La promesa de un te quiero bajo la lluvia

Capitulo II

EVAN

 

¡Joder! —exclamo frenando con fuerza.

La chica bota algo de sus manos y me mira furiosa. Con algo de miedo decido salir del auto y acercarme a ella.

—¿Estas bien? —le pregunto y ella entrecierra sus ojos.

—¿Qué no sabes manejar? —alega. Tenía las mejilla sonrojadas por el enojo, de no ser por sus cejas fruncidas y sus ojos oscuros a lo mejor me hubiera dado ternura.

—Lo siento, has aparecido de la nada y…

—¿Ahora es mi culpa? —se cruza de brazos.

Yo me quedo callado.

Ella era preciosa, en serio, era hermosa. Tenía unos ojos que…eran tan azules… ¿podía alguien tener ojos de ese tono? ¿si quiera era legal?

—No, perdona, solo me has asustado —logro hablar y ella arregla un mechón de su cabello negro. Muy negro.

—Pues aprende a conducir —vale, enserio estaba enojada.

—Que carácter —me escucho decir y la chica solo rueda sus ojos.

—Bueno, no iba a estar muy contenta si casi me atropellas —sonríe con sarcasmo y luego hace una mueca triste viendo hacia el piso—. Además, por tu culpa he tirado mi pastelito.

Y parecía que le dolía. Le dolía enserio. Tanto que me hizo sentir peor de lo que ya estaba.

—Eso podemos arreglarlo —murmuro.

—¿Qué…?

No dejo que hable y me acerco a la mini pastelería, pido el mismo pastel de chocolate y después de pagarlo ya lo tengo en mis manos.

—Aquí tienes.

—No tenías por qué hacer eso —lo recibe en sus manos y sonrío al ver cómo le regresa el brillo a sus ojos.

—Tómalo como una disculpa.

—Vale, gracias —me mira fijamente a los ojos y da una leve sonrisa—. De todas formas, no te quita lo idiota.

Suelto una carcajada y asiento.

—Estoy de acuerdo.

Quise preguntar su nombre, pero alguien logra llamarla y ambos volteamos. Un chico alto, casi de mi estatura, llega a nuestro lado y pasa su brazo por su cintura.

—Cariño te he estado buscando por todas partes —hago una mueca al sentir el aliento a cerveza.

—Yo…

—No debes irte sin avisar ¿sabes? Que susto me has dado —le da un beso corto y ella se aparta. Entonces su novio voltea a verme—. Gracias por cuidar a mi chica.

Meto las manos en mi bolsillo sintiendo algo que no sabía interpretar, era algo como ¿desilusión? Muy tonto, porque sería demasiado raro volver a coincidir con esa chica en otro momento.

—De nada, supongo —susurro.

—Bien, vámonos, se hace tarde —toma su mano.

—Ah, vale. Adiós entonces —sonrío y ella inclina su cabeza, como si fuera de la realeza o algo así.

Muy elegante, la verdad.

—Adiós.

Me quedo ahí viendo cómo se van de la mano y suelto un largo suspiro, hasta que escucho como empiezan a bocinar y me espanto.

—¡Hey! ¿piensas moverte o no?

—¡Ya voy, ya voy!

Me subo al auto y empiezo a manejar de nuevo.

 

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Mi madre suelta una carcajada y sigue lavando la taza mientras yo seco los paltos.

—¡No te rías!

—A ver, cariño, no puedes ver a alguien y pensar que es el amor de tu vida —comenta divertida.

—Mamá es que tu no la has visto. Era hermosa, demasiado hermosa —coloco el trapo sobre mi hombro y dejo caer mi cadera en la encimera.

—Si, pero recuerda que la belleza no lo es todo.

—Lo sé, pero no fue solo el hecho de que era hermosa ¿sabes? Había algo en sus ojos, eran tan azules como… ¡Como los rayos! Justo así, electrizantes, terroríficos y bellos. En ese orden —vuelvo a mi labor y ella se seca las manos.

—Oh mi niño, si te ha dejado así de bobo, entonces hay que buscarla por todo Seattle —me sonríe y ruedo los ojos.

—Muy graciosa.

—Mejor ayúdame con tu hermano ¿te parece?

Asiento y salgo de la cocina. Subo las escaleras de madera y quito unas cuantas cajas del pasillo, nos habíamos mudado aquí hace una semana y todavía no habíamos terminado de desempacar.

La verdad extrañaba un poco New York, echaba de menos a Dani y Rick. Eran mis mejores amigos y de vez en cuando hablábamos sobre lo que pasaba en nuestro día a día.

Toco la puerta de Lou y al instante escucho su voz indicando que podía entrar.

—Lou, ya deberías estar en la cama —lo regaño recogiendo sus juguetes.

—Solo déjame terminar este capítulo —susurra moviendo sus ojos de un lado a otro sobre unas páginas que hablaban sobre bichos. Hago una mueca.




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