La problemática llegada del amor

Capítulo 1:

— ¡Señorita! ¡Señorita! ¡Señorita! — Al tercer llamado, la voz se hizo completamente nítida. Al parecer, me había quedado dormida.

Dicen que en momentos difíciles, cuando se presenta algún problema que uno no puede controlar, el alcohol es ese amigo a quien recurrimos. Nunca antes había tomado alcohol; bueno, no tanto como ahora, pero hay una frase que dice "nunca digas nunca", y es cierto, nunca nadie termina siendo vencedor ante el destino y sus ocurrencias. Si nunca antes había tomado alcohol, ¿qué podía ser tan grave para que lo estuviera tomando ahora? Bueno, creo que la estupidez de cada ser humano debería ser castigada con cualquier medio posible; en mi caso, mi castigo ha sido una botella de whisky frente a la barra del bar temático de un crucero.

Había escuchado tantas veces que el alcohol ayudaba a disminuir el dolor de la pérdida de algún familiar o la de un buen amigo, o en mi caso, la de una ruptura amorosa. Pero mi dolor no desaparecía... aumentaba.

A pesar de ser mi primera vez, tres botellas de aquel fuerte contenido eran incapaces de ayudarme a olvidar. Completamente inútil e incapaz de consolarme.

Tomé otro trago. Dos. Tres. Cuatro tragos. Con cada tragada sentía una bomba en mi interior que solo estaba a segundos de explotar. El dolor de cabeza me azotaba con el pasar de cada minuto y mis ojos volvieron a empaparse.

— Señorita, no debería seguir tomando... — El joven mesero detrás de la barra me miró con mucha preocupación, quizás pensando en dónde hallaría alguien como yo suficiente dinero para pagar tres botellas completas de whisky.

Sonreí. — Deme otro. — Pedí como quien solloza, vaciando lo poco que me quedaba de la botella que traía en manos.

La pregunta era: ¿por qué? Acostumbraba a escuchar a mi madre decir que a un hombre se le perdonan muchas cosas menos una infidelidad; en este caso, ¿qué debía hacer? Nuestra relación de dos años fue lanzada al vacío al igual que las promesas de amor que me hacía. Lo más jodido era que ya sospechaba que algo así podía pasar, pero no tenía suficiente valor para aceptarlo. Ahora solo podía conformarme con esta decepción... quizás Erick era demasiado para alguien como yo. A lo mejor yo era quien no lo merecía.

Arrebaté la botella que se me entregó y de ella tomé un largo sorbo.

Desde el principio le había declarado a Erick que no me iría con él a la cama fuera del matrimonio por mis propios principios; él aceptó, de hecho, dijo que mientras tanto podíamos conocernos mejor y formar lazos eternos después de nuestra boda. Luego, cuando empecé a tener sospechas de sus aventuras, decidí que dos años eran demasiados. Con mis ahorros pagué un viaje a este crucero, decoré la habitación en donde pasaríamos los tres días de viaje, también me animé a colocarme vergonzosas prendas y toda esa estupidez para entregarme a él. Lamentablemente para mí, decidió darme un regalo por adelantado en el segundo día del viaje; así, sin más, se acostó con una fulana en la habitación que pagué y decoré por él. Quise gritarle, quise hacer algo, pero solo tuve el valor de huir de ahí. Fui ingenua al creer que sí podía mantenerse conmigo durante dos años seguidos sin quejas y sin importarle mi decisión de no irme a la cama con él antes del matrimonio era porque en realidad me amaba. Tonta. Patética.

Tomé otro trago.

Me odiaba por aún sentir algo de simpatía por él. Podría ser culpa mía todo lo que pasó. Sí, era mi culpa el haberme dejado lastimar de esa manera, era culpable al dejarlo romper mi corazón, por permitirle destruir mi fe en el amor. Toda la culpa era mía.

Quizás el amor solo es un refugio, un invento creado por nosotros mismos para no sentirnos tan solos y miserables, pero lo cierto es que no es real... el amor no existe.




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