PRÓLOGO...

Emma

Había días que sentía, que lo mejor que me pudo haber pasado.
Fue nacer en un mundo de colores.

Me gustaba, cuando llovía un poco, mientras se metía el sol y formaba un hermoso arcoiris.

Me gustaba sonreír, y mojarme al mismo tiempo.

Me gustaba bailar abajo de la lluvia, mientras las gotas tocaban cada parte de mí.

Me sentía libre.

Me sentía yo.

Podría imaginar lo que quería, y hacer lo que quería.

Me gustaba estar sola, aunque aveces necesitaba un abrazo cálido.

Me gustaba pintar paisajes y mundos imaginarios, aunque también necesitaba que alguien, me dijera que le gustaban.

Me gustaban los colores, tan únicos y alegres. 

Pero... también había días grises, una cárcel gris a la que no podías salir.

Las personas que "amaba" me apuñalaron en la espalda, bueno... en realidad fue en el corazón.

Aveces es mejor guardar tu corazón en un candado, y tirar la llave al río.

Las personas te desepcionan de la peor manera, y más si son personas que creías que caerían por ti. 

Con una taza de café en mis manos, y en un rincón en la ventana.

Siempre recordé todas las veces que les dije a esas personas que las amaba, ¿cómo es posible? que la palabra amor se tomé tanto a la ligera, cuando para mí, era lo más preciado que podía decirle. 

Y no.

Me cansé de sus estúpidas palabras y cero acciones, siempre ponía primero a los demás antes que a mí misma. 

Pero el límite llegó al punto final. 

Yo también puedo ser una hija de puta, ¿cierto?