Siento presión sobre mi cuerpo, partículas se deslizan sobre mi piel. Una seguida de la otra, tan juntas, que forman una cadena infinita, la cual parece imposible de separar. Me encuentro completamente envuelto en ellas, siento sus caricias. No hay luz en mis ojos, mi existencia solo se ve iluminada por pensamientos. Ya no me atormentan, no tengo dudas, ni remordimientos. Soy sumergido en una paz y tranquilidad enorme. La ansiedad que me persiguió toda mi vida se aleja de mí completamente, ya no la escucho, ni siento.
Otras partículas nuevas se unen entre sí, forman nuevas líneas que se enrollan, creando esferas. Estas nuevas entidades rompen las cadenas infinitas que sentí en primer momento, se forman en mi nariz para luego desprenderse de ella y deslizarse en mi frente. Siento cosquillas, todo mi cuerpo se estremece.
Están rompiendo mi calma, nuevos pensamientos me invaden. Esferas aún más grandes salen de mi boca, explotan y se rompen en decenas más pequeñas.
Ejerzo fuerza con músculos del rostro, acto seguido, los suelto, dejando que se relajen completamente. Abro de par en par la mandíbula. Con todas fuerzas enfocadas sobre mi garganta, grito, emito un sonido sordo que parece avanzar hacia ningún lado.
Esta vez el tamaño de las figuras que salen de mí son gigantes. Todo se acelera, mis brazos comienzan a moverse rápidamente, y pequeñas entidades circulares acarician toda mi superficie.
Siento una fuerza que, con mucha presión, envuelve mi brazo, y con mucha fuerza me exige un nuevo rumbo. Todo mi cuerpo pierde su eje y su sentido. Me deslizo hacia una dirección, todas las partículas van quedando atrás.
Una nueva sensación me absorbe, puedo sentir una suave forma que me roba las pocas partículas restantes en mi cuerpo. Antes formaban cadenas, ahora imitan círculos y reposan sobre mi piel. A medida que siento como todo rebota sobre una superficie, que parece sostenerme, me doy cuenta de que estoy mojado y el aire frío se desliza sobre mi piel.
Unos brazos me sostienen, y lentamente van depositándome en el suelo. Siento fuego que nace en mi pecho, se abre paso a la fuerza hasta mi garganta donde provoca una erupción. Me duele desde el interior pero logro toser, explotan millones de partículas en el aire.
Abro lentamente los ojos, esta muy oscuro. Gracias a una luz muy suave puedo observar dos ojos. Me producen tranquilidad porque sé que los conozco. Deslizo mi mirada hacia abajo hasta encontrar una luz que hace que me despierte completamente, es su sonrisa.
—Hola.—Dice.
—Hola.—Una voz débil, ronca y temblorosa sale de mí.
Mis pensamientos comienzan a tomar sentido, estaba sumergido en las aguas, ahogándome. Él me salvó nuevamente.
Rápidamente me doy cuenta que estoy temblando, el frío se apodera de mí.
—Deberías sacarte la ropa.—Dice Narciso. Con mucha vergüenza, acepto su orden, si no lo hago podría congelarme.
Me pongo de pie, le doy la espalda y comienzo a desvestirme. Me cuesta quitarme la remera, se adhiere a mi cuerpo a medida que la deslizo. Continúo con mis zapatillas, medias y en el momento que estoy despojándome de mi pantalón.
—De mi mano izquierda, nace un tronco, y de él nacen llamas.— Dice, acto seguido escucho un sonido, similar a una diminuta explosión, como llamas emergiendo espontáneamente.—De mi mano derecha, nacen fibras que se entrelazan sobre sí y acuden a calmar el frío del hombre.—Giro mi cuerpo.
Se encontraba de pie, mirándome, con una antorcha y una manta en sus manos. De alguna forma entiendo lo que hizo y no necesito preguntar. Mi cuerpo casi desnudo es tapado por la manta que arroja sobre mí. Termino de quitarme el pantalón.
—Vine por respuestas.—Digo.
—Lo sé, pero antes, tenemos que ir a la fogata, vas a morir de frío.