La problemática llegada del amor

Capítulo 3:

Agradecida de que por fin me había soltado el brazo, procedí a sobar con sutileza el lugar de su agarre. Tenía una marca roja; estaba segura de que no tomaría mucho tiempo en tornarse morado.

— No. — Contesté secamente su pregunta.

— Si no te gusta, ¿por qué mierda lo tomas? ¿Tienes cinco años o qué? — Murmuró con fastidio, como si regañara a una niña pequeña.

Dejó su vaso tras suyo y manoteó la caja nuevamente, poniéndola en su bolsillo con desdén. No contesté. Era un caso perdido planear una discusión con él cuando yo era la que había tocado lo ajeno.

Sacó de su otro bolsillo una caja de cigarros; aun si no era zona de fumadores, parecía no importarle nada, ni siquiera el letrero que lo prohibía. El pobre mesero tampoco tenía valor suficiente para reclamarle algo. Prendió un cigarrillo y aspiró hondo, tirándose hacia atrás mientras dejaba salir el humo de su boca.

— ¿Sabes leer?

— ¿Qué dijiste? — Interrogó de manera autoritaria.

— El letrero de allí dice explícitamente que esta no es una zona de fumadores. — Señalé con el índice.

Dio otra calada, relajándose, dejando ese cigarro entre sus labios un momento. Me había hecho la idea de que él no me contestaría, pero se sacó el cigarro de la boca y giró a verme con el ceño fruncido minutos después. — ¿Sabes qué más está prohibido? Tomar cosas que le pertenecen a otros tripulantes, ¿y sabes qué más?, me importa una mierda. — Habló asqueado, haciendo gestos intimidantes y acercando su rostro al mío, dejando que, conscientemente, su aliento de alcohol y de tabaco entrara por mi nariz.

— Eres un imbécil.

— Para servirle.

A este paso, ya nada de lo que decía me sorprendía. No le busqué conversación tampoco.

Le hizo una señal con la cabeza al mesero, que tembloroso corrió a buscar algo para él. Efectivamente, el mesero le trajo un metal en forma de cenicero en el cual depositó las cenizas. Luego pidió otra botella de su bebida, siendo servida con prisa por el mismo mesero, pero antes de que éste le terminara de servir, le arrebató el vaso, tomando un largo trago y siguiendo con las caladas de su cigarro.

Luego de ver eso, abrí mi cartera y dejé la cuenta de mi bebida, saliendo torpemente de ahí. Las piernas me fallaban y la vista por igual; se me estaba haciendo difícil enfocar la vista, pero necesitaba estar sola. No sé, quizás hallar algún sitio allá dentro para reflexionar sobre las cosas. El sillón donde tomé asiento no parecía ser el lugar más apartado para eso; sin embargo, me tocó quedarme ahí debatiendo en dónde pasaría la noche. Fue una pregunta que vagó por mi mente hora tras hora y ninguna respuesta se presentó. Después de tantas horas, decidí buscar a alguien que tuviera alguna ocupación dentro del barco que me ayudara a ocupar otra habitación. O eso quería, pero no podía, ni siquiera podía enfocar mis dedos con claridad.

— Aquí estás, ¿qué haces aquí, señorita Fanny? — Era una mujer que, aunque no la veía bien, por el tono de su voz debía de estar en edad.

— Oh, perdone, yo no me llamo Fa...

No me dejó terminar. — Venga ya, te estamos esperando. — Me tomó de las manos y me arrastró.

La señora prácticamente me arrastraba tras suyo por todo el lugar, y yo, que no podía enfocar la vista, chocaba con las personas que se movían por los pasillos. Traté de explicarle que se había equivocado de persona, pero no parecía importarle nada de lo que le decía, o era que en realidad solo balbuceaba de ebriedad y ella no me entendía. Como fuera.

— Ya le dije que no soy...

— Camina más rápido. — Ordenó. Me rendí.

Luego de unos minutos, estábamos en no sé dónde.

— ¡Ya llegamos! — Susurró con entusiasmo. — Hoy es tu boda, pon tu mejor cara, sonríe y avanza. — En ese momento fue cuando escuché todos los aplausos y los silbidos, y el fuerte viento diciéndome que posiblemente nos encontrábamos en la azotea.

— ¿Cómo dijo usted? ¿Cuál boda?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.