Mi consciencia se enciende.
Estoy acostado en mi cama, abro los ojos y observo el techo. Regreso en mis pensamientos.
¿Por qué siempre me deja sin respuestas? Aunque sé que no las exijo, la falta de carácter hace que nunca obtenga lo que quiero.
Me dirijo a la mesa, con movimientos lentos, aún siento los efectos de las pastillas que tomé, debe ser la dosis doble.
No tengo intenciones de bañarme, tampoco tengo hambre, así que evito desayunar.
¿Desayunar? Me percato de que la luz proviene de los focos, voy hasta la ventana, la abro, y observo que es de noche. Regreso, deslizo la silla, y me siento.
Frente a mí tengo el retrato casi terminado. Mezclo los pigmentos con el agua y decido dar unas pinceladas, esta vez son más marcadas, falta muy poco.
Dejo que el tiempo fluya, junto con mis pensamientos. Recorro cada recuerdo que tengo de su rostro: las reacciones que tiene cada vez que nos encontramos, su sonrisa y la vez que lloró. ¿Qué importancia tiene mi cadenita?
De pronto su voz se hace lugar en mis pensamientos: aprendés a relacionar una cosa, con la otra. Recuerdo que dijo eso, a la vez, pienso en la primera vez que nos encontramos, me dijo que era de España. Sé que mis abuelos emigraron de ahí. Mi papá me regalo la cadenita, seguramente heredada de ellos.
Algunas ideas sobre lo que sucede empiezan a tomar forma, pero también surgen dudas: ¿Soy al único al que le pasa esto? Mi papá también la usó y nunca mencionó nada. ¿Qué clase de magia la hace funcionar? ¿Cuál es su origen? ¿Quién es Narciso?
Las pinceladas encuentran su final. Observo el retrato terminado, aunque carece de la magia que posee su belleza, imposible de reflejar, estoy muy conforme. Me alejo para tener otra perspectiva.
Narciso, Narciso, Narciso, repito en mi cabeza. Escribo su nombre en el retrato.
Me interrumpe una idea: ¿Y si es alguien que murió? Su alma podría haber quedado atrapada en la cadena. ¿Y si le perteneció a él?
De pronto recuerdo que solía tener una cruz de oro. Mi familia es católica, pero yo no, así que solamente la usaba a modo collar, por lo que prescindí del símbolo religioso. Termine perdiéndolo.
Decido buscar información, sé algunas cosas sobre el misterioso chico: su nombre, proviene de España, su apariencia física y, si es un fantasma, debió morir alrededor de sus 20 años.
Lo más relevante que encontré fue a un obispo español, pero su edad no me cierra, así que lo descarto. Decido enfocarme solo en su nombre, sin agregar características. Encuentro imágenes de flores, son las mismas que estaban alrededor de la fogata.
Siento un terror súbito. Empiezo a angustiarme, un nudo se forma en mi estómago, el rostro se me congela y siento un hormigueo. Intento ignorar estas sensaciones, y en cierto modo, lo logro. La intriga me supera.
Continúo con mi investigación, hasta encontrar una leyenda, leo todo detenidamente. Intento que la aparición de un temblor en mi mano no me distraiga. Consumo toda la información, leo todo muy rápidamente.
Encuentro algunas versiones, dos lugares de origen: Grecia y Roma. Con variaciones de personajes y notables diferencias, pero en resumen todas tienen algo en común: las características y el destino del personaje.
Narciso era un joven muy bello que, por rechazar a todas las personas que se enamoraban de él, recibe una maldición y es condenado a enamorarse de sí mismo. Un día en las aguas de un lago, ve su rostro reflejado y ante tal belleza, cae en la perdición.
Todo esto me parece muy interesante, pero no concuerda, en ningún lugar mencionan a España. Creo estar yendo demasiado atrás en el tiempo.
Otra vez, el recuerdo de su voz interrumpe mis pensamientos: me han puesto muchos apodos, pero me llamo Narciso. ¿Qué apodos?
La falta de información no me permite continuar. No llego a comprender el poco conocimiento que tengo.
Hasta ahora todo la que sé es: la cadenita, los narcisos y él, tienen una relación.
Retrocedo en mi mente. Las flores. Recuerdo que quemó una en la fogata, acto seguido mencionó que su aroma ya estaba en mi cuerpo, y comienzo a perder el conocimiento. En ese momento estaba aterrado, hasta que mencionó mi nombre. ¿Cómo lo sabe?
No logro atar cabos de todas las pistas que acumulé, pero sé que tienen alguna relación, y esto es un gran avance.
La intriga comienza a superarme.
Debería temerle, pero por alguna razón no lo hago. Cada vez que nos encontrábamos, era un alivio para mí. Nunca me hizo daño en realidad, él desencadenaba mi despertar. Si quisiera, ¿tiene la capacidad de dejarme ahí atrapado? ¿Sería un sueño eterno del que no podría salir? ¿Es un sueño? ¿Hacia dónde voy cuando cierro los ojos? Son demasiadas las preguntas.
En mi mente se dibuja su sonrisa, la que siempre ilumina su rostro. De alguna forma me encuentro atraído hacia él, siempre encuentro el camino, y a su vez siempre logra encontrarme.
No entiendo nuestra conexión, ni mis deseos de volver.
Debería tener miedo, pero necesito hablar, todas las dudas atormentan mi mente.
Me doy cuenta de que no tengo nada que hacer despierto, ni siquiera tengo hambre. Hace una semana o más desde que no veo a mis amigos, ni hablo con mi familia, pero no me importa. En lo único que puedo pensar es en ese lugar.
Estoy muy decidido: voy a aclarar mis dudas.
La medicación sigue muy presente en mi cuerpo, quizás pueda aprovecharla para dormir.
Voy a mi cama, me acuesto. Cierro los ojos... Intento relajarme.
Y eso es lo único que logro, relajarme. No tengo una pizca de sueño, la idea de permanecer despierto me disgusta. No tengo absolutamente nada para hacer, es de noche y el día no parece estar cerca.