La problemática llegada del amor

Capítulo 4:

Siempre soñé casarme con un vestido de novia que todas envidiaran, con toda mi familia, amigos presentes y esa persona que me amara con locura, esperándome en el altar con la sonrisa más hermosa del mundo, sin poder contener las lágrimas al verme. Pero esto no era ni la mitad de lo que soñé, ni siquiera sabía lo que estaba pasando.

— Anda ya, niña, no le hagas esperar más... — Me empujó la señora, provocando que anduviera torpemente sin saber por dónde iba, ya que no veía ni entendía nada. Además, me habían puesto en las manos lo que sin duda era un ramo de flores, lo que aumentaba mi confusión. ¿Acaso Erick me había organizado una fiesta de compromiso? ¿Me estaba casando? Imposible. ¿Por qué me hacía esto? ¿Por qué se empeñaba tanto en hacerme daño?

— Sí, ese es el anillo. Es el que compré para mi prometida, ni más ni menos. — Después de escuchar una voz masculina decir esto, alguien tomó mis manos para detener los torpes pasos que seguía dando. — Ya estamos aquí, cariño. — La misma voz. Una parte de mí reconocía esa voz, pero no podía averiguar de quién era.

— ¿Dónde estoy? ¿Qué es todo esto? — Pregunté con alteración.

— Tranquila, amor. — Continuó la desconocida voz. ¿Amor? ¿Quién era? — Sé que no fui lo que esperabas de mí, te herí y te fallé, fui un idiota contigo, pero quiero que sepas que te amo y quiero remediar cada uno de mis errores. Cásate conmigo.

¿Erick?

Odiaba el hecho de no poder enfocar la vista. Quien sea que tenía enfrente no era más que un rostro borroso.

El frío viento me estremeció y las palabras de Erick estaban apuñalando terriblemente mi interior. — ¿Cómo te atreves a hacerme esto? — Me solté bruscamente de su agarre. — Quería aventarlo e irme, salir de la escena, pero temía ser yo la que terminara tropezando y ganando más vergüenza de la que ya estaba soportando.

— Mi amor, tranquila.

— ¡No me digas "mi amor"! — Grité, harta de las lágrimas que corrían por mis mejillas, harta de él y de sus disculpas, harta de este viaje. Completamente harta de todo. — ¿Por qué no te largas con la tipeja que estaba contigo?

— Cariño, tranquilízate, por favor. No estuve con ninguna otra mujer, no de la forma en la que estoy contigo. — Tomó mi mano una vez más, dejando delicadamente un pequeño beso ahí, pasándola por su rostro para recostar su cara en ellas. Todos los intentos que hacía por soltarme valían cero.

— Suéltame, ¡suéltame! No quiero saber nada de ti, no quiero... — Y fue en ese momento cuando, por primera vez, sentí el verdadero veneno del amor. Aquellas típicas mariposas de las que tanto hablan. Fue en ese preciso momento cuando lo confirmé: estaba enamorada. Me lo confirmaba la sensibilidad que crecía en mi pecho por cómo me besaba. Nuestros labios se movían al compás de una melodía que solo nosotros éramos capaces de entender. Era una melodía única, unas letras escritas por nuestro amor, bailada por nuestros labios y sentida por el roce de nuestras lenguas, por los latidos de nuestros corazones.

Tanta gente está atascada en un amor que para los demás parece no existir. Y de ahí sale la pregunta: ¿Por qué sigues con él? ¿No te das cuenta de que no te ama? ¿De que solo rompe tu corazón? La pregunta: ¿Lo seguirás amando después de todo? Quizás sea una idiota, porque idiotamente mi respuesta a cada una de esas preguntas era un rotundo sí.

Nos habíamos dado tantos besos en tantos lugares, pero nunca llegué a sentir aquella paz, aquel sentir de morirme en sus labios. Parecía como si fuera nuestra primera vez, como si fuera la primera presentación y confesión de nuestros labios.

Nuestros labios se separaron lentamente y lo extrañé casi al instante, a pesar de que seguíamos a centímetros.

— ¿Aceptas casarte conmigo?

Supe que no había marcha atrás. Me lo confirmaba la dulzura de sus palabras y las mías que escaparon de mis labios.

— Sí, acepto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.