, qué hace acá, por qué me esperaba y dónde estamos.
—Ya casi llegamos.—Su voz suave detiene mis pensamientos.
—Quiero hacerte preguntas.—Empiezo a visualizar luz de fuego, ya estamos llegando.
—Ya vamos a poder hablar, ahora es importante que tomes temperatura.
Nos acercamos a una fogata, hay troncos para sentarse alrededor, además de uno grande, en el cual se encuentra el vaso que me dio la ultima vez. Decido calentarme en las llamas, que danzan en el aire y provocan chasquidos en las ramas. Me tranquilizo.
Se sienta frente a mí y me mira a los ojos. Un impulso eléctrico recorre todo mi cuerpo. Su tranquilidad me altera. Le vuelvo a prestar atención a sus facciones y me doy cuenta de que son muy envidiables.
—¿Dónde estamos?—Digo.
—En el campo.—Sonríe—Ya respondí eso.
Quiero continuar mis preguntas pero necesito aclarar mi garganta, tengo mucha sed. Me levanto y voy a tomar el vaso, mientras formulo mi siguiente interrogante.
—¿Qué necesitas saber?—Pregunta mientras me clava la mirada.
—¿Cómo es tu nombre?—Respondo mientras mantengo la vista. Hacerlo me provoca muchos nervios.
—Me han puesto muchos apodos, pero me llamo Narciso.—Finaliza con una sonrisa que ilumina su rostro.
—¿No vas a preguntar mi nombre?—Cuestiono indicando su mala educación.
—Ya lo sé.
Podría sentir miedo, pero de alguna forma estaba tranquilo, demasiado tranquilo, todo comienza a suavizarse y su rostro a desdibujarse. Los sonidos desaparecen, y el chasquido de las ramitas que se queman en la fogata se vuelve hipnotizante. Veo negro y los pensamientos se aceleran a mil. Debería estar aterrorizado, pero cada vez que me encuentro con él, mis problemas se vuelven más leves.