La problemática llegada del amor

Capítulo 5:

No quería luchar en busca de una respuesta convincente porque sabía que no la encontraría.

La sonrisa en su rostro me estrujaba el vientre y aceleraba mis latidos. Quizás, solo quizás, eso era lo que debía haber hecho hace mucho tiempo.

— Hoy me has hecho el hombre más feliz del mundo. ¿Qué tal si pasamos todo eso de los votos y vamos directamente a lo más importante? Luego verás la suite que pedí con tus lujos preferidos, princesa. Tus sábanas egipcias, tus bombones de Dubái, tus bebidas dulces... Te encantará.

Ninguno de los mencionados eran lujos que yo amaba, o bueno, no eran lujos de los que acostumbraba, pero tanto misterio me daba prisa.

Me parece bien. — Acepté.

Dejó una pequeña caja en mis manos y me tomó de la cintura para acercarme a su cuerpo. Abrió la caja y tomó la sortija que había dentro para colocarla en mi dedo anular. Aunque no podía enfocar la vista del todo, estaba convencida de que era el anillo más precioso del mundo.

Ilógico... Estar parada ahí con un vestido azul holgado, unos botines blancos, con el cabello despeinado y aún así, estar entregándome en sagrado matrimonio. De repente, una oleada de felicidad tomó lugar en mi corazón. Quizás no era la boda con la que soñé, pero era la perfecta.

La voz de un hombre que no había notado empezó a citar, "¿Aceptas a este hombre como tu futuro esposo?", comenzando con el típico proceso de bodas.

— Acepto.— Afirmé, mientras mis manos eran besadas por Erick.

Él, por su parte, me aceptó con el sí más grande y desesperado, haciéndome imaginar que posiblemente no estaba cometiendo un error, que a lo mejor se había arrepentido de verdad y que tal vez, solo tal vez, estaba haciendo lo correcto. Y entonces, por primera vez, se lo confesé:

— Te amo...

— Yo también te amo. — Recibí de vuelta. — Te amo con locura.

Puso en mis manos una hoja que al final él mismo terminó por ayudarme a firmar, quizás había notado lo difícil que se me estaba haciendo enfocar la vista. Mientras me ayudaba a firmar la hoja, un molesto malestar se instaló en mi garganta y el dolor de cabeza volvió a presentarse.

— Estoy teniendo náuseas. — Murmuré con pena, decidida a no vomitar sobre los presentes y quedar como ridícula. El alcohol me había dejado muy mal.

No me dio ninguna respuesta. Solo me besó, aunque esta vez se trataba de un simple choque de labios. A lo mejor tampoco estaba cuerdo.

Luego de completar todo el proceso, estampó su boca sobre la mía en un beso apasionado, dejando que los demás aplaudieran sutilmente y fueran diciendo cosas al azar, como felicitaciones. A él no pareció importarle nada más y solo me tomó de las manos guiándome hacia aquella suite de la que había hablado antes. Ingresó conmigo y luego escuché cómo cerraba la puerta.

Sus manos me abrazaron por detrás. Recostó su rostro en mi cuello y besó lentamente mi piel.

— ¿Te gusta? — Preguntó en tono meloso.

Supuse que se refería a la suite y, aunque no podía enfocar con claridad nada de lo que me rodeaba, no quería decepcionarlo. Además, estaba segura de que la perfección abundaba en todo lo que me había preparado.

— Me encanta.

— ¿En serio? Creí que lo odiarías. Siempre tienes alguna queja, Fanny.

Y otra vez había sido llamada de esa forma. Ya me estaba preocupando.

— ¿Fanny? Interrogué, dando la vuelta para quedar frente a frente con él.

— A partir de hoy eres mi Fanny. Solo yo puedo llamarte así. — Besó mis labios en un beso fugaz.

Me relajé, aún con la duda de si iba a darme algún apodo—cosa que era la primera vez que hacia—, debía ser algún apodo que combinara con mi nombre. Tampoco estaba para dramas, así que solo lo dejé pasar, permitiéndome ser invadida por el placer de nuestro tiempo a solas.

— Eres muy mala tú... niña. — Gruñó levemente, paseando sus labios por mi rostro para acto seguido afirmar mi cuerpo y estamparlo contra la pared más cercana.

Suspiró en mi oído y empezó a acariciar suavemente mi cintura con sus grandes manos. Sabía lo que estaba por pasar y estaba nerviosa hasta los dientes, pero no podía seguir atesorando mi virginidad durante un año más, escondiéndolo de él. Además, ya estaba casada; mi sueño se había cumplido.

— Primero apaga la luz. — Pedí tímidamente.

— Aquí ninguna luz se apagará, Fanny. Soltó una pequeña risa.

— Por favor...

— ¿Sabes qué me dan ganas de hacerte cuando haces esos caprichos? ¿Mmm?, ¿lo sabes? — Susurró con un tono grave y lento en mi oído, pasando delicadamente su boca por ahí, continuando con el paseo de su boca desde mi oreja a mi cuello y a mi mejilla, volviendo a repetir el recorrido ya con la respiración levemente agitada.

— No... No, creo que no estoy lista... — Murmuré igual de agitada, tratando de huir de lo que me esperaba. Pero solo siguió besando delicadamente mi cuello, mi mentón, mis hombros y hasta mi escote, volviendo a subir por mi piel para repartir húmedos y calientes besos por mi mejilla. Me tomó con firmeza para separarme del suelo y obligarme a rodear su cintura mientras besaba apasionadamente más y más mi piel descubierta

Podía sentir el calor del rubor en mis mejillas, cómo hormigueaba mi vientre por las nuevas y extrañas sensaciones en diferentes partes de mi cuerpo. Mis pezones se endurecían en respuesta al tacto de sus labios en mi piel y mi entrepierna empezaba a hacerme sentir vulgares sensaciones junto a una humedad que se intensificaba aún más conforme palpitaba.

— ¿Lista?, ¿lista para qué? — Decidió contestar por fin, deteniéndose un poco para subir su mirada desde donde estaba, sonriendo coquetamente. — ¿Te haces la tímida, mi niña? Pero si ya estamos casados, además, yo ya te echaba de menos.

Tragué con fuerza... Válgame Dios.




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